El ecofeminismo como la base del buen vivir

Martes, 24/09/2019 09:51 AM

"El capitalismo se apropia de los cuerpos de las trabajadoras, de los cuerpos de las mujeres y del cuerpo de la tierra. Una vida buena es incompatible con el modelo capitalista porque convierte el trabajo, a la mujer y la tierra en mercancías. El capitalismo es enemigo de la vida. Aunque no haya una alternativa global a mano".

El capitalismo, recordaba Antoni Doménech, separó la esfera productiva de la reproductiva. La fábrica y la institución familiar se construyeron como dos mundos separados. El capitalismo, como vimos, no produce seres humanos, sino que los utiliza como mano de obra. De hacerlos se encarga la familia. Mantener ambos ámbitos separados ayudaba a mercantilizar a los trabajadores y trabajadoras. El socialismo reunió desde el principio los principales esfuerzos colectivos en la lucha contra la dominación en el espacio productivo, pero se olvidó de hacer lo mismo en el otro espacio de construcción de subalternidad, esto es, el de la institución reproductiva. Por eso es complicado asumir que se puede ser feminista sin ser anticapitalista, pues el feminismo que no es crítico con un modelo económico que busca el beneficio a través del mercado no sirve a la causa de las mujeres en conjunto.

Hemos visto cómo las mujeres han sido invariablemente usadas como facilitadoras gratuitas de las condiciones de reproducción capitalista. En Calibán y la bruja. Silvia Federici explica que sin quemar a las "brujas" el capitalismo no habría llegado. De manera que, con la división labora l que creó entre hombres y mujeres, sólo faltando a la verdad puede afirmarse que el capitalismo trajo el progreso. El mercado capitalista no amanecería si no hubieran madrugado antes las mujeres que van a llevar lavados, desayunos y descansados a los trabajadores y estudiantes a sus puestos de trabajo o a las escuelas. Mujeres que, por la cadena global de cuidados, con mucha frecuencia vienen de otros países, donde han dejado a sus hijos, a dar amor a los hijos de otras mujeres en un "trasvase global de corazón". En el núcleo de los presupuestos de la izquierda está seguir luchando contra las desigualdades de una sociedad que es patriarcal, cl asista y racista. Las tres luchas deben darse la mano. Hay mujeres que son dirigentes de partidos de la derecha que, al tiempo que se reclaman feministas, explotan y abusan de los que tienen menos, destrozan la naturaleza, desprecian a los inmigrantes, separan a las familias y les hacen la vida imposible. De la misma manera, hay pobres y personas precarizadas que son profundamente machistas y racistas. Hay personas racializadas que desprecian a los inferiores económicamente y reproducen una cultura machista que golpea literalmente a las mujeres. La lucha contra las desigualdades nunca ha sido sencilla y va a seguir en el mismo tono de complejidad.

El capitalismo siempre se ha ajustado, por la parte con menos capacidad de hacer oír sus queja. A la fuerza ahorcan. Naturaleza, niños, mujeres, pueblos más débiles, inmigrantes, esclavos, generaciones futuras son los que han garantizado que los poderosos vivieran cómodamente sin esfuerzo y también que los sectores subalternos de las sociedades ricas convirtieran en subalternas a otras personas —gente aún más pobre, mujeres, inmigrantes, niños o ancianos— aunque fuera de manera inconsciente. Pero hoy la naturaleza ha empezado a quejarse. El primer mundo ha agotado las reservas naturales y la biodiversidad, y ha puesto sus ojos en los países del tercer mundo que aún mantienen esa reserva de naturaleza.

—Por eso, el principio precaución es obligatorio: si no se sabe el efecto de alguna, lo único inteligente es no usarla.

¡La Lucha sigue!

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