El origen de la crisis y su solución

Lunes, 30/09/2019 08:19 AM

La crisis venezolana espanta al mundo, no se encuentra explicación para el cataclismo social producido en el gobierno del madurismo. Es motivo de estudio en los grandes centros mundiales desde París hasta el vaticano; los sociólogos, los economistas, los politólogos, todos se preguntan cómo se las arreglaron para demoler en tan corto tiempo un país a niveles de guerra nuclear. No encuentran la fórmula para recuperar el país después de la caída impostergable del madurismo.

Las soluciones que se asoman son, en esencia, manipulaciones económicas: privatizar, liberar el control de cambio, inversiones extranjeras, que en realidad significan compra descarada del país a precio de gallina flaca. No advierten la magnitud de la crisis que alcanza toda la esfera de la vida humana, desde lo individual hasta lo más universal que se pueda imaginar. Todo, lo material y lo espiritual, está deteriorado, paralizado, destruido. Es de tal magnitud la crisis que se puede resumir diciendo que la crisis impactó nuestra cultura, es la cultura lo que está en juego, pocas veces en la historia encontraremos un daño a una sociedad de esta dimensión.

La crisis, al no ser tradicional, no se puede resolver con las medidas habituales, es necesario ir más hondo, reconstruir todo el tejido cultural. Veamos.

El periodo madurista es inédito en Venezuela y el continente. Por primera vez el lumpen marginal, en alianza con la pequeña burguesía despechada, toma el poder, y hace lo que corresponde a una alianza de este tipo: el lado marginal dominante destruye todo lo que toca, y el lado pequeñoburgués aprovecha el tesoro público para cumplir su sueño de vivir como burgués: camionetas de lujo, buenas corbatas, zapatos escandalosos, gimnasios en sus fastuosas casas, en medio de un país que naufraga.

Esta alianza nefasta pulverizó la economía, degolló a la gallina de los huevos de oro, entregó las riquezas minerales a las codicias extranjeras, borró el concepto de salario, de moneda, de ahorro. No obstante, donde hizo el daño fundamental fue en el espíritu nacional, en nuestra cultura.

Una sociedad tiene dos niveles fundamentales: el nivel individual y el nivel social. La sociedad propone al individuo un sistema de vida, un futuro, una manera de integrarse, ya sea por el estudio, por trabajo; el individuo se siente reflejado en esa cultura. Entre esos dos niveles se encuentran diversas formas de organización: la familia, los clubes, las organizaciones sociales, los partidos… La conexión entre lo individual y lo social es el soporte de la sociedad, el espíritu social se fragua con diversos símbolos: el himno, la bandera, la majestad de la presidencia o la jefatura, la religión común, el idioma, la historia. Cuando esa conexión se rompe la sociedad es herida de muerte.

El madurismo consiguió romper esa conexión individuo-sociedad. Hoy el venezolano no piensa en sociedad, piensa en individual, cómo subsistir, cómo pasar el día, la sociedad no ofrece vías de integración, no hay forma de prepararse para el futuro; las leyes sociales, la cohesión social se perdieron. Vivimos una especie de sálvese el que pueda. La gente emigra, los que aquí quedan son presas y predadores en una selva de falsedades.

La salida de maduro, solamente, no resuelve el desastre social, además es necesario que la solución restablezca la conciencia de pertenencia a la sociedad, que restituya el nexo individuo-sociedad. No se necesita sólo un cambio de gobierno. sino una conmoción espiritual, un sentimiento religioso que nos agrupe como sociedad. Esto es imprescindible para salvar al país. Ahora bien, esta conmoción espiritual es negada a los viudos de la cuarta república, los que pretenden resolver con el opio de las elecciones burguesas, ese sedante, ese distrayente no funciona en estas condiciones dramáticas. La conmoción necesaria sólo la puede realizar un fascismo, la ultraderecha tipo pinochet, bolsonaro; o, en contraste, un líder revolucionario, un movimiento insurgente que se apoye en lo mejor de nuestro acervo espiritual, nuestras glorias, en las hazañas pasadas, que sea capaz de devolvernos lo grandioso de nuestras epopeyas que una vez asombraron al planeta,

Los grandes pueblos no se erigen sobre la mediocridad.

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