Están a las puertas en América Latina, tres elecciones en países que promueven cambios, Bolivia, Argentina y Uruguay, y por lo menos, en Bolivia, ya la oposición está anunciando el desconocimiento de las elecciones, anuncian que habrá fraude, cual pronosticadores del desastre.
Esta ha sido una práctica, llevada a cabo, hasta el cansancio en Venezuela, y se ha ensayado por la oposición latinoamericana, en otros países de la región latinoamericana. En realidad, son acciones politiqueras, injerencistas, ilegales y sin ningún efecto jurídico, impulsadas por los gobiernos de USA y sus aliados en América Latina.
Pero lo llamativo, es que se anuncia, por adelantado, el camino a seguir por parte de los opositores, muchas veces se utiliza, "cantar el fraude". Pero los compañeros de izquierda, no se preparan para tal acción. No hay un plan de contención ante tal acto ilegitimo.
Si ya hay un anuncio de lo que se pretende, y hay una larga historia postelectoral, ante el triunfo, porqué no se toman las medidas necesarias para abordar tal cuestión. Se debe prever, qué anunciaran o qué practicas llevaran a cabo para tan nefasta acción.
Veamos algunos supuestos y practicas empleadas por los "cantantes del fraude", y a partir de ellas, saber adelantarnos y no colocarle las cosas tan fáciles para su maniobra:
- Fue un proceso fraudulento. Aunque no haya ningún proceso de impugnación, cantan fraude y ya, muchas veces sin pruebas, y si las hubiera son fabricadas. Alerta ante posibles pruebas creadas e ilegales.
- Se realizaron las elecciones sin la participación de todos los actores políticos. Hay que posibilitar la mayor cantidad de candidatos en las elecciones.
- Evitar a toda costa, que algunos sectores no participen en las elecciones, porque luego éstos boicotearan y deslegitimarán los resultados, aludiendo que les impidieron participar.
- Estar atentos a no reconocer los resultados a nuestro favor, por aspectos como: por no cumplir con los "estándares internacionales de un proceso democrático, libre, justo y transparente"; "no se han respetado los estándares democráticos"; falta de legitimidad del proceso electoral (de acuerdo al país donde se realizaron las elecciones; y "ausencia de observación internacional independiente, ni garantías". Respondamos antes estas preguntas: ¿Cuales son esos estándares internacionales? Por ejemplo: ¿Cuál debe ser el porcentaje mínimo de participación, para que una elección sea válida o legitima: 50, 60, 70 por ciento, o entre 75 y 90 por ciento? ¿Cuáles son los criterios para determinar si un país se ajusta o no a los mismos? ¿Quién lo determina?
Así mismo, se deben invitar a observadores de todo tipo a las elecciones, con lo riesgoso que eso pueda ser.
- Hay otros elementos a los que recurren los pro-fraude: la supuesta compra de votos y la supuesta coacción de la voluntad popular, instalando puntos de apoyo a las elecciones, cerca del lugar de las mismas. Atentos con estos mecanismos, para no dar que hablar.
- Blindar el tema de las auditorias. Permitir las mismas con todos los candidatos, en lo posible que sean públicas y televisadas.
Los revolucionarios no debemos dejarnos arrastrar por las argucias opositoras.
Unos últimos consejos son:
- Repetir hasta la saciedad, que se realizaron elecciones presidenciales, con fecha y hora, amparadas por la Constitución Nacional.
- Si se adelantan las elecciones, por cualquier eventualidad, hacer saber quien las solicitó.
- Precisar bien, de acuerdo a cada país, si el voto es un derecho, un deber o es obligatorio. Además de, manejar bien el tema de la abstención, evitando se politice.
- Hacer énfasis la participación de los partidos, con sus nombres exactos, así como la postulación de los candidatos.
- Verificar que ninguno de los candidatos, impugne los resultados; que no haya pruebas, evidencia o denuncia de fraude.
Alertas entonces hermanos latinoamericanos, de Argentina, Uruguay y Bolivia, no caigamos en los errores del pasado, preveamos por donde vienen los tiros de la oposición apátrida, que sabe de todo tipo de "mañas" en procesos electorales y que desea gobernar en su beneficio propio y no del pueblo.