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Pacientes farmacológicos, una respuesta a los bienes de consumo de EEUU

Viernes, 18/10/2019 09:14 AM

Las especializaciones tienen una larga historia en la medicina, pero recientemente se han diversificado aún más, y se ha llegado a una etapa de ultraespecialización. Se ha incrementado la presión profesional y social hacia la necesidad de especializarse con el consiguiente deterioro de la valoración y reconocimiento social al médico general. El descenso en los ingresos de los médicos está directamente relacionado con el incremento de los ingresos del sector fármacos. La tendencia muestra que los laboratorios están percibiendo la parte de los ingresos que anteriormente correspondían a la corporación médica. Por un lado, esto se debe a que los pacientes, cuando tienen que elegir entre pagar la consulta o comprar los medicamentos, optan por lo segundo. Por el otro, la tendencia a la automedicación se refuerza con los medicamentos de venta libre.

En el sur de Valencia, Venezuela, podemos observar buhoneros que tienen en sus tarantines cualquier cantidad de fármacos y lo venden libremente y los pacientes por alguna enfermedad o transeúntes lo adquieren para consumirlos sin regulación alguna.

Más de 30 000 niños mueren diariamente a causa de enfermedades que en su mayoría podrían evitarse, o 18 millones de personas mueren cada año por enfermedades transmisibles, muchos de ellos viven en zonas marginales y no tienen posibilidades de adquirir medicamentos, privilegio reservado solamente para los que tienen dinero.

Introducirse en el medicamento y su entorno conduce a valorar su trascendencia como instrumento de trabajo para el profesional sanitario, herramienta sofisticada en su desarrollo tecnológico e imprescindible en la vida cotidiana para curar y aliviar a la persona enferma.

Las cuestiones del medicamento sobrepasan con creces las científicas. Hoy el ciudadano o el paciente está más formado (cultivado) sanitariamente. El medicamento pertenece hoy día al ciudadano, quien reclama más calidad de vida y de bienestar. En los países desarrollados no sólo se trata de prevenir y curar enfermedades importantes, sino también de aquellas necesidades relacionadas con su higiene, su apariencia personal o estética, o bien de aminorar cualquier leve sufrimiento, para disfrutar con plenitud de su vida.

Progresivamente se hace más difícil el trazado de coordenadas que permitan establecer referencias estables entre el medicamento prescrito por el médico, el autocuidado y las demandas de salud ejercidas por la sociedad del bienestar. La ciencia farmacológica se adapta a los cambios tecnológicos, se hace más social al estudiar todas las variables que influyen en el buen uso del medicamento comercializado, evitando al máximo sus consecuencias negativas, en el contexto de una salud publica mejorable, con la participación interprofesional de expertos del medicamento y su entorno social. De ahí, que además de farmacólogos clínicos, médicos o farmacéuticos hay otra experiencia, nada despreciable, que directa o indirectamente tiene mucho que hacer con el medicamento (legisladores, economistas, juristas, veterinarios, comunicadores de prensa, radio, televisión, docentes, sociólogos, psicólogos, etc.). Se habla de una Farmacología Social Interdisciplinaria. Esta disciplina estudia la investigación farmacológica de los medicamentos en el paciente, en la sociedad, en el sistema sanitario, en la industria farmacéutica con la finalidad de dar bases a las políticas y estrategias sanitarias de los medicamentos.

La civilización postindustrial seguirá generando riesgos para la salud de la población. La polución industrial es fuente de enfermedades alérgicas e intoxicaciones, la sobrealimentación y el sedentarismo de las sociedades ricas tienden a incrementar los riesgos por obesidad, dislipidemias y diabetes; la soledad, inseguridad e incremento del ritmo de la vida cotidiana, en las grandes ciudades, producen estrés y conducen a conductas límites sino francamente psicopatológicas.

Estas condiciones que genera la sociedad no pueden enfrentarse incrementando el arsenal terapéutico, ya que "ninguna sustancia química puede ser creada y administrarse a mujeres y hombres por vía oral, nasal, ótica, retinal, cutánea, subcutánea, intramuscular, endovenosa, intratecal, rectal o vaginal, sin estar totalmente libre de riesgos".

Actualmente el medicamento ha terminado siendo un bien de consumo y se comercializa siguiendo las técnicas de marketing como si fuera un cosmético o una marca de vino. En la medida que se vaya alcanzando una utilización más racional de los medicamentos se hará más eficiente el uso de fármacos por la sociedad.

Se puede concluir que las terapéuticas no farmacológicas tienen que constituir una filosofía de trabajo de los prescriptores y debe divulgarse al público como parte de la cultura sobre la autorresponsabilidad de la protección de la salud en general y de los peligros y beneficios del uso de los medicamentos en particular a través de la promoción y educación de la salud, herramientas de la salud pública.

El ser humano es el agente principal, responsable de salvaguardar su propia vida y promover su salud; el médico es el profesional que colabora con el agente principal para ayudarlo a prevenir la enfermedad, a curarla y rehabilitarle sus capacidades.

La salud y el acceso a los medicamentos son un derecho del hombre, acorde con el desarrollo de la sociedad, por razones de justicia distributiva. El Estado tiene la obligación moral y Hoy en día, por término medio, en todo el mundo, las personas viven mucho más que sus abuelos. En parte, eso es debido a la innovación en el ámbito de las vacunas y a que los medicamentos llegan a un mayor número de pacientes. Sin embargo, a medida que aumenta la esperanza de vida y los nuevos avances médicos amplían el abanico de oportunidades de los nuevos tratamientos, a muchos gobiernos les resulta cada vez más difícil repartir sus limitados recursos. En este contexto, las cuestiones del acceso a los medicamentos y política de garantizar esto, y así llegar a la eficiencia en el uso de los medicamentos.

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