"La tarea del educador solo puede tener como base la normalización del niño y así conseguir la normalización del hombre y la renovación de la sociedad"
(María Montessori, 1870-1952)
Frase, de nutritivo contenido social; que si bien no encaja con el título del tema, considero que tiene mucho que ver con la formación inicial del párvulo en el seno de la familia, lo que contribuirá favorablemente a su desarrollo para ser útil a la sociedad, dicho sea de paso, esa misma sociedad está formada por la complejidad existencial de la unión de muchas familias.
Podemos comenzar diciendo que, la familia es el primigenio elemento de civilidad del hombre y es el ingente instrumento de custodia de las opulencias culturales, axiológicas, morales y jurídicas que se traspasan de una generación a otra, consolidándose así la tradición de los pueblos. A mi modo de ver el asunto, ese traspaso generacional, consiste en las costumbres, los hábitos, el amor, el compromiso, la solidaridad, entre otros. Todos estos elementos se conjugan cuando, verdaderamente, existe correspondencia o reciprocidad entre los integrantes del grupo familiar, llámese parentesco por afinidad o consanguinidad. Si esto se hace imposible o perturbador, cosa que no creo, podría hablarse, entonces, de familias distanciadas por vanidades, que son como las porcelanas, bonitas por fuera, pero frágiles por dentro.
Como la porcelana, las familias que, verdaderamente, no se valoran por su esencia, sus relaciones se rompen fácilmente, ante cualquier eventualidad por menos brusco que sea el movimiento. Las relaciones familiares agrietadas, dejan huellas de resentimientos, envidia, egocentrismo; y construyen surcos para la desunión, la enemistad y el rencor, no tomando en consideración la importancia de la conciencia que hay que tomar de los valores intangibles que deben prevalecer para la cohesión de los elementos o miembros de una parentela. No hay nada más destructor en una familia, que la culpa. La culpa que se presenta a través de situaciones inacabadas por montón; la presencia de ese círculo lleno de vicios que empieza a repetirse, como para no dejar atrás o para no olvidar el castigo merecido o inmerecido en cualquier fase de la existencia. Familias unidas y amalgamadas, nunca serán familias de porcelana.