La información con la que juzgamos lo que pasa en este lado del mundo nos llega procesada por las agencias, ya masticada. Cada cual juzga la realidad según sus intereses, o inventa una suya, a su medida, usando las redes sociales (cargadas de tecnología y odios), por televisión, o en la prensa escrita. Los responsables de distribuir información o desinformación solo sirven a quienes poseen sus contratos de trabajo, y los que la generan se creen sus propias mentiras, o mejor dicho, creen que sus propios beneficios representan el interés colectivo, se creen buenos. Este sentimiento apiadado de sí mismo lo comparten todos nuestros políticos, maduristas y escuálidos, mientras actúan como corredores de bolsa en el gran mercado del voto y de las lealtades, mintiendo, estafando, vendiendo lo que no existe.
Hablamos de nuestros políticos en disputa por el control del gobierno, de los maduristas y de los otros, la oposición, ¡los escuálidos!, como los llamó Chávez. Actúan de la misma forma, con las mismas armas. La mentira es el arma más utilizada. Para combatir la mentira, mienten.
No se puede leer, ver y escuchar ningún medio de información sin tener que escarbar en el lodo de la mentira, para pescar limpia alguna verdad. El estilo no existe, no se sabe quién escribe u opina, todo parece redactado por una sola inteligencia. El engaño se superpone al estilo, al autor, a casi todo. Cuando el interés personal o de grupos es la prioridad dentro de los medios, la verdad no importa mucho. En general, disimular se ha hecho tan natural dentro del discurso político que escucharlos hablar, a los políticos, para nosotros que estamos un poco despiertos ya no le vemos mucho sentido, basta con salir a la calle para saberlo.
Decía Che que no se puede hacer la revolución con las armas del capitalismo, porque sería actuar de la misma manera que actúan los capitalistas, reforzar sus valores en las prácticas políticas y de vida. Esto dice mucho de la naturaleza de una verdadera revolución: una revolución socialista es un cambio espiritual y moral.
El arma propia del capitalismo, mucho más que la violencia es la mentira. Igual pasa con la revolución, más que con la violencia, una causa justa vence siempre con la verdad. El capitalismo se fundamenta en un engaño, en un robo que los capitalistas hacen ver como legítimo, como natural, necesitan disimular para que ese robo social pueda ser tolerado por el trabajador explotado (al que el patrón le da lo justo para mantenerse vivo, a cambio de que le trabaje de gratis por un determinado tiempo: eso es la explotación). La doctrina del consumo se fundamenta en mentiras, en crear necesidades e insatisfacciones, para eso se inventó la publicidad y la propaganda, ¡toda una ciencia de la persuasión a través del engaño! Esta combinación de técnicas para el engaño ha servido tanto al capitalismo como a la política, con la cual se pelean los capitalistas frente a capitalistas y los políticos entre ellos, representando los intereses de sus dueños: banqueros, comerciantes, industriales, terratenientes, y todo lo que salga de sus posibles alianzas y componendas. La mentira está en el centro de toda explotación de humanos y de la naturaleza, y detrás de todo consumo inducido y compulsivo.
Una vez los representantes de las "rastreadoras" denunciaron al hijo de Aldemaro Romero, directivo de Bioma (una organización conservacionista), porque este señor, para dramatizar la matanza de delfines por estos pescadores inescrupulosos, él mismo sacrificó un delfín frente una cámara de video, con la intención de elaborar una especie de contra publicidad que desprestigiara ese método depredador de pesca. Los denunciantes, un atajo de hijos de puta, apelando al sentido moral de una sociedad pacata, mostraron lo cruel que puede ser aquel que tiene por causa la defensa de la naturaleza. Eso suele suceder cuando usamos las armas equivocadas para pelear por causas, quizás no tan "nobles", más bien ocultas. No es la violencia lo que nos indigna, se trata de contra quién la ejerces, cómo la ejerces y por qué.
Lo mismo pasa con aquellos que defienden a los exaltados que asesinaron a un hombre pobre quemado con gasolina. Estas "buenas personas" parten de la idea de que la "nobleza" del fin, que se supone buscaban con esa barbaridad, justifica el medio, disculpa el linchamiento de ese pobre hombre. Sin embargo, mienten. El fin y los medios es lo mismo, se confunden – que es lo que en el fondo quiso decir la frase de Maquiavelo –. El fin de fondo que persiguen esta "gente decente" es seguir quemando pobres y negros, cada vez que estos se rebelen, pero ellos gritan que lo hacen en "nombre de la libertad" ¿Por qué?, porque no pueden hablar con la verdad frente a una sociedad educada en la pacatería, que vive de mentirse y de que le mientan.
¿Cómo se puede cambiar una sociedad así, si le mentimos, si mentimos para denunciar la mentira, si somos deshonestos, si ocultamos nuestras verdaderas intenciones a aquellos de los cuales recibimos todo el apoyo que necesitamos?
La verdad debe estar por delante de todas las mentiras y de los mentirosos – diría un Che –, y ella está en lo que hacemos, en lo que somos, en nuestras prácticas de vida, en hablar lo necesario y actuar conforme a nuestras palabras. La verdad es hacer que un discurso pese tanto como nuestros actos.
Si actuamos en nombre del socialismo, no podemos usar el terror como arma. No se puede ser anticapitalista si usamos el capitalismo como herramienta económica. No se puede defender la libertad de expresión si censuramos y perseguimos la expresión. No podemos clamar por la igualdad si sostenemos un régimen de privilegios…, y así por el estilo… Sin embargo ¡Sí se puede hacer y lo hacen ahora!, ¡sin que la contradicción les acarree daños físicos o morales, con mucha facilidad! Esto se hace mintiendo, y educando a la sociedad en la mentira; ¡que todos vivamos de la mentira! ¡Que creamos que mentir es bueno! … y que a la verdad hay que perseguirla, porque "nos hace sentir mal", sobre todo en época de navidad.
Pero ayer un tren del metro se descarriló en la estación de Plaza Venezuela, y en la noche mataron a una señora para robarla en la de Petare, Caracas está en un estado de sitio virtual, tomada por las policías y la GNB, pero de todos modos la mataron ¿Qué es lo que pasa? En el SAIME el trámite más nimio cuesta más de 500 mil bolívares, hasta más de 8 millones un pasaporte, ¿no hay justicia para los pobres? Parece muy considerado eso de mentir en navidad ¿Para quién?