No, no están ciegos. ¡Son malvados!

Viernes, 20/12/2019 04:33 AM

Milton Friedman aprendió lo importante que era aprovechar una crisis o estado de shock a gran escala durante la década de los setenta, cuando fue asesor del dictador general Augusto Pinochet. El pueblo chileno no sólo estaba conmocionados después del violento golpe de Estado de Pinochet, sino que el país también vivía traumatizado por un proceso de hiperinflación muy agudo. Pinochet impuso un paquete de medidas rápidas para la transformación económica del país: reducciones de impuestos, libre mercado, privatización de los servicios, recortes en el gasto social y una liberalización y desregulación generales. Poco a poco, los chilenos vieron cómo sus escuelas públicas desaparecían para ser reemplazadas por escuelas financiadas mediante el sistema de cheques escolares. Se trataba de la transformación capitalista más extrema que jamás se había llevado a cabo en ningún lugar, y pronto fue conocida como la revolución de la Escuela de Chicago, pues diversos integrantes del equipo económico de Pinochet habían estudiado en la Universidad de Chicago. La velocidad, la inmediatez y el alcance de los cambios económicos provocarían una serie de reacciones psicológicas en el pueblo que "facilitarían el proceso de ajustes". Acuñó una fórmula para esta dolorosa táctica: el "tratamiento de choque" económico.

Pinochet también facilitó el proceso de ajuste con sus propios tratamientos de choque, llevados a cabo por las múltiples unidades de tortura del régimen, y además técnicas de control infligidas en los cuerpos estremecidos de los que se creía iban a obstaculizar el camino de la transformación capitalista. Muchos observadores en Nuestra América se dieron cuenta de que existía una conexión directa entre los shockseconómicos que empobrecían al pueblo y la epidemia de torturas que castigaban a cientos de miles que creían en una sociedad distinta. Como el escritor uruguayo Eduardo Galeano se preguntaba, "¿cómo se mantiene esa desigualdad, si no es mediante descargas de shocks eléctricos?".

A la luz de esta doctrina, los últimos treinta y cinco años adquieren un aspecto singular y muy distinto del que nos han contado. Algunas de las violaciones de derechos humanos más despreciables de este siglo, que hasta ahora se consideraban actos de sadismo fruto de regímenes antidemocráticos, fueron de hecho un intento deliberado de aterrorizar al pueblo, y se articularon activamente para preparar el terreno e introducir las "reformas" radicales que habrían de traer ese ansiado libre mercado. En la Argentina de los setenta, la sistemática política de "desapariciones" que la Junta Militar llevó a cabo, eliminando a más de treinta mil personas, la mayor parte de los cuales activistas de izquierdas, fue parte esencial de la reforma de la economía que sufrió el país, con la imposición de las recetas de la Escuelas de Chicago; lo mismo sucedió en Chile, donde el terror fue el cómplice del mismo tipo de metamorfosis económica. En la China de 1989, la masacre de la plaza de Tiananmen. En la Rusia de 1993, Boris Yeltsin decidió enviar los tanques al parlamento, y maniobrar para impedir que los líderes de la oposición fueran un obstáculo para la privatización fulminante que dio lugar a la nueva clase dirigente del país: los famosos oligarcas.

De Chile a Irak, la tortura ha sido el socio silencioso de la cruzada por la libertad de mercado global. La tortura, o por utilizar el leguaje de la CIA, los "interrogatorios coercitivos", es un conjunto de técnicas diseñado para colocar al prisionero en un estado de profunda desorientación y shock, con el fin de obligarle a hacer concesiones contra su voluntad. La lógica que anima el método se describe en dos manuales de la CIA que fueron desclasificados a finales de los años noventa. En ellos se explica que la forma adecuada para quebrar "las fuentes que resisten a cooperar" consiste en crear una ruptora violenta entre los prisioneros y su capacidad para explicarse y entender el mundo que les rodea. Primero, se priva de cualquier alimentación de los sentidos (con capuchas, tapones para los oídos, cadenas y aislamiento total), luego el cuerpo es bombardeado con una estimulación arrolladora (luces estroboscópicas, música a toda potencia, palizas y descargas eléctricas). En esta etapa, se "prepara el terreno" y el objetivo es provocar una especien de huracán mental: los prisioneros caen en un estado de regresión y de terror tal que no pueden pensar racionalmente ni proteger sus intereses. En ese estado de shock, lamayoría de los prisioneros entregan a sus interrogadores todo lo que éstos desean. Información, confesiones de culpabilidad, la renuncia a sus anteriores creencias.

En resumen, el modelo económico de Friedman puede imponerse parcialmente en democracia, pero para llevar a cabo su verdadera visión necesita condiciones políticas autoritarias. La doctrina de shockeconómica necesita, para aplicarse sin ningún tipo de restricción —como en el Chile de los setenta, China a finales de los ochenta, Rusia en los noventa y Estado Unidos tras el 11 de septiembre—, algún tipo de trauma colectivo adicional, que suspenda temporal o permanentemente las reglas del juego democrático. Esta cruzada ideológica nació al calor de los regímenes dictatoriales de Nuestra América del Sur.

¡La Lucha sigue!

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