¿Por dónde empezar a salir del abismo?

Viernes, 20/12/2019 08:05 AM

El reto de rescatar a un país no acepta recatos, es una tarea de dirigentes y pueblos que se construyen a sí mismos gigantes. En ella no caben impostores, imitadores, pusilánimes.

¿Por dónde empezar? es la pregunta clave en cualquier situación más o menos delicada; de la respuesta dependerá el éxito. Pensemos en un herido de bala que llega a la emergencia de un hospital. Si los médicos empiezan por tratar al paciente de un uñero, o de una urticaria, para después evaluar la herida de bala en el abdomen, el paciente corre peligro de morir. Similar situación se le presenta a quienes pretenda rescatar a Venezuela. Veamos.

La respuesta que proponga puede ser una mera operación económica, por ejemplo: privatizar PDVSA, la telefónica, la electricidad; modificar la relación con el dólar, repartir más cajas, intentar controlar los precios, incentivar a la burguesía para elevar las fuerzas productivas. Será una respuesta capitalista que producirá la exclusión de grandes sectores de la sociedad y requerirá un aumento de la represión, un control de los relegados que serán confinados a los guetos, un proceso embrutecedor de las grandes masas. No es nueva, no es extraña esta salida, la conocemos muy bien, tiene nombre: la Cuarta República, la socialdemocracia, el bipartidismo.

En contraste, puede ser una respuesta que vaya al centro del problema, que entienda las raíces de lo que hoy padecemos, las causas, los errores cometidos. Esta respuesta se basará en la idea de que el destino de un país, su calidad, depende de la calidad de su pueblo, necesitamos pueblo que siga la razón y no un simple rebaño que siga la zanahoria. Podemos, entonces, concluir que no habrá país, que no saldremos de la crisis sin cambiar a la masa, al pueblo, sin hacerlo responsable de su destino, sin acabar con la actitud paternalista, y también sin acabar con los gobiernos pragmáticos empeñados sólo en subsistir. Ya sabemos por dónde empezar, ahora tenemos que estudiar cómo hacerlo. Veamos.

El gobierno y la sociedad forman un complejo cuyos polos se complementan, se influyen, se reflejan. El Estado, la sociedad será un reflejo de su gobierno y éste una imagen de su sociedad. Debemos concluir que las malas características de este gobierno no son extrañas a la gran masa, tienen mucho en común.

Con la Revolución de Chávez se inició un proceso de formación de un pueblo empoderado, que no es otra cosa que un pueblo educado, que se reconoce a sí mismo como responsable de la construcción de su propio futuro, en el cual los individuos estén conscientes de su pertenencia a la sociedad, tengan elevada conciencia del deber social. El madurismo truncó ese proceso, envileció a la masa, estableció la mentira como forma de gobierno, la hizo dependiente de su sumisión, la fragmentó: "cada quien para cada quien". Y de esta forma estableció el complejo social que hoy padecemos.

Debemos empezar por rescatar el valor de la palabra, sustituir al gobierno y a la oposición gringa basados en la mentira, en la palabra irresponsable; sustituirlo por el gobierno de la razón, de las respuestas serias, argumentadas, probadas; que sea autocrítico, que reconozca errores y aciertos. Hay que empezar por construir una vanguardia que diga la verdad a la gente, que con su palabra y con su ejemplo se diferencie del estamento político de hoy. Hay que comprometer al pueblo con su futuro, con su vida, que dejemos de culpar a otros de lo que nos pasa, que dejemos de huir, de fugarnos de mil maneras de la realidad que nosotros mismos construimos… Todos somos responsables de estar en el abismo, todos seremos responsables de salir…

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