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Como los gringos son "muy bellos", a todo le ponen bellos nombres, la masacre de Panamá la llamaron "Operación Causa Justa", y lo JUSTO consistió en aquella hora, reclamarle por las "buenas" al presidente Manuel Antonio Noriega la JUSTA entrega de la carga de droga que éste debía enviar a Estados Unidos una vez extraída de Colombia. Noriega se estaba quedando con un uno por ciento que era muchísimo para él solo. Bush al enterarse puso el grito en los infierno: "-¡Jódanlo!". El problema con Venezuela también tiene que ver con la droga pero por un motivo totalmente diferente: la revolución bolivariana se ha convertido en un serio tapón (obstáculo) para el transporte de estos enormes cargamentos de cocaína desde Colombia hacia Estados Unidos: no puede ser que los socios colombianos de Estados Unidos se estén partiendo los lomos para mandar el "bendito polvo blanco" a los millones de desquiciados que están reverberando en el Eterno Sueño Americano, y que entonces aquí, en Venezuela, se lo estemos quemando… es INJUSTO, y es motivo más que suficiente para otra CAUSA JUSTA: una INVASIÓN… Hay que tener en cuenta que la Unión Europea está también exigiendo su parte de este pavoroso BOTÍN que representa la droga colombiana.
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Cuando se hizo el cálculo de los muertos panameños por la referida CAUSA JUSTA, éstos fueron cuantificados en unos quince mil. No moriría en la acción ni un solo gringo, como efectivamente ocurrió. En los estudios sobre los muertos que ocurrirían en Venezuela por una equivalente CAUSA JUSTA, donde nuestros soldados ya no reaccionarían con chopos ni machetes como aquellos panameños (que ni siquiera llegaron a hacerlo), sino armas poderosas como los S-300, por ejemplo, con más de tres millones de milicianos decididos a dar la vida por la patria, se cree, según el propio estudio gringo, que habría alrededor de 150 mil muertos por nuestro lado, y las bajas gringas se evaluarían (científicamente) en unas 49, porque ellos cuentan con poner a pelear sobre todos a colombianos y brasileños.
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Los gringos se lo han estado pensando últimamente: temen, que las Fuerzas Armadas Bolivarianas, con su concepción de Patria Grande, podrían llevar esta guerra de RESPUESTA FULMINANTE, al propio terreno colombiano y brasileño, incluso con el mismo propósito de repetir la hazaña del Libertador Simón Bolívar, entre 1821 y 1824: un incendio hemisférico antiimperialista, con consecuencias incalculables para los negocios norteamericanos, incluso en el planeta por las reacciones de los pueblos.
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La madrugada del 20 de diciembre de 1989 le cayeron a Panamá con armamentos de última generación, convirtiendo a esa pobre e indefensa nación bajo el fuego de la tecnología bélica más sofisticada del momento, la que luego Estados Unidos utilizaría en la Guerra del Golfo Pérsico. El gobierno de Panamá en 1989, podía decirse, insistimos, carecía realmente de fuerzas armadas propiamente, ni siquiera para hacerle frente a un grupo de cincuenta bandoleros atacando con chopos. Estados Unidos en su acción dispuso la 82.a División Aerotransportada con 26 mil super-asesinos-ultra-dotados, armados hasta más allá de los dientes… A Venezuela han estado pensando movilizar más de cien mil soldados en la primera arremetida, y unos trescientos mil con apoyos colombianos y brasileños, con la consabida duda que no se sabe el valor moral de estos para un enfrentamiento, teniendo en cuenta que serían usados básicamente como mercenarios.
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El pobre presidente (puesto por los propios gringos) Manuel Antonio Noriega se encontraba indignado, porque toda la droga que él acopiaba "con grandes esfuerzos y acuerdos con los narcos colombianos", se la estaban llevando los socios de George Bush sin retribuirle lo que él consideraba "justo" para sí y sus socios. Se había cansando el presidente de Panamá, coronel Manuel Antonio Noriega, de ser apenas un "vil peón" de la Casa Blanca, porque prácticamente sus funciones como jefe de Estado se reducía a negociar y enviar droga a Estados Unidos. Un día se rebeló, un día dijo "YA BASTA", y comenzó a dar discursos anti-gringos, blandiendo ante las multitudes un machete que era lo único que tenía para defenderse y para defender sus intereses ante las amenazas de George Bush (padre) quien ya le había mandado un mensaje: "Usted debe entregar el gobierno, se le ha terminado su contrato, y no cuenta más con nuestro apoyo". Algo muy parecido a lo que Mike Pompeo le está diciendo al presidente Nicolás Maduro, con la tremenda diferencia que no ha sido Washington quien colocó a Maduro en el cargo, sino nuestro pueblo.
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Cuando el presidente Marcos Pérez Jiménez, se negó a dar el permiso para que es etableciera una base norteamericana en Paraguaná, y además propuso en 1954, en la Conferencia de Panamá, crear un Banco Latinoamericano, el presidente gringo Ike Eisenhower le envió una nota de protesta en la que le decía: "Su contrato ha terminado…".
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Un año le llevó a Estados Unidos preparar la invasión a Panamá con más de 26 mil mariners, por dos razones fundamentales que le venían a pelo: primero, el Pentágono necesitaba probar una serie de armas en una acción relámpago sobre un país (porque se preparaba para invadir Irak) y segundo, George Bush (padre) tenía la excusa perfecta: darle una lección al presidente panameño, quien luego de haber sido su socio en el trasiego de droga desde Colombia hacia Estados Unidos, había cogido vuelo propio y no entregaba claramente a WASHINGTON todas las cuentas de sus "sucios manejos". Realmente se estaba tratando simplemente de un mero pleito entre mafias, siendo uno de los contrincantes el capo más poderoso del mundo... Es idéntico al caso de lo que ocurre con el actual presidente de Honduras, con la diferencia de que ´éste sí cumple con sus acuerdos con la Casa Blanca (como lo han cumplido todos los presidentes de Colombia desde 1970, no cogerse más de los debido…).
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Los 26 mil mariners provocaron una masacre en Panamá, principalmente en el humilde barrio de Chorrillos, y ni un solo gringo invasor sufrió el menor rasguño. Los hoteles se llenaron de promontorios de cadáveres panameños, incluso el fino hotel Marriots de la capital... ¡Qué gran gesta la de aquellos malditos gringos, sobre todo la de George Bush, quien murió en un lecho de sus rosas como un héroe!
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El ignorante y rutilante chancho de Gustavo Cisneros, dueño de Venevisión, empedernido amante de los valores gringos, protuberante genio de la pornografía del entretenimiento, trajo a Venezuela en 2001, como gran trofeo a la causa de la libertad y la democracia, a George Bush… Hugo Chávez tuvo en Caracas la oportunidad de ver a los ojos de aquel asesino de Sadam Hussein presentado por el empresario Gustavo Cisneros. Aquel choque de dos personalidades tan opuestas debió ser de un profundo impacto para ambos (Chávez y Bush)… Gustavo Cisneros llevó de paseo a Bush a sus islitas de Los Roques (estas islitas se la habían cogido los ricos de Venezuela), y allí, en medio de aquellas cristalinas y hermosísimas aguas, en aquellas límpidas arenas, se dio la siguiente conversación entre Bush y Cisneros:
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¿Tú crees que a este Comandante Venezuela habrá que hacerle lo mismo que a Noriega?
Ya en aquel momento se estaba planteando el serio problema que podía enfrentar el transporte de los grandes cargamentos de droga desde Colombia a Estados Unidos.
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Se parecen ambos, Noriegas y Chávez, como dos gotas de agua – fue lo que le respondió Gustavo Cisneros a aquel capitán america…
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El caso de la invasión de Panamá cumplió, pues, este pasado 20 de diciembre, treinta años. Es necesario revisarla y nunca olvidarla. Panamá, ratificamos, era un país (hoy está peor) muy indefenso, con una poderosa base militar gringa en sus entrañas, pero que en un momento, llegó a tener un presidente como Omar Torrijo, quien le había exigido cuentas claras a los norteamericanas, en relación con el uso y abuso que estaban haciendo del Canal de Panamá. Nadie, OJO, le puede exigir nada a los gringos so pena de convertirse en blanco de sus monstruosas y terroríficas acciones, y a Torrijo lo mataron los gringos.
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Por cierto, Omar Torrijo fue muy amigo del gran novelista inglés Graham Green. No se crea que Graham Green era militante comunista o algo parecido. Graham Green era más bien católico y básicamente uno de los más grandes novelistas del siglo veinte. Graham Green tuvo la virtud, el juicio y el genio de conocer profundamente como nadie, la naturaleza vil, asesina, calculadoramente fría y manipuladora, canalla, patológicamente vesánica de los gringos.
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Hay un libro que releo todos los años, una de las obras antológicas de todos los tiempos (al nivel de "El corazón de las tinieblas" de Joseph Conrad), titulada "EL AMERICANO IMPASIBLE" del ya mencionado escritor inglés Graham Green. El que no se lea este de libro de Graham Green se morirá como un pendejo. Por escribir este libro los gringos declararon a Graham Green, PERSONA NON GRATA. Graham Green lo dice clarito: Todos los gringos que andan desperdigados por el mundo como supuestos agentes de la paz, como defensores de los derechos humanos, como protectores de la libertad de expresión, como promotores de la democracia, no son sino asesinos y terroristas encubiertos y a sueldos del Departamento de Estado norteamericano.
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En 2001, luego de los ataques del 11 de Septiembre, Miramax, filial de Disney, suspendió la distribución en Estados Unidos de la nueva versión fílmica de El americano impasible (The quiet american), la novela de Graham Greene protagonizada por Michael Caine. Se dieron diferentes excusas. Pero finalmente una sola razón quedó en pie: la crítica irónica al imperialista americano, y su mentalidad de "inocencia", resultaba impresentable en el ambiente de fervor patriótico que se vivía -e inducía- por aquella época en los EEUU. Pero esa mentalidad de "inocencia" no es otra que el que luce una cara de pendejo pero que lleva una bomba debajo del brazo para descuartizar civiles. El gringo es una rana platanera, un monstruo cuyo placer es provocar caos y desgracias en todos los lugares del planeta que por la más nimia razón no se pliegue a sus mandatos.
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Dice el crítico Carlos Franz: "De rebote, la censura a esta película fue una prueba del poder contestatario y antisistema de Greene, a casi cincuenta años de la publicación de esa novela. ¿En que se basa ese poder? Yo diría que es estético y ético a la vez. O sea, en este caso, que se basa en la capacidad de Greene para dibujar literariamente la ambigüedad moral escondida debajo de las máscaras de inocencia más convincentes. Y el ejemplo cumbre de ese estilo es precisamente El americano impasible. Éste es una aguda crítica, pero no del imperio americano sino del talante que lo hace posible. No es una acusación de culpabilidad; sino por el contrario una acusación de inocencia, de los peligros de la inocencia. Según la famosa imagen de Greene en este libro: «La inocencia es como un leproso mudo que ha perdido su campana y que se pasea por el mundo sin mala intención» matando gente".
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Hace 30 años, pues, más de 26 mil soldados estadounidenses con artillería pesada de última generación invadieron por tierra y mar a Panamá, y los malditos gringos le dieron el nombre a esta invasión del 20 de diciembre de 1989 de "Operación Causa Justa" y es considerada para Unión Europea como un acto que ayudó a la recuperación económica del mundo libre. Un acto que también conrtibuyó por mampuesto a abolir los tratados del Canal: "Nuestro objetivo es desestabilizar el país sin arriesgar nuestra presencia e influencia allí, y al mismo tiempo tener una base legítima para abrogar los Tratados Torrijos-Carter", dice el texto del Memorándum Secreto-Sensitivo del Consejo de Seguridad Nacional, del 8 de abril de 1986.
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El ataque fue durante la noche y la ocupación en las calles y ministerios se extendió durante dos años. El historiador panameño César del Basto, explicó a teleSUR que en el contexto actual el tema parece no interesar a Estados Unidos. "A nosotros sí, pues tenemos la deuda de seguir construyendo una memoria histórica basada en el pasado-presente y no en el pasado-pasado como quieren ellos". Estados Unidos ha intervenido siete veces a Panamá desde 1856 hasta 1989. En el país centroamericano no se tienen claras las cifras de muertos causados por la Operación Causa Justa, según la Asociación de Familiares de los Caídos del 20 de Diciembre de 1989 murieron más de 4.000 personas.
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Pero no se crea que sólo fueron panameños los que allí murieron. Hubo un español que también dejó su sangre en este asesinato en masa. Es un relato que también consulto con frecuencia escrito por Maruja Torres, y que invito a todos los anti-chavistas a leer con sumo cuidado, esos anti-chavistas que viven pidiendo que los gringos nos invadan. En aquel 20 de diciembre, de Navidad, de 1990 se encontraban en Panamá la reportera Maruja Torres y el fotógrafo Juantxu Rodríguez. Aquí copiaré textos de Maruja Torres: "En las cercanías del hotel Marriott, la torreta de una tanqueta enfocó a un grupo de periodistas. Una bala atravesó el ojo de Juantxu. Murió abrazadito a su cámara".
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"Recuerdo Panamá _dice Maruja Torres- como una ciudad blanca, de calor pegajoso y ondulantes crestas de palmeras bordeando el océano; recuerdo la sensualidad de la gente y recuerdo también a Rodrigo, que nos hizo de chófer, y a Rafael Candanedo, periodista local que se convertiría en un gran ayuda, y recuerdo unas cervezas compartidas con el delegado de la agencia EFE, Andreu Claret, que me puso al corriente del momento tirantísimo que se vivía en el país a causa de la disputa por el canal, por las malas relaciones entre el general Noriega y su antiguo patrocinador, el Gobierno de Estados Unidos, en ese momento presidido por George Bush, padre, que mientras dirigió la CIA había sido quien más usó a Noriega como agente doble".
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"Recuerdo que los soldados de las fuerzas invasoras, que habían bombardeado una ciudad para imponer la democracia, no hicieron nada para impedir el caos Le vi caminar hacia delante y caer, pero quise pensar que lo hacía para tomar una foto mejor. Era tan joven. En realidad, ya estaba muerto También recuerdo una madrugada -poco antes de la una, hora local- en que me desperté súbitamente, creyendo no haber desconectado el televisor. "Una película de tiros", pensé. Y no. Los disparos se escuchaban en las cercanías de nuestro hotel, el Marriott. Desde el ventanal abierto a un paisaje paradisíaco vi algo que nunca antes había podido contemplar con tanta perspectiva. Un bombardeo. Un genuino, auténtico, supertécnico y moderno bombardeo, por parte del ejército más poderoso del mundo, sobre uno de los barrios más paupérrimos de la capital, El Chorrillo".
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"Juantxu usó la puerta que comunicaba nuestras habitaciones para entrar en la mía y, con su audaz sonrisa de joven reportero gráfico sin miedo, exclamó: "¡Han invadido! ¡Tengo montado el trípode!". Pues se necesitaba inmovilidad para captar las siluetas monstruosas de los aviones, el infierno de fuego que parían sobre los panameños indefensos. Yo le dije que callara, que los norieguistas estaban tomando rehenes norteamericanos en el hotel, perteneciente a una cadena gringa. Echados en el suelo, escuchamos la radio. Ninguna emisora daba noticia alguna, hasta que conseguí conectar Radio Caracol, a la que llamaban panameños desesperados, contando lo que estaba ocurriendo".
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"…Recuerdo los carros de combate USA, las avionetas achicharradas de un helipuerto turístico, y más tarde, tras una inútil conferencia de prensa en la ya obsoleta cancillería panameña -Guillermo Endara, el títere adiposo puesto por Bush, había jurado la presidencia en una base de la zona del canal; Noriega estaba en paradero desconocido-, recuerdo haber tenido que correr entre disparos hasta la legación española, que se encontraba al otro lado de la plaza. Recuerdo los saqueos, perpetrados por panameños de todas las clases sociales -un hombre intentaba sacar de una tienda una lancha motora, manejando el volante; una mujer arrastraba varias piezas de tela de brocado; otros arrastraban lavadoras, frigoríficos, cascos de peluquería-; recuerdo los ojos de ira del propietario de un supermercado, que se defendía de los saqueadores armado con un palo, y cómo se echó a llorar cuando le pagué una botella de imprescindible whisky, mientras sus compatriotas trataban de asaltarle".
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"Recuerdo las patadas contra los cierres metálicos de la muchedumbre enajenada, los alaridos de los norieguistas linchados, los cuerpos que se amontonaban en los pasillos de la morgue del hospital de Santo Tomás. Recuerdo a los prisioneros, maniatados y boca abajo en los parques, con las botas de los marines en sus espaldas. Recuerdo, sobre todo, que los soldados de las fuerzas invasoras, que habían bombardeado una ciudad para imponer la democracia, no hicieron nada para impedir que el caos les asegurara la necesidad de orden".
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"El 21 de diciembre, Juantxu y yo volvimos al hotel Marriott para intentar recoger nuestras pertenencias. Se hallaba en poder de los norieguistas cuando lo abandonamos, y ahora lo controlaban tropas estadounidenses. Por encima del hombro de uno de los soldados que nos conminaron a marcharnos vi cadáveres alineados en el vestíbulo. Tal vez entre ellos se encontraba el amable director que nos había invitado a una copa en ese mismo lugar, que ya pertenecía a otro mundo: el vestíbulo, con su Santa Claus montado en reno colgado del techo, era un símbolo de la locura, de la destrucción. Como la ciudad entera".
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"Recuerdo que retrocedimos hacia un edificio destinado a convenciones, y que vimos acercarse lentamente un convoy de los marines por la avenida que bordea el mar, y permanecimos quietos mientras giraba en dirección al Marriott, y a nosotros, que montábamos la guardia enfrente. Había otros fotógrafos: entre ellos, Roberto Armicione, de Reuters en Honduras, y uno o dos franceses. Yo miré a mi alrededor, buscando francotiradores. Ni uno. Ni dónde esconderse".
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"No sé quién abrió fuego antes, seguramente los que llegaban, incapaces de distinguir a los suyos, entre otras cosas porque Estados Unidos había proporcionado los uniformes del Ejército panameño. Lo que sí sé es que la tanqueta que encabezaba la comitiva detuvo sus disparos, tras abatir a unos cuantos de los suyos. Luego, la torreta de donde salía el fuego dio un giro de 45 grados y enfocó al grupo de periodistas. Eché a correr entre las detonaciones que me ensordecían, con Rodrigo y un amigo, hacia la única protección que se nos ofrecía, por risible que parezca: el automóvil. Antes de apretujarme con los otros bajo su panza llamé a Juantxu a gritos, pero él se había ido con su cámara. Le vi caminar hacia delante y caer, pero quise pensar que lo hacía para tomar una foto mejor. Era tan joven. En realidad, ya estaba muerto. Una bala le atravesó el ojo izquierdo y así murió, abrazadito a su cámara".
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"Fue una pesadilla y una premonición. Porque regresé a España con un féretro y con la convicción de que Estados Unidos inauguraba una nueva era de intervenciones imperialistas ajenas a la legalidad internacional, en las que la presencia de la prensa libre no iba a ser bienvenida. Con los soldados habían aterrizado sus propias cadenas de televisión, que instalaron sus estudios en las bases del canal y empezaron a difundir información embustera y sesgada. Esto es lo que recuerdo de Panamá. No lo que escribí".
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¿Eso será acaso lo quieren los opositores para Venezuela?