"La felicidad existe en la tierra,
y se gana a través del ejercicio prudente de la razón,
conocimiento de la armonía del Universo
y practica constante de la generosidad"
José Martí.
En una fiesta de fin de año–hace ya varios años– tuve la oportunidad de escucharle a una especialista en medicina, una frase con mucha elocuencia, por demás atrayente, y totalmente convencida de lo estaba diciendo: ¡La felicidad la cargo yo! Los que oyeron la expresión abrieron una corta, pero amena conversación, animados por una palabra, que parece ser la ansiedad de cualquier humano, el cual los sorprendió por momento. La celebración transcurrió de la mejor manera, mientras los presentes hablaban de la ocurrencia de la profesional, sin dejar de verla danzando con su compañero de vida, al son de un pasodoble, como si estuviera en Levante, región española, celebrando las fiestas de moros y cristianos.
Lo cierto, es que la felicidad no la venden en ninguna parte, y ni siquiera la eufórica doctora, puede asegurar la felicidad, como el que carga una mascota paseándola en un parque; porque ese estado de emoción, muchas veces los grandes adinerados la padecen; todo es relativo, cuántas veces nos encontramos con personas muy humildes con la única riqueza: la salud que gozan, pero les sirve para enseñar en cualquier parte una inmensa tranquilidad, como si tuvieran una inmensa fortuna para vivir el resto de sus vidas, sabiendo que sin salud, no sé puede vivir a plenitud, así, tenga el hogar lleno de dólares; el papel moneda más buscado y apetecible por los que siguen creyendo que la felicidad es el dinero.
Ese encanto maravilloso de la vida, se hace más intenso y melancólico, pero a la vez lleno de mucha felicidad, cuando nos encontramos atrapados en el mes de diciembre para celebrar el nacimiento de Jesús de Nazaret; hombre valiente, con ideas avanzadas, y ni siquiera las malas intenciones para esconder su pensamiento universal por parte de un sector de la iglesia, ha podido apartar de los recintos religiosos su presencia; porque la verdad defendida por Jesús, es la misma de nuestros tiempos; solamente han cambiado los enemigos de los pueblos, y ahora están presente con el rostro descubierto, sin importarles a quienes engañan, con tal de seguir ayudando a los oligarcas, y el mayor enemigos de los pueblos: el imperialismo, para pisotear a todo aquel, que levante su voz, como lo hizo el hijo de María, y José de Nazaret, y por eso fue llevado a la cruz en castigo de su atrevido desafío a los verdaderos usurpadores del poder; como una manera de atemorizar a los que siguen sus pasos.
La felicidad es la actitud del momento, para enfrentar los avatares de la vida. Nadie puede negar el amor intenso por sus semejantes por parte de Jesús de Nazaret, cuando lo llevaban directo a la cruz, por los mandadores del poder, al conseguir dóciles mandaderos, vendidos por cualquiera migaja, con tal de sentir la mano del todopoderoso en su espalda; cualquier semejanza con el autoproclamado aupado por Donald Trump, no es simple casualidad, y depende de la manera de ver los hechos para sentirse feliz por la acción de los arrastrados.
A pocas horas para finalizar el 2019, quien escribe siente una inmensa alegría y felicidad al saber que, un Presidente, como Nicolás Maduro, salido del corazón del pueblo, encomendado por el comandante Chávez, para seguir enfrentando todas las asechanzas del enemigo, el mismo que señaló el Libertador Simón Bolívar, hasta los momentos se encuentra enfrentando una guerra dirigida por el gobierno estadounidense, con un solo fin: las riquezas, porque sabe perfectamente que, la única manera de evitar su caída total, es invadiendo a la patria de Bolívar, para apoderarse de la principal fuente de energía–hasta los momentos– el petróleo. Todo lo que necesita el imperialismo, lo tiene Venezuela; por eso, esa guerra con los métodos más criminales, para felicidad de los miserables; en contra partida tenemos las inmensas marchas por un pueblo aguerrido lleno de alegría en defensa de la patria. Vale más la dignidad, que un puñado de dólares. feliz año nuevo. Esperamos ver a los compatriotas en primera fila para seguir defendiendo a la patria. ¡Ahí está la verdadera la felicidad!