En tres palabras

¡Navidad en Bailadores! (I)

Sábado, 11/01/2020 02:04 PM

¡Qué terquedad la mía! Pues sí. Blas, blas y blas…el del tal Perozo Naveda. Justificaciones van. Explicaciones vienen. Ganas de fuñir la mía.

Mi conclusión aunque no se comparta: Largo es pero...

Ella: "Casi nadie lee tus artículos: son muy largos". Me frenteó desafiante. "Deberías retomar el estilo de los artículos que escribíamos en Corpoandes": "En una palabra". Relee: "Andinidad" (…) Así, con esa nimiedad preñada de gracia maternal medioponzoñosa, me reencontré, nuevamente, con la mirada perspicaz y la palabra oral, destellante y cimarrona, de Rocío Castellano. Y con ella vino, elmohín y las carcajadas – a todo gañote – de quien fue exigente en recomendarnos: "sujeto, verbo y predicado". Más na´.

En un instante. Llegó el recuerdo de la economía del lenguaje y la "Crónica De tierras Tintas" – cuya lectura retomé en estos días – del simpar amigo y maestro común, del cabezón, del "sapo llorón", del Doctorísimo y reverendísimo – no faltaba más – En una palabra: ¡Cheo!

Insistió. Una y otra vez. Debes volver a escribir: "En una palabra". Breve. Contundente. Florida. Con eficiencia del lenguaje: decir más con menos. Atesorando palabras. Así, de este mismísimo y circunspecto modo, emergió el trueque y el retruque. Yo acababa de llegar a Bailadores unas horas antes, el 23 de diciembre, desde San Cristóbal. Cargado de libros y alimentos para la mente y el cuerpo físico tridimensional cartesiano. Llegué sin mi chaqueta negra pues la dejé olvidada en el bus de la línea "Independencia" que nos trajo, en escala obligada, desde Tovar. Días después, sorprendido de la honestidad y el sentido de responsabilidad del Chofer quien nos trajo desde San Cristóbal a Tovar y del señor chofer, Vicente Ceballos, quien solidario estuvo pendiente y la rescató, pude con alegría abrigar mi cuerpo del agradable frío de Bailadores, la Cascada, los quemados, la Playa y la aldea: La Otra Banda.

Al otro día, 24, sorprendido, anonadado, recibí, a cambio, abundancia en acordes musicales, alegrías desapercibidas y milenarias sonrisas y ¡Plum! ¡¡Cutuplum!! ¡¡¡¡Putuplum!!!! ¡¡¡Zzzzuuuhhhmmmm!!! Fulgurantes fuegos artificiales hicieron su aparición en el cielo estrellado de las casitas de madera de la Urbanización Bailadores. Y en menos que canta uno de los gallos del constituyente, Luís Martín, todo el ambiente se ungió de cortesías e inmensidades cuánticas y multidimensionales. Música a granel. Sonidos en La Menor y en Si Mayor, de los ángeles, desentonaban con el Do Mayor y el Fa Menor de los arcángeles, hasta que un inusitado coro de serafines, en Sol Mayor, hizo su aparición para plenar nuestras almas de inusitadas y melodiosas vibraciones. Alimento para el alma y el espíritu de la Navidad. Lo sublime y lo celestial superó lo material.

Y, entonces, no hubo ni una duda: el contento colectivo se dejó llevar del espíritu iridiscente de la Navidad. Se hicieron presentes: Las hallacas. La ensalada de pollo. Los refrescos. Los abrazos. Las juventudes. Los recuerdos. Las emociones. Los rostros asidos y colmados de júbilo. No hizo falta ni el pernil ni mucho menos el pan de jamón. Fue suficiente con la exquisitez y la sabrosura del sonido melodioso de la guitarra y, más adelante, del violín del maestro Onorio Vivas. Así y sólo así, fuimos descubriendo, luego de un buen trago del roncito de Chucho Useche, que existe una Honoria con H de hembra. Supimos, además, que aunque se lo pida una y otra vez, Don Onorio: "no volverá a invitar a Sinforosa a bailar" ni que se lo suplique desde Japón. Betania, tímida, hizo silencio.

Presentes estuvieron alegrando nuestro espíritu acompañadas del cuatro, la guitarra y el violín, además del ukelele, las angelicales voces de Rosa y Mariana, bajo la mirada orgullosa de su madre Anylhiana. Jolgorio de poemas. Cantaleta de ensueños. Respetuosos fueron dándose las palabras y rotando instrumentos musicales a quienes correspondía. Acompañando de golpe la juntura humana que nos arremolinó a todos en medio de un huracán anidado de emociones encontradas y miradas refulgentes.

En punto llegó San Nicolás. Se abrieron los regalos. El colorido papel se hizo añicos y así, a quien "mientan" María Gracia, aupada por su hermana Ana Camila, repartió, al "azar", los tan anhelados obsequios. A cada quien según lo pautado. Se destapó el secreto bien guardado y con él se develó el misterio de la incerteza y cada cual recibió lo suyo. Sorprendidas, cada una encontró su dedicatoria en cada libro recibido. Se hicieron presentes para siempre en la 20 con 35: Borges, Cortázar y Neruda. Todo salió como correspondía ¿Casualidad?

Fue una noche asombrosa, mágica, abrigada de color magenta y luz violeta. Intensa. Inolvidable. Sabrocita se fue la noche y llegó la madrugada. Con ella la despedida. A las 2 y 30 am. Como exigió Rocío.

Y yo de terco. En lugar de una o de dos, decidí que fueran tres. En tres palabras, en adelante, a partir de este mismísimo instante, comenzaré a reencontrarme con la síntesis y la concreción, la puntualidad de la palabra bien perfilada, para ver si algún día aprendo a escribir como ella, la revergataria Rocío Castellano y, ojalá, algún día, logre siquiera acercarme un pelín a la pluma de aquel poeta, escritor y eterno amigo, Cheo González quien, en unas navidades en París, recogiendo todas sus frazadas, le dio calor a la desventura, para abrigar a esa lágrima que no logró caer nunca al piso. Al congelarse. En el "Cuerpo de gota aquél".

En Bailadores aprendí además: "Quien no tiene siembra no tiene hembra" Por eso, aceptando la crítica, recogiendo el aprendizaje y las enseñanzas, quiero agradecerles Rocío, Ana Camila y María Gracia, sus atenciones y haciendo mío vuestros pensamientos: ¡Sembraré! ¡Sembraré! y ¡Sembraré!

Todo ha sido tan rápido que esta mañana, al salir a caminar y disfrutar de los bellos paisajes que rodean a Bailadores, sin percatarme si quiera, brotó desafiante de las paredes del Polideportivo Municipal y llegó a mí como un susurro, aquel hermoso pensamiento de Antoine de Saint-Exupéry quien, definitiva e inexorablemente, puso la guinda de fresa en el último bocado de la marquesa de vainilla y chocolate que ese día saboreamos:

"Hay que poner decididamente la inteligencia al servicio del Amor".

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