Mi palabra

¡El emigra! ¡Tu emigras! ¿Cuál es la verdad?

Miércoles, 15/01/2020 07:33 AM

"Nuestra verdadera nacionalidad es la humanidad"

H. G. Wells

En las elecciones que sirvieron para reelegir a Carlos Andrés Pérez, apenas se conoció su triunfo, salió un adeco bonachón con la primicia que, iba a pagar una promesa–díganle pendejo– si este ganaba: nada más y nada menos que irse a pie, desde Acarigua hasta Caracas. Un compadre muy ocurrente, al verlo de su regreso "triunfal" de la capital, le dio un fuerte abrazo, con unas palabras que despertaron risas en los pocos presentes: ¡compadre, usted, si es pendejo con tantos carros se fue a pie para Caracas! Un jodedor al escuchar la conversación le echó otro ingrediente al encuentro: "Lo único que le dio CAP, fue el pasaje de regreso en autobús, porque ni siquiera lo fue a ver".

Así, parece estar pasando con muchos compatriotas nuestros. Las noticias llueven sin escampar, sobre los emigrantes hacia Colombia. Algunos de los comentarios sirven para devolvérselos, como si estuviéramos recibiendo los lanzamientos de un pitcher. Saben lo que significa irse a dormir a una plaza de un país, donde los problemas se palpan a simple vista, y además con un antecedente que sirve para alertar a cualquier aventurero ¡5 millones de colombianos en Venezuela! Pero, en esta guerra comunicacional la cifra, nos permite plantearle un reto muy sencillo a cualquier opositor venezolano, o colombiano, de esos que se encuentran "preocupados" por la suerte de nuestros compatriotas, invitarlos a recorrer nuestro país para ver, si consiguen, aunque sea uno, de los que llegaron en oleadas a nuestra tierra, durmiendo en una plaza venezolana.

Les voy a devolver otro argumento, de los tantos que sirven para conocer la realidad de ambos países. Los venezolanos nos encontramos sumergidos en una crisis, pero tenemos a quien culpar en parte, porque todos los días se encuentra actuando contra nuestro país; anteriormente lo hacía sin dar la cara, y no creían; ahora lo dice, y lo hace; dirige directamente una guerra económica con un bloqueo criminal: el gobierno estadounidense. En Colombia, tienen un Presidente, descaradamente entregado al que nos viene cercando cualquiera entrada de alimentos y medicinas: el mismo gobierno estadounidense; por eso, es muy fácil distinguir el bien del mal; el que no quiera darse cuenta, sencillamente está atentando en contra de la paz, al entregarse en cuerpo y entendimiento al desquiciado de Donald Trump.

La emigración de los venezolanos, la vienen utilizando para esconder la pobreza de algunos países, con gobernantes convertidos en verdaderos títeres; integrantes de la comparsa para atacar el proyecto bolivariano. A raíz de la lógica publicidad institucional del gobierno del Presidente Maduro, al llegar a la cifra de 3 millones de viviendas construidas, me llegó un correo de un amigo colombiano; digo amigo, porque todo trato de dirimirlo a través del diálogo, la mejor manera de entenderse los humanos; lo contrario es caer en la actitud de Iván Duque, al convertirse en un guarimbero con Guaidó, cuando trataron de ayudar a los gringos a pisotear nuestro territorio. El mensaje parece una travesura de niños, al no valorar el esfuerzo del gobierno venezolano, por darle viviendas dignas a la población: "El gobierno de Maduro, montó un show por los 3 millones de viviendas, mientras los venezolanos se vienen a dormir en las plazas en Colombia"

A pesar de estos ataques al estilo Guaidó, seguimos contando algunos casos de emigrantes. En los días de diciembre, me encontré el hijo de un amigo; apenas lo vi lo saludé con las preguntas del momento: ¿cómo te fue? ¿Vienes a pasar la navidad? Las respuestas parece que las cargaba listas, y si no corto lo que terminó en un monologo, me agarra el año nuevo en la calle, escuchando al muchacho: "Por los menos, regrese vivo. Allá conocí la dictadura; una señora, que todas las noches me tocaba la puerta de la habitación para recordarme la hora de apagar el televisor; me falto poco para bañarme con un gotero. Cuando me pregunta, qué si vengo a pasar las navidades: vengo a pasar lo que me queda de vida, porque para allá no vuelvo ni que me llame Duque, como novio de una de hija" Con razón, un boyacense a quien tengo muy poco tiempo conociéndolo, cuando le recuerdo su tierra, me responde con la voz muy fuerte, como si tratara de que lo oigan en su terruño, sin perder el acento que lo identifica al hablar: ¡De aquí no me voy, porque me dieron, lo que allá me faltaba: un techo, donde formé mi familia!



 

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