La Tecla Fértil

El Psuv y la fragmentación del poder, oposición y gobierno son del mismo perfil político

Miércoles, 22/01/2020 09:21 AM

La fragmentación parlamentaria ha hecho que cada vez más partidos jóvenes, hasta hace nada considerados outsiders, se hayan vuelto socios de coalición. Una situación que les genera un dilema estratégico: ¿Deben hacer "oposición desde el Gobierno" para señalar a sus bases que se mantienen fieles a sus principios y no perder a sus votantes más comprometidos? ¿Deben, por el contrario, comportarse como un partido responsable desde el Ejecutivo para atraer a aquellos que no les hayan votado y mostrarse como un socio creíble de coalición? ¿Deben alternar ambas estrategias?

Normalmente estos nuevos partidos tienen que nadar contra la corriente por partida doble. De un lado, en una coalición lo normal es que el socio mayoritario tenga más prima electoral. En general el presidente es más visible y el socio junior debe ceder más en su programa, asumiendo así más incumplimientos. Del otro lado, líderes, cuadros y bases deben hacer una transición de la "cultura" de oposición a la de gobierno. Esto, al menos para aquellos partidos que vienen de la contestación, puede generar turbulencias. Con todo, no hay duda de que integrarse en el gobierno es una oportunidad. Ofrecer las políticas prometidas a tus votantes, transformar la sociedad, e incluso disponer de rentas y cargos es algo, de entrada, positivo para cualquier formación. Ahora, estos nuevos partidos también deben conjurar dos riesgos.

Una tentación de las formaciones jóvenes es llevarse todos sus pesos pesados al Ejecutivo, lo que tiene sentido para afinar la gestión, pero que implica descapitalizar el partido y dejarlo sin estructura, haciéndolo más vulnerable en el medio plazo. Si la coalición sale mal todos quedan tocados. Además, un aspecto clave es la cohesión interna y la unidad de acción dentro de la organización. No hay política de comunicación que salve el rechazo electoral que genera la disensión interna permanente.

Y uno de los errores más graves del Psuv es haber enviado a sus fichas al gobierno bolivariano, presidido en ese momento por el comandante Hugo Chávez Frías, al gobierno central. Oportunidad que aprovechó la oposición para infiltrarse en el partido y avanzar hacia el control de los programas sociales y de los CDI, mediante los Consejos Comunales. Esto, me permitió abrir una investigación y tuve que dormir en algunos de ellos para darme cuenta de algo inesperado, el robo de medicinas y la durmienda de extraños en los mismos, aludiendo ser miembros de una junta comunal o tener amistad de las personas extranjeras que dormitaban allí por sus prestaciones laborales como médicos, enfermeros(as) o asistentes a deportistas en los centros educativos o canchas médicas.

Esto, desbarato en sí la capacidad organizativa de la izquierda venezolana representada en ese momento por la creatividad mayor del presidente Chávez, su partido para reunir en un solo pensamiento político la unidad integracionista del Libertador Simón Bolívar.

A medida que se ha ido quebrando la hegemonía de conservadores, liberales, socialdemócratas y democratacristianos, nuevos partidos han entrado en gobiernos. Desde los años noventa los ejemplos son numerosos: y, sin duda, más vendrán.

En 2006 el Movimiento al Socialismo, MAS, pensó que podía buscar un buen equilibrio entre "di lotta e di governo" (luchar y gobernar) con el Partido Comunista de Venezuela, PCV, y terminó llevándose por delante al Gobierno en ejercicio que era el mismo Psuv y al comandante Chávez, traición por traición. No ha sido, ni mucho menos, un caso excepcional. Marcar perfil propio sin erosionar la estabilidad del Ejecutivo, gobernar sin descuidar la organización, mantener la cohesión interna sin romper los vínculos con la militancia y las organizaciones afines son desafíos clave para cualquier partido nuevo o de vieja data que llega a un gobierno.

Llevamos apenas días del nuevo año, y ya se intuyen grandes movimientos y problemas sociales.

Evidentemente el comienzo no puede ser más atípico en nuestro país, Venezuela: la llegada de los Reyes Magos se mezcló con la investidura del presidente del Gobierno español Pedro Sánchez y la anuencia de Pablo Iglesias. Seguramente no fue casualidad. A ningún venezolano, nos ha pasado desapercibido la gran factura que para nuestros bolsillos supone el resultado del pacto. Iglesias está muy ligado a Cristina Fernández, Evo Morales y Nicolás Maduro.

Estamos viendo como día a día se sobrepasan todas las normas y se supera sin ningún pudor ni vergüenza lo que tanto legal, como consuetudinariamente teníamos establecido como sociedad democrática. Burlándose todos los valores: la decencia, la democracia y la libertad.

Nuestro país es una plenitud de corrupción, desde las alcabalas hasta el PNB que manda en la vía urbana estacionar un vehículo o camión para luego exigirle una coima, como sucede en las alcabalas con los ciudadanos que viajan entre fronteras o de un Estado a otro, una constante violación de la ley, cuando todos se miran entre sí, se busca a un solo culpable, al presidente Nicolás Maduro Moros.

Se vulnera lo más sagrado de nuestra convivencia, el Estado de Derecho, y se infringe abiertamente la división de poderes, lo que genera una inseguridad tremenda para todos, creando una sociedad desconfiada y vulnerable al delito.

Lamentablemente, los valencianos ya tenemos experiencia de esa misma receta en cualquier ámbito de la gestión pública. Nuestra Sanidad, Educación y Servicios Sociales, que eran el alma y la esencia de "los gobiernos del cambio", se están transformando en servicios ineficaces y malos para las personas.

Es muy preocupante e indignante, es lo sucedido en temas sociales. A los déficits de atención y recursos, hay que añadir la falta de protección y cuidado de los menores tutelados, responsabilidad de la Consejería de Menores, (LOPNA), que son agredidos sistemáticamente de muy diversas maneras, sin que se ponga ningún remedio eficaz.

Pese a todo, tanto la sociedad valenciana como la venezolana en general seremos capaces de fortalecernos ante las agresiones y trabajar juntos por dotar de un futuro mejor a nuestros hijos. Por mucho que quien nos dirige se preocupe y ocupe, de contiendas personales y partidistas como nunca antes habíamos visto.

Lo cierto, es que el Psuv se desvinculó de nuestra actividad diaria, dando lugar a figuras vergonzantes en el ejercicio político nacional.

Vamos a conseguir "dirigir a nuestros dirigentes", porque creo que en el siglo XXI debemos ´seres capaces de invertir la célebre frase de Quevedo: "Donde hay poca justicia, es un peligro tener razón". Se debe sacar de las bases del partido a quienes avergüenzan del mismo, conozco a una jefe de calle, que es a su vez de Somos Venezuela, reside cerca de la residencia y tiene negocios particulares y por varias veces le quito una caja de CLAP a una anciana de 80 años. Es aberrante esta actitud y para completar es una de las encargadas de coordinar el gas en la urbanización.

Jamás, esta persona puede ser socialista. Hay una absoluta desinhibición para adoptar soluciones estratégicas sin contacto con la realidad. Donde los Consejos Comunales tienen mucha responsabilidad.

Hay que recordar que, frente al incienso de algunos medios afines a los morados que destacan su idea del ‘tramabús’, calificado por los podeitas, por cierto, como un plagio descarado a los métodos de Hazte Oír…

Hay que abrir los ojos a la luz de un pensamiento para asegurar los nuevos comicios electorales, tenemos a nuestro alrededor, vendedores de guillotina que solo desean subir un escaño en el aparato o estructura partidista, hay que hacer declinar a muchos dirigentes de sus aspiraciones, los pensamientos de estas personas niegan toda posibilidad de triunfo, nunca han tenido una advertencia de la militancia local y actúan como lo deseen.

Algo que, por cierto, no solo es inusual, sino que bordea resbaladizos territorios jurídicos: esa norma no es una opción a elegir a voluntad, sino una imposición de obligado cumplimiento. Por mucho vicepresidente que se crea y sea uno.

No demos más detalles, pero no resulta difícil de traducir intenciones, bien alejada del loable compromiso general que una sociedad armada ha de tener frente a las fake news, la demagogia o la propaganda, por cierto. Se trata, bajo una apariencia positiva, de limitar la crítica y de convertirla en una especie de conspiración incompatible con la democracia, al objeto de denigrar a los medios de comunicación y periodistas en general que no se sumen al formidable coro que sustenta, amplifica y aplaude al Gobierno, incluso cuando comete excesos tan claros como el pacto con el soberanismo o la designación de una persona a un cargo de importancia

El control de las redes a través de empresas privadas que se arrogan el papel de árbitro imparcial para coartar, condicionar o incluso censurar contenidos y perfiles parece responder a ese inquietante objetivo; agravado por el lenguaje bélico que uno de los socios del Ejecutivo, utiliza contra la prensa independiente: todo lo que no le beneficia, es directamente "cloaca".

Se debe cambiar de actitud. Si al intento de colonización de la Justicia, en un ataque insólito a la separación de poderes; se le añade el burdo intento de control de la prensa, la conclusión no puede ser más negativa: se degrada la propia democracia, según esa teoría tan perversa de que la oposición es radical y ultraderechista; los jueces su herramienta jurídica y los medios críticos un instrumento espurio.

La libertad de expresión y de información son definitorias de un Estado de Derecho, y el control de los excesos en su nombre ya lo regulan el Código Penal y los propios ciudadanos con sus hábitos. Pretender que exista una instancia superior, de carácter político, no solo sería una temeridad, sino también un abuso más propio de países innombrables.

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