¿Quien tiene la culpa? No Juzgues, no Culpes

Jueves, 06/02/2020 01:49 PM

"Antes que tener la razón decido ser feliz."

En la vida gastamos tiempo y energías en juzgar y culpar en base a nuestra razón. Casi cualquier conflicto en las relaciones humanas podemos encontrar a "la defensa de la razón" como la causa principal. Sin importar los daños que causemos, decidimos defender nuestra razón hasta con los dientes o en algunos casos cedemos la razón al otro por la fuerza pero inconformes o rendidos.

Las guerras se arman por poder pero siempre sustentadas en razones económicas, espirituales, sociales, étnicas y por cualquier otra "razón". Las disputas matrimoniales y familiares se engendran cuando alguien intenta imponer su razón sobre los otros, quienes se resisten en base a su "verdad".

Tener la razón implica estar más cerca de la realidad objetiva que el otro. Esto es posible según el paradigma positivista que se sustenta en que la realidad objetiva existe y es cognoscible mientras que el paradigma cuántico está solo existe como una de las infinitas posibilidades de ocurrencia por lo que nadie puede adjudicarse el conocimiento preciso de la realidad. Pero en ambos casos la razón es el resultado de nuestra interpretación de los hechos, lo que terminamos llamando realidad.

Al recibir un estimulo externo a través de los sentidos, nuestro sistema nervioso solo interpreta una parte de ellos. Es así como solo podemos ver los colores por encima del infrarrojo y por debajo del ultravioleta y los interpretamos según la acuarela de colores que conozcamos. Lo mismo pasa con los sonidos que solo percibimos entre los 2 y los 20 kherts perdiéndonos una enorme parte del espectro e interpretándolo de acuerdo a nuestros conocimientos.

Por tanto, ya a nivel de percepción todos distorsionamos o eliminamos buena parte de la realidad. Pero luego pasan por el filtro de nuestras creencias sociales, nuestra cultura que nos "obliga" a reinterpretar las cosas según sus paradigmas. Eso es cosa de dios, del diablo, los milagros no existen, los machos no lloran, las mujeres son el sexo débil, los ricos son explotadores, los pobres son malandros y vagos; son una infinitesimal muestra de las deformaciones con las que interpretamos nuestra realidad. El lenguaje en si mismo es un limitante de nuestra interpretación de la realidad.

Por último nuestras vivencias desde el mismo momento de la concepción e incluso desde antes van configurándonos el sistema de creencias con el que filtramos nuestro modelo de representación de la realidad (MRR). Si fuimos un hijo no deseado cuya madre intento abortar sin éxito es probable que los cariños de la madre no le demos tanta importancia, al contrario cada descuido lo podríamos juzgar como una catastrófica demostración de que a mí nadie me quiere, de que la vida no vale nada.

Es así como hasta dos hermanos gemelos terminan manifestando modelos de representación de la realidad diferentes ya que es imposible que todos los eventos que configuraron sus creencias sean idénticos. De allí el sustento del dicho cada cabeza es un mundo. Cada modelo de representación configura una visión de la realidad, es decir, cada quien ve el mundo diferente.

Entonces, volviendo a la pregunta original ¿Quién tiene la razón? Solo cabe decir que nadie la tiene o que todos tenemos nuestras razones individuales que son la "verdad" de cada uno. Por lo tanto, pretender tener la razón es forzar al otro a aceptar la tuya sobre la propia lo que implicaría sumisión o sometimiento la mayoría de las veces, en lugar de "hacerlo entrar en razón". Querer tener la razón es solo ego, es pretender que tu razón es más verdad que la del otro.

Tu verdad es única e irrepetible, tan válida para ti como los otros consideran la de ellos. Desde esta perspectiva nada te autoriza a juzgar o culpar a los demás, Incluso nada justifica que te juzgues o culpes por algo que hiciste en el pasado porque tu modelo de representación de la realidad ya no es el mismo que te llevo a actuar de alguna manera en un momento determinado.

Vive una vida ejemplar y deja vivir que el brillo de tus acciones impulsa más el cambio que tus palabras.

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