Asidero

Infusiones domingueras para el diálogo, soñar y lograr una libertad de conciencia

Miércoles, 19/02/2020 08:08 AM

El dogmatismo religioso hace ya mella en el venezolano y lo viene transformando en un progresista indomable que busca retratar un sectarismo obsesivo que nos recuerda la izquierda francesa y, a su vez, nos traslada a tomar una posición sobre el conflicto árabe- israelí y el de Palestina. Dándonos un sectarismo político fuera de los grandes acuerdos en la lucha contra la represión del independentismo. Ahora, todo es identidad, nacionalismo y de inmediato como excusa, como si fuésemos imberbe nos saca la Constitución Bolivariana de Venezuela, releen unos artículos y de inmediato nos recuerdan a Chávez en una ideología entendida como religión. Esto, asombra, me di cuenta en los cortes en homenaje a Alí Primera, lo hacen obligado.

Recordemos el libro (imprescindible) de Finkielkraut À la premiére personne , el odio de la izquierda progresista a los ciudadanos de su misma tendencia, más sí fuese opositor. Obsesionados por la vieja lucha de clases, abandonan a aquellos que luchan contra poderes casi absolutos en la defensa de su ciudadanía. Es una aberración ideológica propia de la ideología entendida como religión. Eso sí: han declarado la guerra al puente aéreo. Eso sí que es revolucionario, y no enfrentarse a toda la maquinaria represiva de un Estado poderoso.

Es que estamos llenos de dogmatismo y persecución, donde se vulneran los derechos humanos y, donde algunos sectores sociales aplauden a los otros segmentos reaccionarios, recordándonos el arco europeo.

Así que, en Venezuela dejemos de bailar flamenco en los bodegones recién instalados y, dejemos los nacionalismos a un lado. Hoy, la derecha e izquierda coinciden con las posiciones de la extrema derecha y María Corina Machado nos llama a reaccionar para enaltecer nuestros derechos democráticos y dejar la fobia. El pueblo debe organizarse, sea de derecha o izquierda.

Dejemos, nuestros planes de fines de semana a otro tiempo. Es el momento de asistir a los conciertos acústicos y salas de teatro, conversar y llevarnos una taza que junto a un cantor y su guitarra podamos entender que en Venezuela se vive un momento mágico y que entre infusión e infusión con un pastel casero, debemos orar por la libertad republicana y bolivariana y no la cubana u cubana. Somos venezolanos. Recordemos, el té verde era té verde, el rooibos era rooibos, y ninguno de los pasteles caseros contenía maría. Eran diálogos para una conciencia revolucionaria y democrática.

Para un buen plan de do­mingo. Las cantantes de Tarta Relena y de la Iglesia, convocaban la segunda edición del ­Infufest en el comedor de su casa, donde habría cuatro conciertos acústicos. Los asistentes debíamos llevar una taza. Llegamos a media tarde, y un grupo de jóvenes muy jóvenes escuchaba a una chica con una guitarra. Recordé mis primeros años en Barcelona, y pensé que, como entonces, las infusiones incluirían algún ingrediente mágico. Pero no: el té verde era té verde, el rooibos era rooibos, y ninguno de los pasteles caseros contenía maría.

Es más: no había cerveza, ni siquiera para los miembros de las cantatas, con quienes comentamos que esta generación es muy rara. No piensan. No hacen que te sientas viejo, hacen que te sientas de otro mundo. Los pocos que fumaban, fumaban tabaco, y salían educadamente al patio pese al huracán de orine que lanzaban a los asistentes que arreciaban su euforia. Uno comía de una bolsa de pan, otro jugaba con un diábolo. ¿Será por la precarización? Tipo: si falta ilusión, hay infusión. Antes, las abuelas cebolletas se quejaban de que los jóvenes adoraban a Satán; ahora adoran a Greta Thunberg, el homosexualismo y el aborto.

Hace poco leí que la Z es la generación más concienciada con las drogas de la historia, y que beben un 30% menos de lo que bebíamos nosotros; además son más cautos y felices que los millennials. Me costaba creer que puedan divertirse así, sin una gota de alcohol. Pero lo cierto es que, independientemente de la generación a la que perteneciéramos, la voz de Marina Herlop y la guitarra de Mirlo nos emocionaron a todos igual. No me atreví a tomar una segunda infusión; cada vez llegaba más gente, y se complicaba el largo camino al baño.

Tengo la teoría de que lo que no haces a una edad lo haces a otra. ¿No sería mejor aprender a desfasar cuando aún no te juzgarán por ello? ¿No es un modo de educar el control? Esta hiperresponsabilidad precoz ¿no será contraproducente?.

En la concha acústica de Guanare, conjuntos de arpa y maracas nos deleitaban hasta el amanecer y ante, tales leras pedíamos birras a gritos, sentados en la acera o gradas, los recién veinteañeros se limitaban a mecer la cabeza, mientras yo me recordaba a mí mismo de after , desgañitándome con los Ramones.

Es que me empecine a leer y escribir francés y árabe.

¿O es que los veinteañeros son sanos y los cuarentones nos cargamos de razones? La vida es muy corta, intentaba justificarme luego en el súper, mientras compraba seis cervezas para celebrar que quizá mi juventud no fue la más saludable, pero me enseñó que quien tuvo, retiene. Y que siempre hay tiempo para darse al té y los antioxidantes.

Por eso, nos tienen de imberbes y no reaccionamos, ante la voz de María, la verdadera guerrera. Porque las otras quedaron muertas en las montañas del bachiller y ese gran Valle de Quíbor, donde el ELN tiene sus bastiones que llegan hasta el Orinoco, andan tras la búsqueda del Dorado. Mientras, el pueblo dogmatizado por la religión, no piensa, solo en la beatificación de José Gregorio Hernández, olvida que padecemos de escasez alimentaria. Y nuestros niños no tienen sus alimentos.

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