El Reportero del Pueblo

Coronavirus incide más en zonas donde se deposita basura y en poluciones humanas

Jueves, 27/02/2020 07:29 AM

El mosquito Aedes aegypti se ha hecho resistente a los insecticidas y, a pesar de la técnica de rociado residual en las paredes viene mutándose y haciéndose más fuerte por el abuso de las fumigaciones en los campos agrícolas y solo el Malathion elimina al zancudo sino también otros mosquitos.

Los pacientes febriles se han multiplicado hasta la aparición del coronavirus. Ante el temor de las personas a contaminarse con el insecticida, los especialistas han explicado que cuando hay una exposición directa por mucho tiempo es que algunas personas tienen reacciones. "El rociado es una técnica segura, hay que tomar precauciones como con cualquier otra sustancia tóxica pero las cantidades que se usan son menores y duran más tiempo que en otro tipo de fumigación", señaló Claudia Quezada. Una especialista sanitaria.

Cabe resaltar que el Malathion es usado por el Ministerio de Salud de algunos países latinos, desde el 2015 y reemplazó al insecticida Cipermetrina 20, debido a que los mosquitos desarrollaron resistencia a este producto. La sustancia usada hoy en día tiene una efectividad comprobada y está recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Por otro lado, las autoridades de Diresa evalúan realizar recojo de criaderos y acciones de fumigación en los ómnibuses interprovinciales y terminales autorizados para evitar el contagio, menos en Venezuela que no solicita ayudas sanitarias a ningún país del orbe comunista o sujeto a las normas canadienses o norteamericanas.

Por otro lado, ya en China viene procediéndose al fumigado en escuelas, mercados zonales y viviendas urbanas y suburbanas, lo importante es que exista una respuesta aceptable por parte de la ciudadanía y que boten desperdicios de comida y basura en los terrenos baldíos y junto a quebradas de agua y torrenteras de agua limpia que bajan de la montaña.

La mayoría de las personas infectadas por el nuevo coronavirus en China tienen síntomas leves, y que muchos son pacientes mayores o individuos con condiciones subyacentes más expuestas a la enfermedad.

Zhong Nanshan, un prominente experto de la Comisión Nacional de Salud China, dijo a la prensa que el 85% de los pacientes pueden mejorar "si cuentan con buen apoyo (médico), tratamiento y están bien alimentados".

"Este es un brote muy serio y tiene el potencial de crecer, pero necesitamos ponerlo en su justa medida con el número de personas infectadas", dijo Michael Ryan, responsable del departamento de emergencias médicas de la OMS.

La ciudad de Daegu en Corea del Sur se encuentra en alerta después de que se registraran 38 nuevos casos, ligados en su mayoría a una mujer infectada que participó en una ceremonia religiosa de una controvertida secta. La mujer, de 61 años, comenzó a manifestar síntomas el 10 de febrero. Según reportes, se negó a realizarse un test para confirmar la presencia del virus alegando que no había viajado recientemente al extranjero, y no fue puesta en cuarentena sino hasta una semana más tarde.

Se cree que asistió por lo menos a cuatro servicios religiosos de la Iglesia de Jesús Shincheonji, antes de recibir su diagnóstico. Las autoridades sanitarias de Corea del Sur aseguran que se trata de un caso de "superpropagación" aunque hay que realizar más investigaciones sobre quién fue la fuente de la infección y cuál fue su ruta.

La iglesia en el centro del brote es una rama de la Iglesia de Jesús Shincheonji, un controvertido movimiento religioso fundado en 1984 por el surcoreano Lee Man-hee.

El movimiento cuenta con más de 120.000 seguidores y es considerado por muchos como una secta. Sus fieles creen que su fundador representa a Jesucristo que ha regresado por segunda vez. Creen también que la Biblia está escrita en metáforas y que solo su fundador puede entenderlas e interpretarlas.

Se estima que en la ciudad de Daegu hay cerca de 1.000 seguidores de esta fe. Las autoridades les han pedido que se mantengan en aislamiento. Alrededor de 90 han manifestado síntomas.

El contagio que se disparó en la iglesia de Daegu es un fenómeno que se conoce como superpropagación, en el que un individuo transmite una infección a un gran número de personas. Esto es algo que se ha repetido en casi todos los brotes de enfermedades contagiosas recientes. No se sabe por qué una persona infectada contagia a más gente que otra. En algunos casos, como podría ser este episodio en Daegu, es sencillamente porque entra en contacto con muchas más personas, ya sea por su trabajo o el lugar donde vive, y eso significa que pueden propagar más la enfermedad, así muestren síntomas o no.

En Seúl, las autoridades bloquearon la entrada a extranjeros que llegan de la provincia china de Hubei, centro del brote, pero no se ha impuesto una prohibición para la llegada de personas de otras partes de China.

La Diresa advierte que la situación epidemiológica del dengue cada vez se hace más compleja, y para garantizar una respuesta adecuada de intervención es necesario entender que el virus tiene 4 serotipos dando la posibilidad dando la posibilidad que una persona se infecta 4 veces en su vida y por cada vez el cuadro clínico es más severo Según el análisis del Área de Epidemiología de la Diresa, Los casos de dengue en nuestra región latina, continúan siendo un gran problema de salud pública. Además, que el vector responsable de la enfermedad continúa ganando espacios geográficos, la densidad de los Aedes Aegipty es elevada, como es también el consumo de carne no adecuada o de animales con pezuñas o depredadores. La Diresa advierte que la situación epidemiológica del dengue cada vez se hace más compleja, y para garantizar una respuesta adecuada de intervención es necesario entender que el virus tiene 4 serotipos dando la posibilidad que una persona se infecta 4 veces en su vida y, por cada vez el cuadro clínico es más severo. En la actualidad hay dos distritos declarados en brote epidémico estos son San Martín de Pangoa y Pichanaki.

Ya en Brasil existe el primer caso de coronavirus proveniente del Brasil. Mientras, las principales bolsas de Asia y Europa reportaron caídas debido al efecto de coronavirus. Los inversionistas evalúan el efecto que ha tenido el virus, originario de China, en economías como Corea del Sur, donde ha venido aumentado el número de personas infectadas, sumado a nuevos puntos a nivel global, como es el caso de Italia.

Brasil se estremeció por el caso de un viajero proveniente de uno de sus aeropuertos.

La cotización del barril tipo West Texas, de referencia en EE.UU., vuelve a reducir significativamente su margen por encima de la barrera de los US$50. Las caídas superiores a 3% que registra hoy desinflan su precio hasta el umbral deUS$51. Las medidas excepcionales para intentar contener el coronavirus adoptadas, además de en China, en países como Japón, Corea, Irán e Italia reducirán la demanda de crudo a través tanto de las restricciones al transporte como de la posible paralización de factorías.

A los virus mortales y a la radiación –por poner dos ejemplos de agentes que amenazan la vida de las personas– las cuestiones políticas no les importan mucho. Pueden ser igual de letales en una democracia, en una dictadura o en una guerra civil de resultado incierto. Retorciendo un poco el argumento podríamos decir que encarnan el ideal máximo de igualdad, pero, claro, este es un concepto que ni les atañe. En cambio, para quienes sufren los efectos de ambos, sí que resulta muy importante el contexto político en los que actúan ambos y no solo por cómo es su vida hasta el momento en que resultan infectados o afectados, sino por todo lo que viene inmediatamente después, tanto a nivel individual como respecto a lo que sucede en la sociedad en la que viven.

Se están realizando comparaciones entre la catástrofe de Chernobyl y lo que sucede estos días en China. Con bastante razón se podría argumentar que es como comparar piedras con plantas. Pero hay un punto común e importante: la actitud de las autoridades ante lo que se veía como una amenaza no para la vida humana sino para el sistema político.

Las democracias se pueden permitir el lujo de ser bastante ineficaces en muchas cosas y de recibir una lluvia de críticas constantes de sus ciudadanos porque estos, en el fondo, son conscientes de que es mejor una mala democracia que una buena dictadura. Es verdad que tal vez esto esté cambiando y eso debería alarmarnos más que el coronavirus mismo. Pero los sistemas dictatoriales no solo no pueden permitir la crítica, sino que deben proyectar una imagen constante de progreso imparable. La propaganda de Corea del Norte, por ejemplo, cuenta que en Estados Unidos la gente muere de hambre y vive miserablemente. Y claro que hay estadounidenses que llevan una vida miserable, como en cualquier democracia occidental, pero se trata de un aspecto muy limitado de una realidad muchísimo más amplia.

Para una dictadura cualquier circunstancia que vaya contra el discurso del triunfo permanente es peligrosa per se. Es lógico, porque va contra la misma autojustificación de un régimen que priva a sus ciudadanos de un derecho fundamental –elegir cómo quiere ser gobernado y por quién– con el argumento de que lo hace por el bien de todos y, especialmente, de que los resultados avalan este planteamiento. A las dictaduras les duelen las piernas de subir al podio a ponerse la medalla de oro. ¿Qué se hace entonces con quienes se oponen a este discurso? Se les persigue y se les silencia. China tiene sobrados ejemplos de ello. Pero ¿y si no es una persona sino una circunstancia? Si se puede, se oculta. Con un poco de suerte hasta mucho tiempo después. Si no es así, el máximo tiempo posible.

Y eso es lo que ha sucedido en China –y probablemente sigue sucediendo– con el asunto del coronavirus. El virus es peligroso –quienes entienden determinarán cuánto– pero la desinformación, el ocultamiento, la persecución y la mentira flagrante no lo son menos. Y gran parte de la alarma que se ha generado –y ojalá no tengamos que ver cosas peores– se deben más a esto que a la infección en sí misma.

Con el 2019 se fue una década de grandes convulsiones y conflictos políticos. Podría decirse que la "era del antiglobalismo" se inauguró con la victoria de Donald Trump en Estados Unidos junto a la elección que le dio el "Sí" albrexit en 2016. A partir de allí venimos asistiendo a una serie de fenómenos heterogéneos pero que tienen en común la utilización de un discurso profundamente crítico de la globalización, contrario a las elites financieras al mismo tiempo que antiinmigratorio. Por ello, con las características de cada país en particular, este tipo de discurso ha logrado interpelar de manera exitosa a los perdedores de la globalización: en mayor medida blancos, de clase media baja tanto rural como urbana, quienes han visto mermados sus ingresos debido a la pérdida de puestos de trabajo a causa de la globalización y la deslocalización de las fábricas.


La dicotomía entre el globalismo y el antiglobalismo, la puja entre aquellos que se encuentran a favor de un mundo más abierto, tanto en lo económico como en los flujos migratorios, frente a quienes pretenden fronteras cerradas en el amplio sentido de la palabra, es la puja que dominó el escenario internacional en el último lustro de la década de 2010, que seguirá siendo central en los conflictos venideros. La democracia liberal tradicional en los países de Europa central o en Estados Unidos no era tan discutida desde las décadas de los años 20 y 30.

Desde ese momento, la pliferación de enfermedades mediante virus por el aire contaminado del Sahara y las bacterias, se ha hecho común e muchos países del mundo y albergues del comunismo malsano.

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