Ahora que la "opción de calle" parece haberse agotado por parte de Guaidó, todas las esperanzas de la oposición pitiyanqui se centran en la ansiada invasión de marines que piden a gritos los mayameros y que el mismo Guaidó, María Corina y otros líderes de la oposición pro-gringa han sugerido no tan veladamente desde el año pasado.
Esta opción violenta, que intentan ejecutar desde agosto del 2017, no ha podido concretarse hasta ahora, más allá de pequeños intentos fracasados como la toma del cuartel fronterizo en el estado Bolívar en diciembre pasado y el bluf del 30 de abril que ejecutó Guaidó en La Carlota.
El gobierno de los Estados Unidos modificó su política guerrerista aplicada luego del 11-S, de invadir con todo a países "enemigos", como lo hizo en Afganistán (2001) y en Irak (2003). La modificó debido a las cuantiosas pérdidas humanas y materiales que le significaron esas guerras, en las cuales, pese a que derrocó a los respectivos gobiernos (Talibanes y Saddam), no pudo ni ha podido estabilizar gobiernos "aliados", y tanto Obama como Trump han ido retirando progresivamente sus contingentes militares de ocupación neocolonial.
La nueva receta que ejecutaron los gringos a partir del gobierno de Obama fue la de utilizar fuerzas mercenarias, ejércitos paramilitares, para invadir y desestabilizar a otros gobiernos "enemigos". Así lo hicieron a partir de 2011 en Libia y en Siria. Ya no exponen a sus marines, sino que privatizan las guerras y recurren a engendros como el Estado Islámico (conocido también como ISIS). Particularmente la derrota casi total de ese Estado Islámica en la guerra de Siria ha puesto en entredicho la capacidad militar de los Estados Unidos para intervenir militarmente en territorios extranjeros.
La receta de usar otras fuerzas aliadas o ejércitos paramilitares contra Venezuela la está intentando Trump desde su llegada a la presidencia de USA. Pero hasta ahora no ha encontrado respaldo de los gobiernos y ejércitos de Colombia y Brasil, a quienes principalmente les han hecho esa propuesta. Por ello es que la "agenda militar" de la oposición pitiyanqui se ha quedado en puros planes. Pero eso no significa que pueda intentar expresarse en un futuro cercano.
El asesinato en enero del general iraní Soleimani por el gobierno de los Estados Unidos modificó aparentemente la política de no intervención directa que se desarrollaba desde Obama y que le había dado continuidad el mismo Trump. Y a partir de ese momento la extrema derecha venezolana aparece todos los días pidiendo a gritos la intervención militar de los Estados Unidos en nuestro país. Con el relativo fracaso de las convocatorias de Guaidó a protestas de calle, pareciera que a los gringos no les va quedando otra opción que intentar un escenario violento para sacar a Maduro del poder.
El delirio de esta ultraderecha criolla está en creer que un escenario violento, ya sea un atentado magnicida, un alzamiento militar o una intervención de fuerzas extranjeras, sería, como dicen ellos: una "operación quirúrgica" como Panamá en 1989. Por cierto que esa invasión a Panamá en el gobierno de Bush padre no fue nada quirúrgica, y generó miles de muertos y pérdidas materiales principalmente contra la población civil. Pero en Venezuela cualquier acción militar contra el gobierno de Maduro va a encontrar una respuesta igualmente violenta de las considerables fuerzas militares y civiles que ha logrado organizar el madurismo para defender su poder factual.
La violencia que se desataría aquí en un escenario de agresión externa amenazaría inmediatamente a todas esas fuerzas políticas de la derecha pitiyanqui. Los partidos del G4 y el resto de partidos y dirigentes pro-norteamericanos serían sometidos a una persecución implacable, en los días y semanas inmediatas a cualquier acción violenta contra Maduro y su combo, corriendo un riesgo seguro de muerte para todos ellos.
Es imposible que una acción violenta contra Maduro saque al madurismo del poder. Por lo menos en un corto plazo. Incluso es muy difícil en un mediano plazo. Aún saliendo de la presidencia Maduro, y no estando tampoco Cabello, el gobierno madurista se sostendría por medio de su aparentemente sólido cuerpo militar y miliciano que ha logrado organizar. A mediano y largo plazo tal vez se podría estabilizar algún tipo de gobierno, pero el costo en vidas humanas sería altísimo, pues la inestabilidad inmediata sería seguida de una guerra civil de pronóstico reservado.
Un atentado u otra acción violenta lo que va a generar es una confrontación civil interna. O peor, va a generar una masacre inmediata contra las fuerzas civiles de la oposición pitiyanqui. Sabemos que al gobierno de Trump le importa poco lo que le pase a sus aliados. El se contentaría con una acción como la ejecutada contra Soleimani para ganar votos en las próximas elecciones de noviembre.
Lo que quede del madurismo aprovecharía como excusa un ataque externo para acabar por vía violenta a todo tipo de oposición interna, incluso arrasaría con quienes no sólo no promovemos invasión alguna, sino que enfrentaríamos de ser posible, mediante las armas, una eventual invasión gringa contra Venezuela.
El escenario venezolano del "día después" de una acción armada de los gringos es francamente aterrador. Se desataría una violencia incontrolada que en pocas semanas pudiera generar miles y miles de muertos, sobre todo se arrasaría con lo poco que queda de institucionalidad y sociedad civil no controlada por el madurismo, como las universidades, los medios de comunicación no oficiales, las organizaciones no gubernamentales y comunitarias que no apoyan al madurismo, etc.
Los psicópatas agentes del imperio como Guaidó y Maria Corina no tienen idea del desastre que provocaría la solución por la que ellos claman diariamente. Ellos mismos en lo personal no sobrevivirían a ese holocausto, a menos que cobardemente se vayan del país antes que suceda.
Escribo esto no para alertar a esos dirigentes de la ultraderecha cuyo destino personal me tiene sin cuidado. Trato es de alertar a una gran masa de venezolanos de a pie, que lamentablemente se han dejado llevar por esos cantos de sirena militaristas, y que a diario suspiran por la pronta llegada de los marines. De ocurrir, probablemente será lo último que presencien como habitantes de este mundo.
La única salida favorable para el pueblo venezolano es retomar la senda de la democracia protagónica que intentó manifestarse desde 1999 y cuyo génesis estaba en el mismo Caracazo de 1989. Una democracia protagónica que está hoy muy distante de la pseudo democracia representativa que empujan tanto Maduro-Cabello desde el PSUV como Guaidó y Parra desde las dos AN. La salida "democrática" de la que habla Maduro y apoya Ramos Allup es volver a la cuarta república, regresar al sistema político contra el cual se rebeló el pueblo venezolano el 27 de febrero de 1989. De eso hablaremos en un próximo artículo.
Maracaibo. Tierra del Sol Amada. 11 de marzo de 2020.