En una situación como la que vivimos hoy, amenazados por una infección masiva de un virus letal, hay que contar con las ciencias y sus métodos. La observación, la experimentación, el análisis y el consenso en las decisiones, deben ser constantes y sin prejuicios innecesarios. A veces el dogma será útil, otras veces no, y habrá que desecharlo. Los llamados "consejos médicos" o científicos hacen el consenso a la hora de aplicar medidas que involucran vidas humanas, no se pueden echar a un lado. Tomar decisiones rápidas y eficientes no significa tomar decisiones apresuradas o impensadas. Sin embargo, todo esto debe estar enmarcado en una estrategia general de carácter político, si no, todo a la larga sería inútil.
La pregunta que se hace el político es si queremos proteger la vida de las personas, o si queremos proteger la economía del país, dentro de una guerra de mercados y la explotación de países pobres.
Una mezcla de las dos cosas.
Siguiendo el punto de vista político (o estratégico, es decir, estableciendo un compromiso estratégico) los métodos variarían: según se priorice la vida de las personas o la vida del sistema. O intentar hacer esto último atendiendo los dos aspectos a la vez. En Corea del Sur se usó un método pensando en la economía y en la población y el método se resumió en hacer el test diagnóstico a todo el mundo, con o sin síntomas, sin establecer muchos controles en el movimiento de la población, y aislando inmediatamente a los infectados dándoles la atención requerida. Ellos lo llaman "rápido, rápido", su éxito se tradujo en una cuestión de tiempo. En Inglaterra se quiso salvar primero la economía del país, bajo la premisa de la "manada inmune", dejando el libre tránsito de la población para no paralizar la economía, pero hicieron los cálculos mal y ahora saben que "no hay cama pa tanta gente", no habrán hospitales suficientes para atender y contener la progresión matemática de los infectados.
El asunto se resume en tomar partido por la salud de la población – que, en definitiva, sin ella el capitalismo no funciona –, y a la vez salvar el sistema de mercado, a la empresa privada, subsidiarlas (como aquí lo pide a gritos Conindustria, el diputado Escarri – un agente capitalista – y la derecha en general, buscando sacar provecho de la crisis), en competencia con la vida de la gente…
…Sin embargo, en este punto de la emergencia brota en la sociedad, además del virus biológico, el virus de los privilegios de clases. En Venezuela, a pesar de estar el gobierno "manoseando" al socialismo, uno observa medidas clasistas claras (pero inútiles) ante el avance de la infección y la muerte. Una de ellas es encerrar, en una especie de burbuja, a toda una urbanización y más allá (El Cafetal) para protegerla de la infección, pero con sus centros comerciales y supermercados abiertos; o "servicios de compras a domicilio" que funcionan solo en sectores de clase media y media alta; u ofertas de servicios médicos para gentes que pueden pagarlos, como en los Estado Unidos. O sea, una libre circulación de "privilegios", para el uso de recursos que deberían estar al servicio de todos los necesitados, sin costo alguno, como dicen que lo hicieron en Argentina las clínicas privadas.
Aquí el Estado no "interviene", quizás pensando en un futuro mezquino, corto…, en complacer a posibles aliados y a un sector de electores potenciales: aberraciones del sistema.
De la misma manera Trump declara que "puede ser peor el remedio a la enfermedad", refiriéndose a las cuarentenas masivas, y no toca a la empresa privada, ni oficializa el control de la circulación de la gente. No obstante En Nueva york crecen exponencialmente los casos de infectados y de muertes. Pero igual hacen los franceses, cuando nacionalizan sus empresas más grandes, absorbiendo las pérdidas de estas mientras dura la crisis: por ejemplo, las aerolíneas… También lo hacen en otros países, hasta en Italia… Eso no garantiza en nada el futuro económico y político de esos países, que vaticina más bien conflictos sociales inauditos, según dicen tanques pensantes, expertos en estos asuntos.
En esta crisis la responsabilidad del sistema capitalista es total, desde el brote del virus, originado, según científicos biólogos epidemiólogos (otros expertos), en la agroindustria y sus métodos (manipulación genética) de súper explotación, es decir, en el "agronegocio", donde se crean campos de cultivos de enfermedades que no pueden ser controladas de manera natural, "ecológicas" y se expanden por el mundo. Pero también en los privilegios, en los sistemas de salud privados, que impiden el chequeo y diagnósticos de los posibles infectados, por los altos costos de las pruebas, y su tratamiento a tiempo, es decir, por el lucro y la codicia de sus dueños.
Optar por ésto es una opción política, sin embargo es la más nefasta, clasista e injusta de todas; injusta inclusive para cualquiera que la aúpe y la "represente" y que sea susceptible de contraer la infección; sea de la clase que sea, porque los avances en investigación y control de la epidemia, de manera correcta, dependen de los esfuerzos y recursos que muchas de esas empresas de salud (o no) deberían poner a disposición para tal fin. He ahí donde el Estado debe intervenir y el capitalismo se resiste, he ahí donde aparece Trump y su chilladera.
Por otro lado está la otra opción, ¡política!, de trabajar en función de toda la sociedad y más allá, para toda la humanidad, por encima de los intereses privados. Aquí se requiere voluntad para, de manera consensuada y racional, con la ciencia y sus métodos, tomar el control total de la gente – si es que de eso se trata – pero sobre todo de los recursos, de la producción, de la economía, sin miedo y prejuicios, a fin de superar los niveles de riesgo más temidos, a causa de la pandemia. Poner la vida de las personas por encima del control privado de la economía, de las guerras por los mercados (irracionales e inútiles), guerras entre corporaciones, entre ricos.
Es un panorama propicio para cambiar el orden del poder global. Muchos piensan que el capitalismo no se acabará de esta manera ni en esta época, sin embargo otro piensan que el mundo, después de esta pandemia, nunca será el mismo. El tema político es que el mundo no será igual, pero ¿a favor de quién?, ¿de la concentración del capital y del capitalismo, de la esclavitud del pobre y la tiranía de los más ricos… o de toda la humanidad y del humanismo?
La ciencia debe darles luces a los políticos que hayan tomado partido por la vida de los seres humanos. Los métodos capitalistas ya los conocemos. En el caso nuestro, Maduro debe tomar partido, ¡ya!, a favor de la sociedad. ¿O acaso seguirá optando por la soberbia del mediocre, reducir el problema del coronavirus a sus asuntos y necesidades personales y de sus amigos, sus socios capitalistas y allegados? ¿Va a seguir en la misma paja?
Cuando de política elevada se trata también hay que tomar partido, hay que comprometerse, solo así tendrá cabida la ciencia y sus métodos, para resolver entre todos una crisis que compromete a toda la humanidad, sin ventajas para nadie, las cuales ahora, ante la muerte, parecen ser inútiles a título personal.
En una situación como la que vivimos hoy, amenazados por una infección masiva de un virus letal, hay que contar con las ciencias y sus métodos. La observación, la experimentación, el análisis y el consenso en las decisiones, deben ser constantes y sin prejuicios innecesarios. A veces el dogma será útil, otras veces no, y habrá que desecharlo. Los llamados "consejos médicos" o científicos hacen el consenso a la hora de aplicar medidas que involucran vidas humanas, no se pueden echar a un lado. Tomar decisiones rápidas y eficientes no significa tomar decisiones apresuradas o impensadas. Sin embargo, todo esto debe estar enmarcado en una estrategia general de carácter político, si no, todo a la larga sería inútil.
La pregunta que se hace el político es si queremos proteger la vida de las personas, o si queremos proteger la economía del país, dentro de una guerra de mercados y la explotación de países pobres.
Una mezcla de las dos cosas.
Siguiendo el punto de vista político (o estratégico, es decir, estableciendo un compromiso estratégico) los métodos variarían: según se priorice la vida de las personas o la vida del sistema. O intentar hacer esto último atendiendo los dos aspectos a la vez. En Corea del Sur se usó un método pensando en la economía y en la población y el método se resumió en hacer el test diagnóstico a todo el mundo, con o sin síntomas, sin establecer muchos controles en el movimiento de la población, y aislando inmediatamente a los infectados dándoles la atención requerida. Ellos lo llaman "rápido, rápido", su éxito se tradujo en una cuestión de tiempo. En Inglaterra se quiso salvar primero la economía del país, bajo la premisa de la "manada inmune", dejando el libre tránsito de la población para no paralizar la economía, pero hicieron los cálculos mal y ahora saben que "no hay cama pa tanta gente", no habrán hospitales suficientes para atender y contener la progresión matemática de los infectados.
El asunto se resume en tomar partido por la salud de la población – que, en definitiva, sin ella el capitalismo no funciona –, y a la vez salvar el sistema de mercado, a la empresa privada, subsidiarlas (como aquí lo pide a gritos Conindustria, el diputado Escarri – un agente capitalista – y la derecha en general, buscando sacar provecho de la crisis), en competencia con la vida de la gente…
…Sin embargo, en este punto de la emergencia brota en la sociedad, además del virus biológico, el virus de los privilegios de clases. En Venezuela, a pesar de estar el gobierno "manoseando" al socialismo, uno observa medidas clasistas claras (pero inútiles) ante el avance de la infección y la muerte. Una de ellas es encerrar, en una especie de burbuja, a toda una urbanización y más allá (El Cafetal) para protegerla de la infección, pero con sus centros comerciales y supermercados abiertos; o "servicios de compras a domicilio" que funcionan solo en sectores de clase media y media alta; u ofertas de servicios médicos para gentes que pueden pagarlos, como en los Estado Unidos. O sea, una libre circulación de "privilegios", para el uso de recursos que deberían estar al servicio de todos los necesitados, sin costo alguno, como dicen que lo hicieron en Argentina las clínicas privadas.
Aquí el Estado no "interviene", quizás pensando en un futuro mezquino, corto…, en complacer a posibles aliados y a un sector de electores potenciales: aberraciones del sistema.
De la misma manera Trump declara que "puede ser peor el remedio a la enfermedad", refiriéndose a las cuarentenas masivas, y no toca a la empresa privada, ni oficializa el control de la circulación de la gente. No obstante En Nueva york crecen exponencialmente los casos de infectados y de muertes. Pero igual hacen los franceses, cuando nacionalizan sus empresas más grandes, absorbiendo las pérdidas de estas mientras dura la crisis: por ejemplo, las aerolíneas… También lo hacen en otros países, hasta en Italia… Eso no garantiza en nada el futuro económico y político de esos países, que vaticina más bien conflictos sociales inauditos, según dicen tanques pensantes, expertos en estos asuntos.
En esta crisis la responsabilidad del sistema capitalista es total, desde el brote del virus, originado, según científicos biólogos epidemiólogos (otros expertos), en la agroindustria y sus métodos (manipulación genética) de súper explotación, es decir, en el "agronegocio", donde se crean campos de cultivos de enfermedades que no pueden ser controladas de manera natural, "ecológicas" y se expanden por el mundo. Pero también en los privilegios, en los sistemas de salud privados, que impiden el chequeo y diagnósticos de los posibles infectados, por los altos costos de las pruebas, y su tratamiento a tiempo, es decir, por el lucro y la codicia de sus dueños.
Optar por ésto es una opción política, sin embargo es la más nefasta, clasista e injusta de todas; injusta inclusive para cualquiera que la aúpe y la "represente" y que sea susceptible de contraer la infección; sea de la clase que sea, porque los avances en investigación y control de la epidemia, de manera correcta, dependen de los esfuerzos y recursos que muchas de esas empresas de salud (o no) deberían poner a disposición para tal fin. He ahí donde el Estado debe intervenir y el capitalismo se resiste, he ahí donde aparece Trump y su chilladera.
Por otro lado está la otra opción, ¡política!, de trabajar en función de toda la sociedad y más allá, para toda la humanidad, por encima de los intereses privados. Aquí se requiere voluntad para, de manera consensuada y racional, con la ciencia y sus métodos, tomar el control total de la gente – si es que de eso se trata – pero sobre todo de los recursos, de la producción, de la economía, sin miedo y prejuicios, a fin de superar los niveles de riesgo más temidos, a causa de la pandemia. Poner la vida de las personas por encima del control privado de la economía, de las guerras por los mercados (irracionales e inútiles), guerras entre corporaciones, entre ricos.
Es un panorama propicio para cambiar el orden del poder global. Muchos piensan que el capitalismo no se acabará de esta manera ni en esta época, sin embargo otro piensan que el mundo, después de esta pandemia, nunca será el mismo. El tema político es que el mundo no será igual, pero ¿a favor de quién?, ¿de la concentración del capital y del capitalismo, de la esclavitud del pobre y la tiranía de los más ricos… o de toda la humanidad y del humanismo?
La ciencia debe darles luces a los políticos que hayan tomado partido por la vida de los seres humanos. Los métodos capitalistas ya los conocemos. En el caso nuestro, Maduro debe tomar partido, ¡ya!, a favor de la sociedad. ¿O acaso seguirá optando por la soberbia del mediocre, reducir el problema del coronavirus a sus asuntos y necesidades personales y de sus amigos, sus socios capitalistas y allegados? ¿Va a seguir en la misma paja?
Cuando de política elevada se trata también hay que tomar partido, hay que comprometerse, solo así tendrá cabida la ciencia y sus métodos, para resolver entre todos una crisis que compromete a toda la humanidad, sin ventajas para nadie, las cuales ahora, ante la muerte, parecen ser inútiles a título personal.