La neblina colocó una peluca blanca a las cabeceras de los cerros aledaños, los cuales sonreían con las cosquillas que le hicieron en el rostro las caricias de una llovizna mañanera, que había llegado de imprevisto en estos días de sol y viento, y de encierro.
El periodista Juancho Marcano, observaba el panorama desde una hamaca donde releía el libro "La magia de la crónica" de Earle Herrera, un texto que recomendaba a todo aquel que escribía o pretendía escribir crónicas periodísticas. En eso estaba cuando su perro Pipo, llegó del conuco, a donde había ido por órdenes del reportero en vista de que éste estaba cumpliendo la cuarentena social, debido a la pandemia del coronavirus, que no sólo azotaba al país sino al mundo entero.
- Te cuento Juancho, que en cuanto al sembradío no hay novedad, claro, las plantas se mostraban alegres por el beso del pequeño chubasco que cayó en la mañana. Sin embargo, te señalo que en cuanto a los pájaros, noté que tenían otro comportamiento.
El periodista al oír el comentario de Pipo, no pudo evitar preguntar, qué tenía de extraño la actitud de los pájaros que por lo general visitan al pequeño conuco. Y el perro, manifestó:
"Te digo que los potocos y las guacharacas estaban alborotados, sin embargo cantaban y a pesar del acostumbrado canto desafinado de las guacharacas, sonaba con el puiputú de los potocos, bien armonizado y hasta parecían contentos y le cantaban a la alegría".
Juancho recordó haber leído y visto imágenes de aves y otros animales, que han vuelto hasta a las ciudades en vista del encierro de los humanos, que al fin y al cabo son las más grandes plagas que han atacado a los animales y a los árboles. Por eso le dijo a Pipo: "Si los pájaros cantaban alegres, Pipo, tienen toda la razón".
Pipo, lo observó y dijo: "Yo también opino lo mismo y ojalá que luego de que pase esta pandemia, el hombre entienda que debe vivir con los animales y árboles, con el debido respeto que se merecen".