"Cuando los abusos llegan hasta cierto punto y llenan cierta medida, si no se levanta un reformador, Dios suele consentir un destructor". ANTONIO APARISI Y GUIJARRO.
En un breve recorrido por gran parte del área Metropolitana del Estado Anzoátegui, unos amigos que hacen inteligencia social, me envían el siguiente informe del cual hago una pequeña sinopsis. Barcelona, Lecherías, Puerto La Cruz, y Guanta, en el Estado venezolano de Anzoátegui, las principales calles de sus cascos centrales lucían desiertas este lunes 20 de abril del 2020 capicúa, y prácticamente nadie transitaba por las calles, salvo las fuerzas militares, y policiales con sus patrullas, y los puntos de control, para hacer cumplir la cuarentena por el coronavirus. Sin embargo, no eran igual en las paradas de autobuses, y en la de los llamados BTR de TransAnzoategui, los trabajadores más pobres de esa conurbación anzoatiguense, sufrían los estragos del inclemente sol, cuando los inhumanos choferes, y el guardia que funge de colector, no los dejaban montar parados, por la bendita distancia social, cuando las unidades que prestan el servicio son escasas, y las demás reposan en el cementerio de autobuses que está en el polideportivo; y los transportes privados casi no existen por la falta de gasolina. Para ese pueblo trabajador en las calles, no es una opción acatar la cuarentena pues deben salir a trabajar para abastecerse de alimentos, y medicinas.
La comida se acaba, y esos jefes de familias deben arriesgarse al contagio, y visitar los mercados repletos hasta los ‘teque-teques’ para comprar arroz, huevos, harina de maíz, teretere etc. En el mercado de Puerto La Cruz, en el centro de esa ciudad, una larga cola de compradores, eran ordenados por la GNB con megáfonos o altoparlantes, donde les aconsejan que usaran los tapabocas, guantes, y desinfectante para las manos, y que mantuvieran una distancia de 1,5 metros entre sí. Antes de entrar. Dentro del mercado, las reglas se desacatan rápido: cientos de personas se tropiezan entre sí, a codazo limpio, en busca de los precios más baratos en cebollas, sardinas, carnes, pollos, plátanos etc. El calor es insoportable, y las moscas pululan por todas partes. En medio del regateo por comprar barato, la muchedumbre desesperada se quitan las mascarillas, viejas, sucias, y contaminadas, mientras se frotan sus manos sudorosas sobre sus rostros mojados.
En medio de los puestos de ventas de alimentos, frutas, verduras, los barberos, en puestos improvisados, les cortan el cabello a sus clientes.
Escenas similares se desarrollan en las calles aledañas, ya que la GNB cerró todos los accesos perimetrales al mercado de PLC, por la alta contaminación, y el desbordamiento de aguas negras en pleno centro de la ciudad, pero que la Alcaldía de Sotillo hace caso omiso en arreglar este foco de contaminación de aguas putrefactas en plena pandemia, donde conviven con las aguas negras purulentas, los guardias nacionales bolivarianos, que mantienen cerradas esas calles, con un alto riesgo de infectarse con el coronavirus.
Lo que se escucha es el lamento del pueblo trabajador golpeado por la hiperinflación, ya que el dinero no les rinde para comprar alimentos para más de un día, y tienen que volver al mercado casi todos los días, para medio poder comer. A pesar de la pandemia, la mayoría de los sobrevivientes de esta tragedia económica mas el covid-19, deben salir de sus casas todos los días, o su familia no pueden comer.
Caminan por las calles principales con sus únicos tapabocas, y en las paradas de los BTR, no los dejan montar porque anda un GNB de colector, para que se ‘mantenga la distancia social’, y no vayan parados, entonces para que son los pasa manos: ¿Será para que aguanten sol parejo esos pobres cristianos hijos de Dios? ¡Qué indolencia, tan criminal en contra de un pueblo indefenso, víctima del hambre, y el abuso de poder!
La mayoría gastan lo que ganan en la comida del día para que sus esposas, y sus hijos coman. Muchos de ellos según comentan entre ellos, evitan tocar a sus hijos, cuando regresan a sus hogares por temor a infectarlos: "Hoy solo pude comprar una bolsa de pan francés, y medio kilo de arroz picado" es el comentario entre ellos bajo el inclemente sol en las paradas de los BTR, que se niegan a montarlos parados. No podemos quedarnos en casa, gritan muchos molestos. Todos tienen miedo, especialmente los más viejos, y todos saben del colapso, del sistema de salud en Venezuela bajo ninguna, de estas consecuencias, se le puede hacer frente al virus chino. El Gobierno dice que en Venezuela se han registrado hasta el momento, según el último parte oficial de 285 casos de coronavirus, y diez muertos desde el 13 de marzo. Los adultos mayores que están a la buena de dios, sin ninguna ayuda del Estado, tienen que hacer sus propias compras porque viven solos. Y muchos pueden medio comprar con el dinero de las remesas que sus hijos les envían desde el exterior. A muchos les da terror, estar dentro de esos ríos de gentes en los mercados, pero como la necesidad tiene cara de perro, tienen que ir a ellos porque encuentran mejores precios, dicen muchos de esos héroes de esta triple crisis.
Otros vociferan aunque nos enfermemos no podemos dejar de comer, una triste realidad. El alto costo de los alimentos desde que comenzó la cuarentena el 17 de marzo, los precios, y la especulación del comercio en manos de árabes, y chinos, no paran de aumentar, los expendios están recibiendo menos rubros, debido a la grave escasez de gasolina. El gobierno permite que los mercados estén abiertos solo medio día. Después de esa hora, empieza la represión contra motociclistas, y automovilistas, y gente de a pie. Tenemos que salir a buscar alimentos, y medicinas, porque tenemos hambre, y familiares enfermos, les gritan los conductores enojados a los militares, y policías envalentonados. En el municipio Diego Bautista Urbaneja, de Lecherías, es donde la represión es más fuerte, todos los accesos a ese municipio de 12 kilómetros cuadrados están cerrados las 24 horas del día, impidiendo el libre tránsito de vehículos, y personas, e impidiendo el funcionamiento del transporte público privado, un verdadero abuso de poder, y violación flagrante de la CRBV, lo que no se sabe, si es por órdenes expresas del Alcalde Manuel Ferreira, basta ya, de tantos abusos dicen los habitantes de ese municipio, nos tienen bajo un permanente toque de queda.