Un ego con inflamación crónica no permite la comunicación eficaz de cualquier político con las bases que dice representar, y además crea escenarios que no reflejan la realidad del pueblo llano. Dime de qué alardeas y te diré qué te falta, dice un refrán. Cuando transita el segundo año de su mandato legítimamente renovado, el presidente Maduro ya debería estar consciente de tan importante limitación. Pero pareciera que "la línea", como suelen decir los líderes cuando dan instrucciones a sus subalternos, es que aquí no existe un equipo de gobierno, sino un presidente que se ocupa exclusivamente, él sólo, de todo. Flaco y contradictorio favor a la idea de participación protagónica que propuso e impulsó Hugo Chávez Frías.
Pero corríjanme, si no es cierto, que en cada parte sobre cualquier resultado exitoso que se haya obtenido en la gestión de alcaldes, gobernadores, ministros o vicepresidentes, los aludidos en el pase radial o televisivo, comienzan siempre sus intervenciones con frases como: "siguiendo sus instrucciones comandante presidente", "como usted ordenó presidente", "el plan que usted ideó comandante presidente", "como usted había alertado, presidente", "como usted orientó presidente", "y todo esto que usted ha hecho presidente comandante en jefe", etc., que nos lleva a sospechar que aparte del primer mandatario, aquí más nadie piensa, reflexiona, o hace propuestas para superar tantos problemas endógenos o causados por el bloqueo gringo, que nos afectan. ¿Será entonces por la falta de gerentes y grupos competentes, que Maduro se expresa en primera persona del singular?
La incapacidad para la supervisión del cumplimiento de las órdenes, por ejemplo, se evidencia cuando el presidente afirma cifras del alcance de las cajas CLAP, que no solo son exageradas en comparación con lo que se constata en los vecindarios y en redes sociales de trabajadores, sino que además le llevan a plantear quimeras como aquella de que el programa debe ajustarse a una frecuencia quincenal, cuando hay sectores laborales que durante todo el 2019, sin las limitaciones que impone la actual pandemia, apenas recibieron el beneficio en cuatro ocasiones. Una caja o bolsa CLAP cada tres meses.
Tanta exaltación a la figura presidencial conduce al jefe del Estado a sentirse obligado a saber de todo, a darnos clases cada vez que aparece en pantalla. Entonces, en sus presentaciones diarias ante los medios, y antes de abordar el tema del momento, el que realmente le interesa a la gente, Maduro debe invertir un tiempo valioso en peroratas sobre la efeméride correspondiente, independientemente de que se trate del día de la poesía, del astronauta o del árbol, además de las reiteradas lecciones de historia que repite en cada oportunidad que tiene.
Frente a problemas complejos, el trabajo en equipo no solo permite mayor eficacia en el control de los recursos, en el logro de metas y en la rendición de cuentas, sino que también permite ampliar las responsabilidades. De otra forma, cuando los planes fallan hay un único culpable, y cuando funcionan, se subestima a quienes ciertamente ejecutaron las acciones. El personal médico y paramédico y todos los trabajadores hospitalarios requieren mayor reconocimiento y estímulo en la actual batalla que, en forma atinada, mantienen contra la covid-19.
Necesitamos con urgencia voceros en todas las áreas del saber, debidamente preparados para transmitir el sosiego que la población requiere en estas circunstancias. ¿No hay un conocedor del área comunicacional que le diga al presidente que el exceso de promoción terminará por "quemar" su imagen, como dicen en el argot publicitario? Tanta exposición cansa y no solo eso, lo expone a la repetición de frases y recursos humorísticos que ya no nos hacen reír.
Acorte la distancia entre usted y el pueblo, hágase más accesible respondiendo al clamor de la gente por lo esencial, sus necesidades básicas. Déjele el resto a sus ministros, que se supone están ahí por expertos en sus áreas.
(*) Profesor universitario.