Con mucho pesar escribo este artículo. Margarita, nuestra hermosa isla, la perla del Caribe, se ha convertido en un lugar al que no podremos ir a disfrutar las vacaciones, ni siquiera, me atrevo a escribir, se puede ya vivir en la isla como en los tiempos de antaño.
No, no es sólo debido al caso circunstancial que está ocurriendo sobre la pandemia en Margarita, con una gran parte de los casos de Venezuela concentrados en su región. Y coincido que ha sido por la gran irresponsabilidad de los que han debido atender, cuidar, proteger a esos jóvenes en las instalaciones de la academia de Baseball.
Pero si reflexionamos un poco, ésa ha sido una actitud característica de los pobladores de la isla. Soberbia, independencia, no aceptan órdenes de afuera. El hecho de ser una isla, de vivir aislados de la tierra firme, de soportar en alto grado los avatares de no tener agua, no tener luz, no llegarles con regularidad el gas, a veces hasta los alimentos, hace sentir a los margariteños (incluyo los que no son nacidos en la isla, pero residen allá) con derechos de no aceptar los decretos que mandan desde Caracas. Saben que son Venezuela, pero una pequeña parte de Venezuela, una tierra aislada, sin mayor conexión.
Y ha habido artículos muy completos sobre lo que muy lamentablemente acontece en Margarita desde hace muchos años. Uno que recomiendo es de Teodoro Guerrero Salas, escrito en Aporrea en 2016, muy vigente www.aporrea.org/actualidad/a223710.html.
Entre otros, se menciona que ha sido el decreto de Zona Franca (1966) y la decisión de convertirla en el Puerto Libre (1975) que dañó a la población margariteña, con entrada de venezolanos de otras regiones, posibilidad de contrabando, hasta narcotráfico, y la consiguiente delincuencia que vemos hoy a la orden del día. Como, por ejemplo, el reciente asalto al hotel Portofino, en la costa de Manzanillo, durante la plena vigencia de una cuarentena.
Pero no es sólo el Hotel Portofino, queridos lectores. Ha sido también el Hotel Tirano, construido en la década de los setenta, impresionante obra sobre la costa marina, luego abandonado y convertido en lugar de indigentes, drogadictos y basurero. En algún momento, en 2007, Chana Uzcátegui, de los famosos Ranchos de Chana, asumió el reto de rescatarlo, y re convertirlo en uno de los símbolos turísticos de esa zona. Ciertamente con un savoir fare muy cuestionado, beneficiándose de las bondades de la revolución y acogiendo magistralmente sus principios. Claro a su favor. Pero lo cierto es que, contra capa y espada, lo logró. El emblemático hotel fue inaugurado, para luego de su muerte, por problemas de corrupción y de justicia con sus herederos, caer nuevamente en desgracia, y fue saqueado por los moradores de la zona, hace más de 10 años pero exactamente de igual manera que lo ocurrido este sábado.
¿Otro hotel? Siempre por ahí cerca, el conocido nuevo, hermoso, Hotel Tamarindo, sobre el mar de Guacuco. Cayó también en desgracia, inoperativo durante años, fue blanco perfecto para los margariteños que lo desvalijaron, ventanas, aires, calentadores de agua, muebles. Y si no me equivoco, estaba bajo la responsabilidad de lo que era Fogade, adscrito al Gobierno Bolivariano. Hoy lo recuperaron, eso me han dicho, ojalá no tenga la misma suerte.
Otro hotel, esta vez en el municipio Maneiro, que yo conocí como Puerto Esmeralda, y luego tuvo varios cambios de nombre. Hermoso, sobre el mar, tipo mediterráneo. Igualmente, no tuvo un buen final. También saqueado. Llegó, y creo que todavía, a ser guarida de malandros, rateros, drogadictos de playa Moreno. Ah, muy cerca del Venetur, anterior Hotel Hilton.
No se trata sólo de hoteles, ahí cerquita existe una estructura de muchos pisos, desde los años setenta, que iba a ser un sitio vacacional para los trabajadores petroleros. Han pasado más de cuarenta años y nadie lo ha rescatado, está en estructura, majestuoso viendo el mar a lo lejos, ese mar que daña sus cimientos, sus paredes, sus columnas.
Definitivamente Margarita tiene sus historias, que podrían volverse leyendas, muy particulares. Sería cuestión de escribir un libro, no un artículo.
Pero lo cierto es que mientras en Italia, las autoridades y empresarios del sector sugieren ahora a sus habitantes hacer turismo en su país, no viajar fuera, sino cuidarse sin salir al exterior y fortalecer sobre todo la estructura turística nacional, muy lesionada con la pandemia, aquí en Venezuela, ¿qué haremos? Margarita ha sido siempre nuestra isla, el oasis que añoramos, que buscamos, a pesar de las dificultades para llegarle, cada vez mayores, a pesar de lo difícil de la subsistencia en el lugar. Pero nunca será a pesar de no poder bañarnos tranquilamente en sus aguas, rodeados de pobladores que azuzan y están alertas a cualquier posible emboscada que nos puedan a hacer. A nosotros, los turistas de Caracas, a otros de tierra firme, los que iríamos a sus playas, a sus bellezas. De alguna manera nos la querrán cobrar. No con el necesario retorno económico a su región. Lo querrán cobrar con delincuencia. ¿Será que nuestro apreciado Protector Dante Rivas podrá ayudar? Sabemos que tiene la mejor buena voluntad, pero permítanme dudar sobre la recuperación de una enfermedad ya establecida en la región, dentro de los genes de muchos pobladores. Que hasta se atrevieron, en algún momento, ¡robarle a la Virgen Del Valle!