Asidero

Descolgar al obrero e inmigrante, ¿Resultante de un virus o de una hipocresía capitalista?

Domingo, 03/05/2020 08:04 PM

Vivimos dentro de un sistema de valores en el que priman las disonancias, los comportamientos contradictorios, las negaciones de evidencias y las mentiras repetidas mil veces que acaban por convencer incluso a los propios embusteros. A esto me refiero con lógica del oxímoron. Decir creación de empleo cuando en realidad se destruye. Recuperación cuando las evidencias apuntan al estancamiento. Rechazar con la palabra lo que los hechos, como el de Fukushima, no dejan lugar a dudas.

Por otra parte, el mundo de vida de los políticos reseñados a nivel mundial como líderes no coincide, en sus aspectos prácticos, con el de aquellos a quienes van dirigidos los comunicados, los ciudadanos corrientes. El filósofo francés Alain Brossat, en La démocratie immunitaire, advirtió hace ya 10 años que las democracias occidentales promueven un concepto muy particular de libertad. Se trata de un matiz negativo en el que lo que se ansía es la inclusión de los individuos en burbujas de inmunidad, en espacios de seguridad, de confort que les separen de lo indeseable; es decir, de la pobreza, la miseria, lo incierto.

Descompuesto lo social y los grandes ideales de lo colectivo, de la acción conjunta y cooperativa, cada cual busca forjar su espacio profiláctico y, al mismo tiempo, se vuelve insensible a todo lo que sea exterior a él. Se es indiferente a lo demás, incluso se lo toma a risa, como un espectáculo que se contempla desde la distancia estética de la invulnerabilidad y la impunidad.

Es esta burbuja la que revela la disposición de los dirigentes españoles, incapaces de reconocer en las cifras, en los números a personas sintientes. ¿Cómo empatizar con los desempleados sin esperanza cuando han formado castas familiares que ocupan los altos cargos políticos, administrativos, Desde sus viajes a Disneyland, sus clientelismos, amiguismos y demás corruptelas habituales, en el día a día, en una especie de gated community, ¿separados y protegidos de la intemperie? Si hay escraches, condena pública en los medios e hiperprotección policial y jurídica. Podría decirse que su reino, el de los actos protocolarios, los almuerzos de honor, las cenas de gala, los homenajes, los coches oficiales, no es de este mundo.

El alcance de esta lógica del invernadero, como diría Peter Sloterdijk, no atañe solamente a los dirigentes políticos. En el mundo empresarial -la clase corporativa- y en el laboral, la felicidad se mide por el grado de construcción de nuestra propia burbuja, sin consideración de los motivos y afecciones de los que no forman parte de ella y, por ello mismo, ignoramos.

A fin de cuentas, esa vida irreal en la coquille –recuerdo del útero materno para Benjamín– se envidia. La solidaridad, la conmiseración no deviene una utopía imposible solo para los altos cargos políticos y económicos. También en la sociedad que aspira al ideal inmunitario ese valor que es la desexposición al sufrimiento hace mella en nuestra capacidad de reconocer al otro como un ser sintiente, y no como una cosa exótica. ¿Cómo, si no, explicar que esos que se burlan de nosotros desde sus burbujas sigan obteniendo nuestro beneplácito a través de las urnas?

En la calle, anaqueles vacíos en supermercados y tiendas llenas de gente con cara de ansiedad, que culmina con un toque de queda y un cierre total del país. El pánico es discreto y contenido porque, como dijo el poeta norteamericano T. S. Elliot: “Así se acaba el mundo… no con un estallido sino con un gemido.”

Es que no es el fin del mundo, pero si hubiese un ensayo para ello sería éste. Noticias de puertos y aeropuertos cerrados, videos de personas con máscaras y uniformes aislantes trasladando enfermos dentro de cabinas y burbujas plásticas en las redes y la televisión.

Se habla de un Puerto Rico “post catástrofes”, aludiendo a los cambios registrados luego del huracán María y los sismos de enero pasado. Entonces hace acto de presencia el COVID-19, la tercera catástrofe en cuatro años. En el Apocalipsis bíblico se habla de cuatro jinetes que representan la conquista, la guerra, el hambre y la muerte. El primer jinete que llega en un caballo blanco simboliza un guerrero que parece promover la paz, pero promueve la guerra de conquista, “salió venciendo y para vencer” (Apocalipsis 6:2 RV, 1990). Este jinete no debe confundirse con el que se describe en el capítulo 19, que desciende del cielo en un caballo blanco y lo monta un líder redentor y justiciero que se presume es Jesucristo.

En el huracán María dominaron la muerte, la necesidad y el desamparo. Durante los sismos se vieron el hambre y el abandono. Con el coronavirus presenciamos, además del abandono, una xenofobia guerrera contra China y hasta contra los otrora “aliados” de Europa. Como en el relato bíblico, las tres catástrofes de este apocalipsis boricua fueron precedidas por un jinete en caballo blanco sediento de poder.

Ese primer jinete de este apocalipsis boricua, el del caballo blanco que abre camino a las calamidades que estamos viviendo, es la kakistocracia bipartita. Esa clase política sedienta de poder y lucro es la que llevó al país a la quiebra fiscal y el colapso político-económico, la que nos hunde en el desamparo con el mal manejo de estos desastres que se asemejan al fin del mundo.

. En medio de la duda, la confusión y la desconfianza creada por la comedia de errores de los funcionarios gubernamentales encargados de manejar la pandemia, los gobernadores nombran un “grupo asesor” para el manejo de la crisis. Se trata de un “cambio de imagen”, la escasez de pruebas y la falta de estadísticas confiables continúan

Hay una verdad, existe una prefiguración económico mundial y, se necesita eliminar población. Asumir el control del poder económico y político. En el encierro vemos noticias que confirman que el mundo cambió. El COVID-19 cierra el círculo del proceso de globalización. Lo que comenzó como una crisis sanitaria en una provincia rural de China se difuminó en semanas alrededor del mundo. Lo que debió haber sido una epidemia, se convirtió en una pandemia que ha doblegado los sistemas de salud de países avanzados. El manejo de esta crisis pasa de gobiernos locales a entidades internacionales. Se contemplan y experimentan nuevos regímenes regulatorios globales. El resultado de las medidas de encierro para contener la pandemia será una recesión global de proporciones inimaginables.

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