Tres grandes caudillos militares dominan la escena política del siglo XIX, entre 1830 y 1935.
El fundador de la república, del Estado venezolano que ya no tiene solución de continuidad, éste que hoy existe, fue José Antonio Páez (1790-1873), héroe de la independencia. Páez, a fuerza de prestigio caudillista, lleva a cabo la separación de Venezuela de la república de Colombia. El 13 de enero de 1830 monta un gobierno provisional con sus amigos y seguidores inmediatos, Miguel Peña (ministro del Interior, Justicia y Policía), Diego Bautista Urbaneja (hacienda y Relaciones Exteriores) y Carlos Soublette (Guerra y Marina). Pero Páez tiene conciencia histórica, sabe que de su actuación depende el futuro. Convoca a elecciones, y el 6 de mayo se reúne un congreso con 33 diputados de los 48 electos, para redactar una Constitución que será sancionada el 22 de septiembre y promulgada el 24. El gobierno sería republicano, popular, representativo, responsable y alternativo (título II). La soberanía que el pueblo ejerce se restringe al derecho a votar en elecciones primarias. El hecho de ser “sirviente doméstico” incapacita para la ciudadanía. Para elegir o ser elegido se requiere estar casado o ser mayor de veintiún años, saber leer y escribir, poseer una propiedad raíz con renta anual de cincuenta pesos, o industria, profesión u oficio que produzca cien pesos al año.
El poder legislativo se ejerce por dos cámaras (título X), representantes y senadores. Se reunirían el 20 de enero durante noventa días, prorrogables por treinta más. Cada una de las doce provincias en que se divide el territorio nacional elegirá un diputado por cada veinte mil habitantes y uno más por el exceso de doce mil. Dos senadores por provincia eran necesarios; durarían cuatro años, renovándose por mitad cada dos años. El poder ejecutivo (título XVI) estaría formado por un presidente, con periodos de cuatro años sin reelección inmediata; vicepresidente elegido con dos años de diferencia respeto al presidente. La elección de ambos era hecha por los electores, que votaban en los colegios electorales. Se requerían las dos terceras partes de esos votos, y en caso de no obtenerlas ningún candidato, el Congreso perfecciónala la elección. Se establece un Consejo de Gobierno, integrado por el vicepresidente, los secretarios del Despacho, cuatro consejeros nombrados por el Congreso y un ministro de la Corte Suprema. El poder judicial (título XIX) estaría formado por esa Corte Suprema, las Cortes Superiores, los juzgados de primera instancia y tribunales menores. Los juicios criminales se harían por jurados. Las provincias se administraban por una diputación (título XXIII). Cada diputación se formaba por un diputado de cada cantón. El representante del ejecutivo era un gobernador. El articulo 180 (título XXV) asienta: “La fuerza armada es esencialmente obediente, y jamás puede deliberar. Se dividirá en ejército permanente, fuerza naval y milicia nacional.”
El 24 de marzo de 1831, el Congreso, instalado en la ciudad de Valencia, donde se gestó aquel movimiento político, proclamo a Paéz como presidente constitucional y a Diego Bautista Urbaneja como vicepresidente. Aquella república centrofederal, clasista, un tanto aristocrática, aunque Paéz fuera llanero del pueblo raso, tendrá en su primer presidente también a su caudillo y gran elector. En febrero de 1835 termina el periodo. Paéz será electo nuevamente para el de 1839-1843. Paras 1835 fue electo un civil, el doctor José María Vargas, científico, universitario. Presta juramento ante el congreso el 9 de febrero. Fue derrocado el 7 de julio por una conjura militarista en la cual está comprometido el prócer Santiago Mariño. Esla primera “revolución”, denominada de las Reformas. El hombre del día es un oscuro comandante de nombre Pedro Carujo, símbolo de todas las traiciones políticas en la historia del país. Pero el caudillo es Paéz. Interviene, y repone a Vargas en su silla presidencial, previa derrota de los conjurados. El 21 de agosto, Vargas ya tiene de nuevo Gabinete. Renuncia el 24 de abril de 1836. Se encarga el vicepresidente Andrés Narvarte por nueve meses. Luego, el general José María Carreño, mientras llega el nuevo vicepresidente Carlos Soublette, quien termina el periodo (desde el 20 de mayo de 1837 al 28 de enero de 1839). Paéz, electo por 212 de los 222 votos, gobierna desde enero de 1839 hasta el 26 de enero de 1843, cuando fue electo Carlos Soublette para el periodo que termino en 1847.
Así, pues, los gobiernos que se suceden entre 1830 y 1847 estarán cobijados por la sombra protectora del gran caudillo llanero. El prestigio de que gozaba Páez lo convirtió en figura central de todo cuanto ocurría en el país, hasta el punto de que los otros presidentes, Vargas y Soublette, serían elegidos con su apoyo y deberían su estabilidad a su fuerza de caudillo.
El 20 de enero de 1847, el Congreso comprueba que en las elecciones ninguno de los nueve candidatos obtuvo los dos tercios de ley y procede va perfeccionar la votación. Se elige al candidato respaldado por Páez, el general José Tadeo Monagas. El 24 de enero de 1848, el presidente, convertido en dictador, respalda un asalto al Congreso, dominado por la oposición. A partir de ese momento, descartado Páez, que es hecho prisionero por el comandante Ezequiel Zamora (15 de agosto de 1849), ya no haya sino una tiranía, un nepotismo que se mantiene hasta 1858. Para el período 1851-18555 se eligió a un hermano del dictador, el general José Gregorio Monagas, para dar fácil paso a José Tadeo en la mascarada eleccionarias de 1855. En 1857 se reforma la Constitución, vigente desde 1830, para alargar el período de 1857 a 1862, nombra el Congreso como presidente al dictador y como vicepresidente a su yerno Francisco Oriach. La farsa política termina el 15 de marzo de 1858, al empuje de una revolución con la cual todo el mundo estuvo de acuerdo.
Durante la dictadura de los Monagas, en la práctica de José Tadeo, fue abolida la esclavitud (24 de marzo de 1854) y la pena de muerte (1849). Pero se estableció la arbitrariedad, la corrupción y el desenfreno. Una larga crisis sigue a la presidencia provisional del cabecilla que derrumba a Monagas el general Julián Castro (1858-1859).
Esas crisis terminan en la Guerra Federal o de Cinco Años, 1858 a 1863, cuando se enfrentan el Gobierno y la revolución, dos entidades políticas que no se reconcilian sino con la dictadura de Guzmán Blanco y definitivamente con la de Juan Vicente Gómez. En el Gobierno se suceden, a la caída de Monagas, una Junta Provisional presidida por el conservador Pedro Gual (del 15 al 18 de marzo de 1858), el general Julián Castro como presidente provisional (del 18 de marzo de 1858 al 7 de junio de 1859); Manuel Felipe de Tovar, cabeza política de la reacción contra Monagas y ministro del Interior con Julián Castro, se encarga de la presidencia entre el 7 y el 12 de junio de 1859, por renuncia de Castro; se reencarga este endeble caudillo y guerrillero, hasta el 1 de agosto, cuando es derrocado; Pedro Gual es quién lo sustituye, hasta cuando Tovar resulta nombrado presidente constitucional, en abril de 1860, en unas elecciones que nadie sabe cómo se realizaron. En el Gabinete de Tovar aparece Páez como ministro de Guerra y Marina. El 10 de septiembre de 1860, el viejo caudillo, fundador de la república de 1830, asume la dictadura oficialmente. La entregará el 6 de junio de 1863, cuando el tratado de Coche pasa el poder a la revolución triunfante.
La revolución está en manos de tres hombres: Ezequiel Zamora, conductor de la guerra; juan Crisóstomo Falcón, que termina como presidente, y Antonio Guzmán Blanco, heredero del poder. La revolución comenzó por Coro el 20 de febrero de 1859. El país es asolado casi totalmente, menos los apartados pueblos de la montaña andina, Mérida y el Táchira; los Llanos se agotaron. Las ciudades y los pueblos fueron saqueados e incendiados. Barinas se convirtió en una sombra que sólo ahora se recupera, bajo la protección del rico estado petrolero.
La campaña del caudillo campesino, recuerdo de Boves y de Páez, el general Ezequiel Zamora, comandante de los Monagas para destruir a Páez en el sitio de Los Araguatos, en el occidente y de los Llanos, da el tono de la guerra civil, violenta, a muerte; derrota y es derrotado; sitia e incendia; Barinas y Guanare desaparecen bajo las llamas federales; triunfa en El Palito sobre Andrés Avelino Ponte (23 de marzo de 1859) y sobre Manuel Herrera en Araure (5 de abril). El general José Laurencio Silva, con tradición de guerrero, actúa como jefe de las tropas constitucionales, es decir, las del gobierno; renuncia, se le acusa de traidor y se le sustituye por el patricio Carlos Soublette como director de la guerra, y por José Escolástico Andrade como comandante. Zamora toma a Barinas el 14 de junio y recibe un título, el de “Valiente Ciudadano”.
En el oriente hacen la guerra los herederos de los apellidos heroicos, Julio C. Monagas, José Loreto Arismendi, Sotillo. El 24 de julio de 1859, Falcón, jefe nominal de la revolución, se encargó de las operaciones, pero Zamora, jefe real y verdadero del movimiento, continua la guerra por su cuenta. La revolución se generaliza, y ya es imposible especificar las operaciones, pues se trata de un levantamiento general en el que son federales hasta los bandidos.
La Guerra Federal tuvo sólo dos grandes batallas. El 10 de diciembre de 1859 es derrotado en Santa Inés (situada en el hoy estado Barinas) el ejército constitucional por el ejército federal. Al frente del primero estaba Manuel Vicente de las Casas, jefe del Estado Mayor, con oficiales que ya tenían tradición, Antonio Jelambi, Olegario Meneses, José Ignacio Mijares, Lino José Revenga, Esteban Palacios, los caraqueños, los centrales, los urbanos. Los federales tienen al frente a Ezequiel Zamora, del pueblo de Cúa, comerciante convertido a la política por las prédicas liberales, por los periódicos como El Venezolano, por las palabras de aquel Antonio Leocadio Guzmán que en 1867 exclamará: “Si los contrarios hubiéramos dicho centralismo.” A su lado, nombres nuevos, rurales, o representantes de aquella emoción popular en armas, machete y candela en mano, José Desiderio Trías, Juan Bautista García, León Colina, Jesús María Hernández, Manuel Ezequiel Bruzual, Aquilino Juárez. Derrotados los constitucionales, se retiran a Barinas y a Mérida. Después de la batalla de Santa Inés, Zamora pone cerco a San Carlos. En el proceso de la acción, el 10 de enero de 1860, una bala perdida lo deja muerto. (Bala traicionera, Antonio Guzmán Blanco). Asume Falcón la discutida jefatura.
A principios de febrero, Falcón reúne las fuerzas federales y comienza una campaña hacia los Llanos. El general constitucionalista, León de Febres Cordero sale de Valencia para darles batalla en el sitio de Coplé (estado Guárico), donde son derrotados los federales el 17 de febrero de 1860. Falcón huye a Nueva Granada y su ejército se disuelve. La anarquía reinante en el Gobierno impidió la terminación de la guerra, que a poco recomienza más duramente. La última parte de esa guerra la dirige Páez como dictador; trata de entenderse con Falcón, quien regresa a su trabajo de caudillo. El 8 de diciembre de 1861 se entrevistan ambos jefes en Carabobo, sin llegar a ningún acuerdo. Siguió la guerra a muerte, hasta cuando las huestes federales llegaron a Caracas.
En agosto de 1862, Falcón envía con plenos poderes a Antonio Guzmán Blanco para que organice la guerra en el centro: Guárico, Carabobo, Aragua y Caracas: Guzmán Blanco cumplió su cometido y obtuvo victorias, pero su acción más importante fue ponerse en contacto con el representante de Páez, el hábil político Pedro José Rojas, (don Perucho) para tratar de llegar a un acuerdo. Se firmó el tratado de Coche el 24 de abril de 1863, fin de la guerra, paro no de la anarquía. Termina el caudillismo del Centauro, quien se va al exilio hasta morir en Nueva York el 7 de mayo de 1873. (Riquísimo, con los dineros del pueblo venezolano).
Comienza la presencia de Antonio Guzmán Blanco.
El general Juan Crisóstomo Falcón llegó, triunfante, a Caracas el 24 de julio de 1863. Se establece el gobierno federal con las aclamaciones habituales. Va a durar poco, pues una nueva revolución acabará con él. Falcón gobierna entre 1863 y 1868 en medio de la mayor intranquilidad pública, dominando alzamientos, conjurado crisis política y alarmado por la grave situación económica. El presidente federalista gustaba más pasear a caballo por las calles de Coro, su ciudad natal, y así dejó el ejecutivo a los designados. Su huella más importante como presidente puede ser el decreto de garantías del 18 de agosto de 1863, un instrumento teórico, antecedente de libertades públicas. Se garantiza a los venezolanos la vida, la propiedad, el hogar, la correspondencia, la expresión del pensamiento, el sufragio, el derecho a la asociación, la libertad, la igualdad ante la ley, es decir, los derechos humanos como se dice hoy. Ninguna de esas garantías tuvo vigencia.
El 24 de diciembre de 1863 se reunió una Asamblea Constituyente, el remedio a que se acude en todo tiempo para convertir en derecho el hecho, para pasar a limpio, en forma de Constituyente, el borrador del acta constitutiva que fue el tratado de Coche y el decreto de garantías. El primer presidente de ese cuerpo fue Guzmán Blanco. Ya había prestado sus primeros servicios como enviado a Europa para negociar un empréstito en el cual quedan hipotecadas las Aduanas y el país, pero rico el negociador. La Asamblea ratifica a Falcón como presidente y a Guzmán como vicepresidente y sanciona una Constitución federal el 28 de marzo de 11864. Falcón le pone el ejecútese de ley en Coro el día 13 de abril. La federación no trajo la paz; la nueva democracia social no prosperó. Cuando finaliza el año 18677, el país está de nuevo alzado en guerra.
La insurrección la dirige el viejo general José Tadeo Monagas. Falcón sale del país el 5 de junio de 1868. El 25 llega Monagas en su caballo de muerte con la Revolución Azul. Aunque jefe del movimiento, Monagas no es nombrado presidente. Un Gabinete presidido por Guillermo Tell Troconis ejerce las funciones de gobierno. En 1869 se encarga del ejecutivo José Ruperto Monagas, hijo de José Tadeo. Se intenta restablecer el nepotismo de 1848-1858; pero sólo se mantendrá veintidós meses.
¡La Lucha sigue!