Mis hijos son mis héroes

Viernes, 22/05/2020 07:04 AM

Esta pandemia que azota al planeta ha servido para mucho. Nos ha servido para amarnos unos a los otros, independientemente de la lejanía que nos separa. Ha servido para que valoremos lo que tenemos. Nos ha servido para que cada uno de nosotros extraiga lo mejor de sí para ofrecerlo a los demás, sin esperar nada a cambio. Ha servido, además, para que la familia se una, y sienta el calor que nos une, calor humano, calor de vida, y, calor de amor. Ha servido para que nos ayudemos los unos a los otros, sin miramiento, sin recelo y sin elucubraciones.

En ese sentido, confieso que he valorado al máximo a mis hijos: Reinaldo Rafael Santaella Pastrano, Melitza Milagros Santaella Cisneros, María Eugenia Santaella Cisneros y a la menor María Fernanda Santaella Cisneros. El primero vive en los Estados Unidos desde temprana edad. Es ciudadano estadounidense. Prácticamente se ha hecho "solo" en la vida. Es experto maquillador, y diseñador orfebre. Es un tipo creativo y echado hacia delante, como se dice popularmente en Venezuela. Pero, sobre todo, es una persona solidaria y querendona. Es más claro que el agua de manantial, cuando expresa sus pareceres. Es directo y preciso. Pero, lo más, espectacular que tiene, es que es familiar. Y eso vale un tesoro.

Melitza, se mueve como un ventarrón. Es ágil, como una anguila bajo el agua, piensa rápido y suelta rápido lo que pasa por su mente. Hace amistades con facilidad, dado su carácter abierto y lleno de sonrisa. Es independiente, y es amante del movimiento. Por eso se enamoró de Zumba.

¿Qué es Zumba? Zumba es una disciplina deportiva que se imparte en clases dirigidas en la que se realizan ejercicios aeróbicos al ritmo de música, previamente seleccionada como el merengue, la samba, el reggaetón, cumbia y salsa. La finalidad de los ejercicios es el de perder peso de forma amena y divertida, y, por ende, mejorar el estado de ánimo de los participantes.

Melitza, tiene en común con su hermano Reinaldo, la solidaridad familiar. No mira para atrás para tender la mano a quien sea, pero es lo máximo cuando se trata de una hermana, de sus padres, de sus sobrinos, etc. Se administra bien, dado que se recibió de Administradora en una universidad venezolana. Y se da por completo a sus amistades, como anfitriona es maravillosa.

La abogada María Eugenia, es puro carácter y muestra en su bello rostro la alegría de vivir, especialmente cuando ríe a carcajadas. Por eso a la hora de reír es un torrente de energía contagiante, cuyo eco se expande a kilómetros. Es, de manera espectacular, solidaria y se entrega cuando de ayudar a alguien se trata. Para ella no hay hora, o mal tiempo, cuando tiene que estar al lado de un vecino, dándole apoyo y cariño en momentos difíciles. Es bondadosa, como ninguna. Se identifica con la característica propia de las buenas personas. Y no oculta su inclinación natural a hacer el bien. Y, como si fuera poco, es emprendedora. Le gusta investigar y concretar proyectos.

María Fernanda, es la menor de mis hijas. Siempre, desde muy pequeña asomó su carácter fuerte y decidido. No teme tomar decisiones, previo haberlo pensado bien y consultado con su almojada. Es arquitecto, y desde muy pequeña demostró agilidad para jugar con las líneas y trazados. Pero, además, y esto es lo más grandioso, me dio tres nietos. En la creación de Aratza Valentina, Benjamín Eduardo y Micaela Alejandra, Dios derramó sobre los tres un carisma envidiable, por lo que seré un eterno agradecido con el Señor y su bondad.

En efecto, por razones de fuerzas mayores, los tres nietos tienen distintas nacionalidades. Arantza es venezolana, Benjamín es tabasqueño (México) y Micaela es queretana (México). Pero, igual son tan venezolanos como el más. He allí, pues, mis hijos y mis nietos. A los primeros no dudo en catalogarlo como mis héroes. Ellos han estado unidos en perenne comunicación, intercambiando pareceres sobre todas las cosas que nos rodean y nos pasan. Y, cada uno, en la medida de sus posibilidades, han puesto su granito de arena, siempre en la búsqueda del bienestar del grupo familiar.

El amor es tan grande, y el deseo de vernos es un punto que ocupa parte de nuestros pensamientos día y noche. Esa actitud, que nos envuelve desde siempre, está reflejada en estas coincidencias entre mi hija Miltiza y María Eugenia. Transcripción exacta. Melitza: "Anoche soñé que habían llegado a Villahermosa. Y me pregunté de cómo lo habían logrado, dado la imposibilidad de transitar de un estado a otro, debido a la cuarentena. Fue tan real el sueño, que desperté y me levanté a buscarlos para abrazarlos… Por otro lado, María Eugenia dice: "Yo también tuve ese mismo sueño la semana pasada. Que ustedes habían llegado acá, a Venezuela… Fue tan nítido e impactante el sueño, que sentí que mi papá me despertaba en mi cama, y entró mi mama con el mismo fin. Y juntos nos abrazamos. Yo me quedé en chok. ¿Cómo llegaron hasta aquí, si no hay trasporte?, me dije".

Lo anterior narrado, no es ficción, es la realidad. Y eso es una prueba de que el amor entre padres e hijos es un poder que va más allá de la mente. Por eso, una vez más, catalogo a mis hijos como seres humanos espectaculares, amorosos, cariñosos, solidarios, y llenos de bondad. Por tal motivo, Dios está allí, constatando que el obrar de cada uno es el correcto, y que el camino elegido es el indicado para llegar a un final feliz. Termino con esta frase anónima: "Los hijos son… seres que nos prestaron para tomar un curso intensivo de cómo se puede amar a alguien más que a nosotros mismos".

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