Consciencia y Utopía: "Todo es un juego, lo que pasa es que ustedes los adultos lo olvidaron, ya no ríen, son muy serios"

Martes, 09/06/2020 10:42 AM

A la vida plena de Humberto, alma viajera…

Vivir a la deriva de la dimensión egoíca, conlleva al olvido del ser real que somos. La llamada "muerte" no escapa de este dominio que nos somete al olvido y al miedo.

El mayor miedo en el que la mayoría de la humanidad está atrapada es el miedo a la "muerte". Desde nuestro nacimiento en el mundo físico se nos inculca un conocimiento "racional" para que podamos entender este fenómeno. Lo paradójico del asunto es que ese conocimiento proviene de nuestra mente concreta, que al igual que nuestro componente emocional y la personalidad asociada a ello, tiene fecha de caducidad. ¡Lo perecedero dando una explicación de lo imperecedero!

La mente concreta nos sirve para vivir la cotidianidad, el día a día, que por supuesto es necesario para experienciar la vida en los mundos densos como la que se desarrolla en uno de los siete planos de este sistema solar, pero esa mente no nos sirve para entender ni comprender la vida. Siempre intentará una explicación "racional" basada en el miedo.

En el año 1994, y en paralelo con un acontecimiento personal que trastocó y rompió nuestros esquemas culturales y pautas mentales, emprendimos un viaje al medio oriente, específicamente a Egipto, teniendo la oportunidad de compartir durante cuatro meses con esa cultura milenaria y misteriosa. Desde el oasis de El Fayoum, pasando por Alejandría, El Cairo, Giza, Sakara y Luxor hasta Alkanater en el delta del río Nilo, tuvimos unas extraordinarias experiencias vinculadas con los legados de los antiquísimos hierofantes y taumaturgos egipcios. Todo un conocimiento integrado sobre la vida y la muerte. A raíz de ese hecho, recibimos entrenamiento en técnicas de regresiones a vidas pasadas, lo que tuvo como efecto una radical y profunda transformación en la manera de contemplar la vida. De tal modo que lo que aquí expresamos, es producto de nuestras experiencias personales, sin ánimo de convencer a nadie, solo compartirlo desde el amor, que es la esencia primigenia de lo que en realidad somos.

Cuando el ego domina nuestras vidas, realmente es más pertinente señalar que sobrevivimos. La cultura y el culto a la velocidad que se nos impone en esta sociedad, cuyos soportes son la ambición por el poder, la apetencia y apego por lo material y la satisfacción de deseos superfluos, "no nos da tiempo" para vivir. Cuál rebaño lelo y dócil, marchamos en busca de un momentáneo bienestar, temerosos porque la "muerte" aguarda en cualquier esquina. Tememos a la muerte porque le tememos a la vida.

La muerte no existe, no es real, es un imposible. La muerte es una ficción de la mente concreta y uno de los más estratégicos recursos de manipulación que utiliza a su antojo este sistema de oprobioso dominio, para mantenernos en el redil.

Desde la noche de los tiempos, culturas antiquísimas, la filosofía profunda de legendarios sabios y sabias, los principios originales de las religiones formales, la belleza del arte en todas sus manifestaciones; y hoy día, la ciencia de vanguardia, bajo los postulados de la física cuántica(principio holográfico, teoría de cuerdas, teoría M, teoría de los universos paralelos, entre otros), han dado fe de que la llamada "muerte" es otra ilusión provocada por la ignorancia planificada y reflejada en el espejo del ego. El concilio de Constantinopla en el siglo IV, fue el sello que fortificó en el mundo occidental, el sublime "pasar de plano" como un suceso de tragedia y dolor llamado "muerte". No obstante, gran parte de la cultura oriental ha guardado esta sabiduría milenaria.

Somos la vida manifestada como dimensiones álmicas. La ciencia señala que existen 11 dimensiones conocidas y la espiritualidad profunda le asigna nombres líricos, poéticos ( Serafines, Querubines, Virtudes, Tronos, Potestades, Ángeles, Arcángeles, Manas, entre otros).

La llamada educación formal no nos muestra nada de esto, solo se limita a "formarnos" con un conocimiento racional para optar por un oficio con el que "nos ganaremos la vida" hasta que llegue la "muerte". La sabiduría vital al margen.

Somos viajeros y viajeras. Vamos y venimos. Este mundo es como un teatro, un escenario a donde venimos a presentar una obra. No somos el personaje. Al concluir la obra, se termina el personaje y nos desprendemos del guión y del atuendo que vestíamos. Salimos del escenario solo para volver con otro guión, otra trama, otro personaje.

El guión o plasmación de las leyes naturales que rigen la vida nos orienta: si seremos hombre o mujer, elegimos a nuestros padres, el lugar o los lugares para experienciar, las condiciones, el tiempo de vida, la manera como llegamos y la manera como nos vamos, la cultura y los sistemas de creencias, nuestros ideales y los talentos producto de nuestra evolución en consciencia.

La llamada "muerte" es una puerta que se abre. Al otro lado continúa la vida. Al otro lado están los camerinos del teatro. La dimensión álmica que somos, continúa viva, pero en otra dimensión, que dependiendo de la experiencia lograda en la obra, nos faculta para presentarnos en otras obras de inexplicable y maravillosa esencia espiritual.

El alma que en esencia somos, o la mónada como poéticamente se le conoce en la cultura oriental, se desenvuelve en cuatro planos perecederos y tres planos no perecederos.

Los perecederos constituyen el plano físico, el plano etérico, el plano emocional y el plano mental (componente concreto). En ellos nos desenvolvemos como una proyección de consciencia muy débil, muy sutil y superficial que se manifiesta a través de lo que la ciencia de la psicología y el misticismo conocen como personalidad o ego. El alma o mónada se reviste de la materia de esos planos para experienciar la vida en esos niveles de existencia efímera. Constituyen nuestro mundo ilusorio: aflicciones, reacciones, repulsiones, atracciones, deseos, sensaciones, apego, competencia y guerras por el poder, el dinero y los placeres, conforman en gran medida, el abanico de expresiones en estos planos.

Solo cuando los planos imperecederos (mental abstracto, búdico o intuitivo y átmico o espiritual) se proyectan hacia los planos perecederos donde el alma o mónada presenta su obra de teatro o "divina comedia", es que se puede apreciar la totalidad de la vida. Esa totalidad es significada por el amor, expresado como felicidad natural, y por lo tanto, permanente.

Esa proyección de los planos espirituales hacia los planos de mayor densidad es facilitada por el nivel de evolución consciencial alcanzado, producto de la trascendencia de las obras de teatro presentadas.

"Todo es un juego, lo que pasa es que ustedes los adultos lo olvidaron y son muy serios", como me comentó una niña de 3 años, al yo preguntarle: ¿Qué es la vida?

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