La farsa de la siembra petrolera de la agricultura

Jueves, 11/06/2020 07:55 AM

Vivir y planificar la renta petrolera para potenciar actividades de mayor importancia para la sociedad que la simple acumulación de capital es algo difícil. De manera que no debatiremos la buena intención de quienes en el pasado han alardeado sapiencia al proponer y defender la siembra del petróleo para la agricultura, igualmente no dudaremos de la buena intención para fortalecer la vivienda y la salud pública, en estos tiempos difíciles, pero necesario es ver el resultado.

Para el primer cuarto del siglo XX, el joven Alberto Adriani (1898-1936), merideño de gentilicio, estaba dándole curvaturas a su cerebro, expandiendo sus capacidades mentales, estudiando, viendo mundo y pensando cuando llegaría el día en que Juan Vicente Gómez dejara el poder. Formación que le serviría de mucho para preparar poco a poco un ideario de modernización del país "para cuando muera el tirano". Allí esbozaba la necesidad de utilizar la renta petrolera para diversificar la economía, volver a potenciar la agricultura venida a menos desde que los ingresos por exportación petrolera superaron la exportación agrícola, en 1924. Ya Caracas no sería solo para andinos buscando poder, sería para todos los campesinos halagados por la riqueza y el auge petrolero, lenta progresiva y desordenadamente comenzaron a construirse los cinturones de miseria, intangibles al principio, evidentes en los primeros años de la democracia. Alberto Adriani fue un fugaz ministro de la Agricultura, porque López Contreras, lo cambió a ejecutar su plan de siembra petrolera en el Ministerio de Hacienda. Inexplicablemente, dicen que murió de muerte natural, de un infarto masivo, en un hotel de la capital de la republica. Tenía solo 38 años. Si como dicen algunos, fue un asesinato, en contra de la versión oficial de un infarto masivo, lo que sí es cierto, es que por allí comenzaron a matar la siembra del petróleo.

Unos años, más tarde, Arturo Uslar Pietri, toma prestado el discurso de la siembra del petróleo, lo revive, le da forma contagiosa, lo hacer recordable y queda para la historia como el padre de la idea. Pero, con la misma triste suerte que siendo poder, como lo tuvo Adriani, no pudo contagiar al gobierno, donde fue ministro, de esas ideas modernizantes y premonitorias de un cataclismo económico. Uslar murió de viejo, convertido en un experto comunicador cultural y escritor, y frustrado por no haber alcanzado los votos para ser presidente de la República y sembrar el petróleo.

Esos discursos se convirtieron poco a poco en el sustento de las palabras "progreso" y "desarrollo", propios del neocapitalismo que al final tiene por resultado la desigualdad, la exclusión social, el olvido de los compromisos con las grandes mayorías y el privilegio de las castas, los poderosos, la burguesía, los enchufados, como se quieran llamar. Cuando los burócratas del pasado o actuales hablan de progreso basado en la renta petrolera, miden esos resultados o los ven a futuro como una respuesta productiva fatua , subestimando el bienestar general, al punto de ignorar en el discurso las grandes masas humanas que sobreviven en la ignorancia y la pobreza, de lo que pudo ser otro mundo mejor posible. Siempre hay un retorno de los avances sociales para favorecer aquellos con mayores condiciones para absorber la técnica productiva y su ensamble con la gran economía de mercado.

El Modelo Rentístico Petrolero de la economía venezolana de la IV y de la V República, guarda relación con los resultados históricos en la agricultura. En épocas de alta producción de petróleo y buenos precios, la bonanza dio para incrementar las importaciones, en las épocas duras de bajos precios, no cesaron las importaciones, sino que se redujeron. Bajar los recursos se convirtió en una frase clave para la inversión agrícola nacional. Los resultados de esas inversiones fueron invisibilizados, sobre todo en lo que fue la Misión Agro Venezuela. Despilfarro a manos llenas. La competencia intersectorial por la renta petrolera, y por importaciones de toda índole, llevó a JJ Montilla a organizar una conferencia itinerante con un título preocupante ¿Nos importa Venezuela…qué importamos? Falleció con el honor de haber sido un predicador de la siembra petrolera. No le pararon, como decimos en criollo.

Nunca han dicho cuando empieza y cuando finaliza ese soporte petrolero a la agricultura o a cualquiera otra actividad ligada al bienestar social. Subestiman las capacidades territoriales de suelos, aguas, tecnologías apropiadas, sustentabilidad ambiental, disminución de las asimetrías territoriales, la consolidación de culturas ancestrales y cosmovisiones diferentes a las impuestas desde la conquista de estos territorios. Subordinan lo que podría entregar la ciencia y la tecnología para la innovación en este ambiente tropical al costo de la dependencia, el progreso de países templados y de otros suplidores de tecnologías. Le resta integralidad a la vida rural, a su entorno peri rural y urbano, e incluso, nunca aclaran la naturaleza de estas relaciones ciudad-campo. Resuelven todo con un eslogan "sembrar el petróleo" en tanto la complejidad revela que algo mayor debe ocurrir para superar el desmontaje al cual fue sometida la agricultura venezolana, desde la misma aparición natural y casual del petróleo en Venezuela.

Ya lo dijimos, los discursos de siembra petrolera tienen su efecto político en la abundancia. Los políticos del ramo agrícola que no lo hacen parecen tontos, más los que lo hacen son tontos de verdad, útiles a los propósitos de la colonización, la alienación y la dependencia. Cuando el negocio petrolero se derrite, disminuye, o entra en crisis, olvidan la "siembra petrolera". A esto llaman crisis, la disminución prolongada de la producción, la interrupción evidente de las cadenas de circulación de los alimentos-mercancías, caída de la tasa de acumulación, del tamaño de la economía (PIB), y al trabajo vacante dejan de llamarlo desempleo y se sugieren términos eufemistas como disponibilidad de fuerzas productivas. Eso son desde hace más de 50 años las familias campesinas olvidadas en la siembra del petróleo en la agricultura, sin tierras aptas, sin engranaje social y económico para asumir el gran reto de una agricultura "social, política y económicamente próspera".

En estos momentos, año de la vedette de este siglo, la pandemia COVID-19, tocaremos fondo en materia de importación de alimentos, el Estado Importador de toda vaina pasará de unos 45 mil millones de dólares de los cuales 10 mil millones se importaban en bienes agrícolas incluidos insumos y equipamiento (2012) a unos 4 mil millones de dólares de los cuales 2 mil millones serán para la agricultura (estimaciones para 2020). ¿Qué se hizo de la siembra del petróleo en la agricultura? Quienes mejor pudieran explicarlo son 50 ministros responsables del fracaso de nuestra agricultura, desde el gobierno de López Contreras hasta Maduro. Si en el 2019, la producción nacional de cereales fue igual a la del segundo gobierno de Caldera, y menos de un tercio de lo logrado por Chávez en promedio del 2007-2009, significa que la renta petrolera siguió el rumbo de olvidarse de la agricultura, al menos de la pequeña (que suma mucho) para favorecer el gran capital.

Todo lo tenemos, la tierra, capacidades de producción de insumos, campesinos, agricultores para la pequeña y mediana agricultura, capacidades de la agricultura industrial, posibilidades de desarrollo de una agroindustria territorializada, talento científico y tecnológico, manejo de las técnicas de interacción social en agricultura, un vibrante sentimiento por la agroecología, tenemos mucho para sembrar no el petróleo, sembrar la tierra.

Existe gente que dice que el petróleo fue una desgracia. No es cierto. La desgracia estuvo en los gobiernos que distorsionaron el discurso, y en vez de sembrar el petróleo cuando se pudo, convertimos a nuestra patria en un país importador neto de alimentos.

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