"Los políticos son como los cines de barrio, primero te hacen entrar y después te cambian el programa". Fin de la cita. Enrique Jardiel Poncela.
El nuevo CNE, esta vez actualizado por el TSJ este año 2020, le puso telón al circo del interino que morirá el 5 de enero del 2021: donde políticos como Guaidó, que al parecer no sabe que es un payaso, y los payasos de la otra oposición que quieren ser políticos.
Esto que ocurre en la agonizante Venezuela es una novela de títeres, y de políticos; que no saben que son payasos, y donde los payasos quieren hacer carrera política. Pero también es una novela de pranes políticos, y empresarios arpías, de periodistas de albañal, e inventores de noticias, de militares felizmente prósperos, y comerciantes árabes y chinos aficionados a la especulación, de diputados pusilánimes, y revolucionarios mercantilistas, una Venezuela de zombis, mercenarios y psicópatas.
Lo que el pueblo tiene a la vista no es una farsa, porque se trate de una pieza cómica que echa mano de la corrupción sin escrúpulos, la parodia de Guaidó, y de la AN de Luis La Perra, junto a otros recursos por el estilo, sino porque otros personajes como (Claudio Fermín, Juan Barreto, Felipe Mujica, Timoteo Zambrano, Henry Ramos etc.) son una colección de farsantes. Nada más realista, de hecho, que poner a un payaso de ‘Presidente Interino’.
El socialismo estalinista del siglo XXI será aquí en Venezuela el de una hambruna, y miseria eterna, lo dice el Barómetro Permanente de Opinión silencioso del malestar popular, la herramienta "Person to person" que veinticuatro horas al día, siete días a la semana, refleja fielmente el estado de la nación que falleció, el estado que se hundió, la patria que sucumbió, La otrora patria de Simón Bolívar es ya un cadáver, y sus aliados: "China, Rusia, Irán, Cuba etc." Vuelan en círculo para disfrutar del festín. Un pueblo conectado a un celular vía Internet, quizá no necesite de elecciones parlamentarias, pero el circo siempre le hará falta para paliar el hambre, sobre todo cuando es un pueblo sin pan. Con todo, el payaso Guaidó es algo más que un títere del espectáculo; se trata del mayor colaborador a la amenaza, hacia el control social de una nación, que el país aquí retratado haya conocido en décadas.
Esto que estamos viendo es un circo de payasos, y por lo tanto, lo único que podría criticársele son los calambres por el hambre, el alto costo de la vida, y la dolarización de la gasolina, versus los bajos salarios en bolívares del trabajador venezolano, que procura sobrevivir. Claro que, como todo el mundo sabe, los payasos-políticos-traidores, son seres tristes, y más triste aún es que esta farsa sobre un país infectado por la pandemia de la corrupción, e impotente se parezca tanto a la vida de miseria en la ex URSS, Cuba, y todos los países desaparecidos del Socialismo Real en la Europa Oriental del siglo XX. Sin embargo, no hay que olvidar que, como dice el gran hipócrita más distinguido, dentro los distinguidos Tartufos de esta gran farsa, que reflexiona sobre sí misma, el gran descubrimiento de esta tragedia venezolana es que la infelicidad al parecer vende.