—La dispersión del pueblo está engendrada y mantenida por su rivalidad inevitable. Los partidos han nacido primero de tentativas espontáneas de trabajadores por suprimir, o a lo menos limitar, esa rivalidad, por arrancar condiciones de trabajo establecidas por contratos situándolos, por lo menos, por encima de la condición de simples esclavos.
Por eso, el objetivo inmediato se ha limitado a las reivindicaciones de todos los días, a los medios de defensa contra las usurpaciones incesantes del capital, en una palabra, a las cuestiones de sueldos y de tiempo de trabajo. Esta actividad del pueblo no es solamente legítima, sino necesaria. No nos podríamos dispensar de ella en tanto subsista el modo actual de producción. Por el contrario, es preciso generalizarla creando partidos y uniendo éstos en todo el país.
Por otra parte, el pueblo, sin darse cuenta de ello, se han convertido en centros de organización de la clase obrera como los municipios y las comunas de la Edad Media lo fueron para la burguesía. Si los partidos son indispensables para los combates diarios entre el capital y el trabajo, son aún mucho más importantes en tanto que aparatos organizados para apresurar la abolición del sistema mismo del salario.
Hasta hoy, los partidos han visto de una manera demasiado exclusiva las luchas locales e inmediatas contra el capital. Todavía no han visto sus posibilidades de fuerza ofensiva contra el sistema de esclavitud de los salarios y contra el modo de producción actual. Por eso se han quedado demasiado aparte de los movimientos sociales y políticos generales. En estos últimos tiempos, sin embargo, parecen adquirir conciencia de su gran tarea histórica, como se puede inferir, por ejemplo, de su participación al movimiento político más reciente, de su concepción más elevada, de su función en los Estados Unidos.
Aparte de sus objetivos primitivos, de ahora en adelante los partidos tienen que trabajar de manera más consciente, como centros de organización de la clase obrera, en vista de su emancipación completa. Es preciso que sostengan todo movimiento social y político que tenga ese fin. Al considerarse y al trabajar los representantes de todos los partidos. Es preciso prestar la mayor atención y cuidado a la defensa de los intereses de las capas peor pagadas, por ejemplo, los trabajadores agrícolas, a quienes las circunstancias particularmente desfavorables neutralizan su fuerza de resistencia. Es preciso que los partidos inculquen al mundo entero la convicción de que sus esfuerzos, bien lejos de ser egoístas e interesados, por el contrario tienen como fin la emancipación de las masas sojuzgadas.
El dominio económico del pueblo por los detentadores (monopolizadores), de los medios de trabajo, es decir, de las fuentes de la vida, es la base de la servidumbre bajo todas sus formas, de toda miseria social, degradación intelectual y dependencia política. La emancipación económica de las clases, debe subordinarse todo movimiento político como un medio.
—¡La cultura no reside en las cosas sino en quien las crea!
¡La Lucha sigue!