A decir verdad, no hallaba qué título colocarle a estos argumentos, sobre todo, cuando van referidos a esa falta de conciencia colectiva, en un gran universo de personas, donde cada uno de los venezolanos y venezolanas debemos colocar nuestro granito de arena ante este mal colectivo que estamos padeciendo; y, no pensar de manera mezquina, individualista, como que si estuviéramos solos en el mundo, sin tomar en cuenta al semejante; prójimo que puede ser hasta un familiar. Particularmente, me arrimo a aquella frase de Mario Briceño Iragorry (1897-1958); en una oportunidad decía: (...) "en Venezuela, desgraciadamente, hay, sobre todas las crisis, una crisis de pueblo"... En mi opinión, si se toma por analogía el enunciado del autor, se asume como esa carencia de conciencia de la ciudadanía en función de la realidad coyuntural de la Pandemia del Covid-19. Con estos argumentos Ad Populum, no pretendo hacer leña con el árbol caído.
En este orden de ideas, no deseo hacer fiesta con las fallas, con los defectos y las imprudencias de los demás, sino activar un punto de reflexión sobre las instrucciones sanitarias que emite diligentemente el Estado, como garante de la salud pública, para el control de esta infección mundial, que nadie está exento de contraerla. En el caso concreto que nos ocupa, es preocupante e inadmisible ver, cómo se ven por las calles, deambulando, en mi municipio, personas de diferentes edades, haciendo caso omiso del uso del tapabocas. Negocios con espacios reducidos, donde la gente se amuñuña, irrespetando las medidas prudenciales de distanciamiento. Almas, la mayoría jóvenes, que usan el tapabocas como Tapanucas, -como yo le digo- es decir, lo llevan colgados detrás del cuello. Otros, con el tapabocas bastante sucio; hasta inocentes parvulitos sentados; y puestas sus manitas en las contaminadas aceras ¡qué falta de conciencia! de sus padres. A mi manera de ver el asunto, pareciera que fuera un capricho estas normas sanitarias. Hoy, casualmente, en horas de la mañana, iba yo por una esquina, aquí en Cagua; tropezándome con una dama, cuando la escucho decir, casi a mis oídos, quitándose el tapabocas con desprecio - "¡Ay! qué fastidio con esta m..." -. Con esta manera de expresarse, sobran los comentarios. A pesar, de las rotundas campañas que se realizan por los diferentes medios masivos de comunicación, a cada rato, da la ligereza que existieran personas que andan como bípedos silvestres por ahí.
Ya, para no incomodarlos más, me despido, sin antes agregar, que debemos sumarnos todos a la campaña de prevención del contagio. Crear conciencia de pueblo, en el sentido de que se piense que una persona contaminada en la calle, es como un sujeto que está forrado de dinamita; y éstas pueden estallar en cualquier momento; a buen entendedor pocas palabras bastan. No hay que tomar la cosa a manera de Folklorismo. Soy del pensar que, en estas situaciones, hay que atacar el asunto en colectivo. Todos somos parte elementales del problema, también de la solución. Ya no estoy ejerciendo el arte de la enfermería, como en otrora lo hice, no obstante, mi vetusta conciencia me dicta que, desde mi sala de cura del pensamiento, puedo coadyuvar con mis humildes aportes; aunque parezca una quijotada. Nadie va a venir de otro planeta a destruir el Coronavirus. Si en algo pueden servir estas súplicas: Contribuyamos en sentido común, con las autoridades sanitarias; y, con todo el funcionariado involucrado, quienes están realizando un gran esfuerzo, ante esta campaña, allende las fronteras. Sé, que un solo palo no hace montaña. Es mi manera de ver las cosas ¡Muchas gracias!