Bolívar, El Libertador: El enriquecerse no es un fin, sino un medio. Como no es fin, sino medio, la libertad en un pueblo, o la independencia en una nación. Si el que lucha por la libertad no tiene una idea, más o menos clara, del uso que de ella ha de hacer luego, jamás será libre; ni será de veras independiente aquel pueblo cuya clase dirigente no tenga una conciencia, más o menos clara, del valor histórico de ese pueblo, del uso que ha de hacer colectivamente, y para los grandes fines de la cultura, de esa independencia. La Historia, en que un pueblo ha tenido la obligación del suicidio, la necesidad histórica de desaparecer como tal pueblo, si han de salvarse espiritualmente los pueblos que lo componen.
A medida que se pierde la fe cristiana en la realidad eterna, búscase un remedio de inmortalidad en la Historia, el Chimborazo en que vaga la sobra de los que fueron. Perdida la visión cordial y atormentados por la lógica, buscamos en la fantasía menguado consuelo. Esclavos del tiempo, nos esforzamos por dar realidad de presente al porvenir y al pasado, y no intuimos lo eterno por buscarlo en el tiempo, en la Historia, y no dentro de él. Así inclinamos la frente al fatum, al progreso, tomándole de fin e ídolo, y nos hacemos sus siervos en vez de ser sus dueños.
Y ese sentimiento, más que brotar de ideas, las determina, aun cuando luego, claro está, estas ideas reaccionan sobre él, corroborándolo. Unas veces puede provenir de una enfermedad adventicia, de una dispepsia; pero otras veces es constitucional. Y no sirve hablar, como veremos, de hombres sanos e insanos. Aparte de no haber una noción normativa de la salud, nadie ha probado que el hombre tenga que ser naturalmente alegre. Es más, el hombre, o ser hombre, por tener conciencia, es ya, respecto al burro, un animal enfermo. La conciencia es una enfermedad.
Oigamos al hermano Kierkegaard, que nos dice: "Donde precisamente se muestra el riesgo de la abstracción es respeto al problema de la existencia, cuya dificultad resuelve soslayándola, jactándose luego de haberlo explicado todo: Explica la inmortalidad en general, y lo hace egregiamente, identificándola con la eternidad; con la eternidad, que esencialmente el medio del pensamiento. Pero que cada hombre singularmente existente sea inmortal, de esto la abstracción, no le interesa; pero la dificultad de la existencia es el interés del existente; al que existe le interesa infinitamente existir. El pensamiento abstracto no le sirve a mi inmortalidad sino para matarme en cuanto individuo singularmente existente, y así hacerme inmortal, poco más o menos a la manera de aquel doctor de Holberg, que con su medicina quitaba la vida al paciente, pero le quitaba también la fiebre. Cuando se considera un pensador abstracto que no quiere poner en claro y confesar la relación que hay entre su pensamiento abstracto y el hecho de que él sea existente, nos produce, por excelente y distinguido que sea, una impresión cómica porque corre el riesgo de dejar de ser hombre. Mientras un hombre efectivo, compuesto de infinitud y de finitud, tiene su efectividad precisamente en mantener juntas esas dos y se interesa infinitamente en existir, un semejante pensador abstracto es un ser doble, un ser fantástico que vive en el puro ser de la abstracción, y a las veces la triste figura de un profesor que deja a un lado aquella esencia abstracta como deja el bastón. Cuando se lee la vida de un pensador así, tiembla uno ante la idea de lo que es ser hombre. Y cuando se lee en sus escritos que el pensar y el ser son una misma cosa, se piensa, pensando en su vida, que ese ser que es idéntico al pensar no es precisamente ser hombre."
Podrá decirse, sí, que muerto el perro se acabó la rabia, y que después que muera no me atormentará ya está hambre de no morir, y que el miedo irracional, pero… Sí pero… Eppur, si muove! Y seguirá moviéndose. ¡Como que es la fuente de todo movimiento!
¡La Lucha sigue!