José Gregorio Hernández sube y la UCV y La Pastora bajan

Jueves, 25/06/2020 10:55 AM

No se puede cuestionar el hecho de que una persona tenga la religión que mejor le plazca por el motivo que sea. Tampoco puede cuestionarse que si uno de los elementos que representa la fe de esa persona cobra alguna relevancia sea motivo de celebración. El caso es que la alegría que para muchos representa la beatificación de José Gregorio Hernández es algo que merece respeto y que nadie tiene derecho a cuestionar.

No obstante, como parte del conglomerado social que conforma a Venezuela, es cuestionable que mientras se pueda estar haciendo alharaca por el hecho religioso relacionado con el médico trujillano se esté dejando de lado una realidad que amerita igual o mayor atención desde hace mucho tiempo.

Se dice que el ilustre médico estudió en la UCV y fue un estudiante destacado. No se dice, o se le presta poca atención, que en la actualidad las instalaciones de lo que debería ser la máxima casa de estudios del país están por el piso como literalmente ocurrió hace poco con el techo de uno de sus pasillos. Eso sin entrar en detalles, de lo que tiene que ver con la actuación de sus rectores en lo referente a la administración de los recursos y al uso óptimo de los mismos, cosa de lo que casi nadie habla y que no precisamente brille por ser algo destacado.

¿Por qué celebrar el tener de santo a un médico si los profesionales de la salud en el sector público en Venezuela, aparte de soportar condiciones laborales caracterizadas principalmente por sueldos paupérrimos, deben hacerlo en hospitales en malas condiciones?. Sumado a esto, la gestión en muchos hospitales públicos se ha politizado tanto que también eso ha afectado los estudios de postgrado en medicina puesto que el factor político es determinante a la hora de escoger a los participantes y aprobarles los mismos.

El desafortunado destino del llamado médico de los pobres hizo que un auto lo arrollara en una calle ubicada en La Pastora. Es un sitio en el que todavía se encuentra una pequeña lápida recordatoria del nefasto accidente. Sin embargo, la gente de esta parroquia probablemente sea en la actualidad una de las más agobiadas por las fallas en el servicio de transporte y otros más.

Llegar a La Pastora en transporte público es una odisea que no es nueva y es mucho el sufrimiento que tienen que padecer sus habitantes, sobre todo los de los sectores más altos en lo que se conoce como la Puerta de Caracas, para recorrer sus empinadas calles. A pesar de estar ligada por un infortunio a la vida del beato, es poco lo que quizás tengan sus habitantes como motivo de celebración.

Por otra parte, Isnotú, como pueblo florido del estado Trujillo, debería tener de regalo en esta celebración una mejora en las condiciones de pobreza que padecen muchos de sus habitantes. Un poco de atención nada mal vendría para este maravilloso poblado que tal vez muchos de los del equipo de gobierno ni siquiera saben dónde queda.

Razones para celebrar lo de José Gregorio Hernández seguramente que las hay, pero habrían más si como un simple ejercicio de políticas públicas se revisaran algunos espacios en los que tuvo su vida el brillante médico como lo fueron la UCV – tanto la de la sede de los edificios antiguos como la de los nuevos –, la Parroquia La Pastora y el poblado de Isnotú y se diera suficientes motivos a quienes hoy hacen su vida allí para que tuvieran mayores excusas que celebrar que la beatificación de uno de los suyos.


 

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