Diálogo Maduro-Trump

Viernes, 26/06/2020 09:15 AM

Al término de la Primera Guerra Mundial, Woodrow Wilson, en su Mensaje al Congreso, señalaba: "…todos nosotros nos damos cuenta que ha llegado el día en que la Democracia está sufriendo su última prueba. El Viejo Mundo está justo ahora sufriendo un rechazo obsceno del principio de democracia…Este es un tiempo en el que la Democracia debe demostrar su pureza y su poder espiritual para prevalecer. Es ciertamente el destino manifiesto de los Estados Unido, realizar el esfuerzo por hacer que este espíritu prevalezca." (Woodrow Wilson "Eight Annual message" December 7, 1920). Desde Wilson, la democracia se encuentra profundamente arraigada en el tejido de la sociedad norteamericana", según Zbigniew Brzezinski. Pero, a qué democracia se refiere Brzezinski, y la describe: "La libertad de toda persona para elegir a sus dirigentes, los derechos del voto y de la libre expresión, la igualdad ante la ley y el sometimiento de todos al imperio de la misma son principios sagrados que ocupan un lugar central en la definición de la democracia estadounidense." (Zbigniew Bezezinski. El dilema de EEUU: ¿Dominación o Liderazgo?). Señalan, algunos analistas estadounidenses, que la principal herencia que dejó Roma a la humanidad fue el derecho, y el mayor legado que deja el imperio de EEUU, sería la democracia. ¿Pero, de qué democracia hablan, quienes desde EEUU enarbolan banderas de democracia? Cuando Lincoln, habló en Gettysburg sobre el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, aludía a una democracia para todo el pueblo, sin exclusión de los afroamericanos, latinos o migrantes, como se ha venido imponiendo en los EEUU, considerándolos ciudadanos y ciudadanas de tercera categoría, sin derechos humanos, por lo tanto, objetos de exterminio por la minoría blanca del Klu Klux Klan y la policía. El propio pueblo estadounidense, ha venido constatando que su democracia no es tan pura y mucho menos, democrática. Que las élites del poder económico-militar y político, les han expropiado su derecho humano a vivir en democracia, sin racismo y con igualdad de derechos.

 

Un principio consustancial a la democracia, es el diálogo permanente entre gobernantes y gobernados. Modélico, el ejemplo venezolano, que ordena en su Constitución: "La soberanía reside intransferiblemente en el pueblo, quien la ejerce directamente en la forma prevista en esta Constitución y en la ley, e indirectamente, mediante el sufragio, por los órganos que ejercen el Poder Público. Los órganos del Estado emanan de la soberanía popular y a ella están sometidos." (Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, Art. 5). Marta Harnecker, nos da una explicación maravillosa, sobre la aplicación de este fundamental principio democrático: "Me parece que la siguiente anécdota ilustra muy bien este planteamiento: durante la segunda guerra mundial un barco norteamericano quedó a la deriva, y estaba rodeado de barcos nazis. De repente, aparece una mina que se acerca peligrosamente al barco. El capitán no sabe cómo moverlo para evitar el choque y la explosión que de ella derivaría. Decide reunir a la tripulación para buscar junto con ella alguna solución. Un marinero, el más inculto de todos, dice que se le ha ocurrido la idea, que si todos se ponen a soplar se puede crear una corriente que aleje la mina. ¡Qué idea más absurda parecía aquella! Sin embargo, gracias a ella, otro miembro de ese colectivo, siguiendo la línea de razonamiento planteada por el humilde marinero, concibe la idea de hacer trabajar las mangueras del barco. Lanzando chorros de agua, se logra finalmente alejar la mina. ¡Qué gran lección! ¡Cuántas iniciativas populares no se habrán perdido en la historia porque quienes dirigen los procesos no confían realmente en el pueblo!"(Ponencia presentada en el Encuentro Mundial de Solidaridad con la Revolución Bolivariana, Democracia y Participación Popular, Marta Harnecker, Fecha de publicación: 08/08/03). Obviamente, para que los marineros, pudieran concluir en una solución al problema que se les presentó, tuvieron que acudir a un instrumento fundamental de toda democracia: el Diálogo. Poco se practica, en los EEUU, este instrumento democrático. Como valor ético de la política, y como método para lograr consensos, el diálogo es consustancial a la democracia.

Desde que ocurriera el asesinato de George Floyd, y se originaran las masivas protestas a todo lo largo y ancho del territorio de los EEUU, el presidente Trump, asumió como política, estimular la violencia, atizando un discurso de odio contra los manifestantes, a quienes definió como vándalos y terroristas. Sus respuestas, se concentraron en convocar fuerzas militares para reprimir las manifestaciones del pueblo estadounidense y sus continuos enfrentamientos contra los gobernadores y alcaldes, a quienes emplazaba –públicamente- a que hicieran uso de la fuerza. A todo lo largo de ese proceso, que implicó las masivas manifestaciones del pueblo estadounidense, en contra del exterminio de la población afroestadounidense, Trump, reivindicó el uso de la violencia del Estado contra su población. Lo decía –abiertamente- sin pudor: ¡Balas sí, diálogo no! La Alcaldesa de Atlanta, Keisha Lance Bottoms, no pudo ser más elocuente, al señalar: "Su retórica solo inflama eso, y a veces debería dejar de hablar".

El Diálogo, no forma parte del arsenal de acciones de la política interna de Donald Trump, quien le ha exiliado y solo lo utiliza para su política exterior. Tal, como ocurrió este domingo 22, en que diera una entrevista al portal digital Aixos, y ante la pregunta sobre su punto de vista de un posible diálogo con el presidente Constitucional, Nicolás Maduro, respondió: "Maduro quiere reunirse. Yo no estoy en contra de las reuniones. He rechazado muy pocas oferta de encuentro. Puedo considerarlo". Precisaba, también, en dicha entrevista, su desprecio por el rol jugado por el autoproclamado Juan Guaidó. Tal voluntad de dialogo, expresada por Trump, desató la ira de los ultras derechistas estadounidenses, comenzando por el propio Joe Biden, candidato demócrata, quien en su cuenta tuiter, ese mismo día, manifestó: "Trump habla con firmeza sobre Venezuela pero admira ladrones y dictadores como Nicolás Maduro". La legisladora demócrata, por Florida, Debbie Mucarsel-Powel, nacida en Ecuador, atizaba la candela y fusilaba lo dicho por Trump, y las condenaba por su "incoherencia e inconsistencia". Como era de esperarse, Trump, no aguantó las críticas en las redes sociales y poco duró, la sola posibilidad de dialogar entre presidentes de pueblos amigos con son, los EEUU y Venezuela. El lunes 22, tan solo 24 horas después, se desmentía el propio Trump, a través de un tuiter: "A diferencia de la izquierda radical, siempre estaré en contra del socialismo y con el pueblo de Venezuela. ¡Mi administración siempre ha estado del lado de la libertad y en contra del opresivo régimen de Maduro! Solo me reuniría con Maduro para discutir una cosa: ¡una salida pacífica del poder!". No era la primera vez, que se abría Trump al ejercicio democrático de la política: el diálogo. En 2019, el Presidente Constitucional, Nicolás Maduro, hizo público que ambos gobiernos dialogaban, lo que fue negado por la Administración Trump. El propio presidente Trump, tuvo que admitirlo –públicamente- a reporteros en la Casa Blanca, tiempo después: "Estamos hablando con varios representantes de Venezuela". Esa, ha sido la dinámica de relacionamiento, en política exterior, de la Administración Trump hacia Venezuela. Nada transparente, y muy influenciada por las críticas en redes sociales. Una política exterior, que solo ha promovido el "cambio de régimen", el golpismo y el terrorismo, como políticas de Estado contra Venezuela, su pueblo, instituciones y Fuerza Armada Nacional Bolivariana. ¡Política fracasada!

Muy por el contrario, el Presidente Constitucional, Nicolás Maduro, se ha mantenido fiel a los principios bolivarianos democráticos, que consagran al diálogo como un valor ético fundamental del ejercicio democrático, cuyo gobierno "…es y será siempre democrático, participativo, electivo, descentralizado, alternativo, responsable, pluralista y de mandatos revocables." (Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, Art. 6). El diálogo, de hecho, tiene carácter Constitucional en Venezuela, pues no existe otra manera, que su gobierno pueda ser de carácter participativo y pluralista, sino ejerce el diálogo como ejercicio permanente de gobierno. La respuesta, dada por el Presidente Maduro, era la esperable: "Estoy dispuesto a conversar respetuosamente con Trump", lo hacía, tras venir de una reunión de trabajo con la Mesa de Diálogo Nacional, en que actores políticos de gobierno y oposición, desde 2019, vienen trabajando salidas a las diferencias políticas existentes entre ambos factores políticos. Diferencias, que se han venido destrabando con la elección del nuevo CNE, la participación de las minorías y otras efectivas medidas que ya están en curso, encaminadas a las venideras elecciones parlamentarias, la número 26 en 20 años de gobiernos bolivarianos, que se realizará en Venezuela, en diciembre próximo.

Es la misma actuación que condujo al Padre Libertador, Simón Bolívar, en 1820, a dialogar con su enemigo en el terreno de la guerra, el General Pablo Morillo, en el pueblo de Santa Ana, Trujillo, el día 27 de noviembre, de dicho año. Exclamaba, entonces, el Padre Bolívar, ante las acuciosas críticas de sus opositores de entonces: "Qué mal han comprendido y juzgado algunas personas de aquella entrevista…" […] "¡Qué tontos o qué malvados son todos ellos! Jamás, al contrario, durante todo el curso de mi vida pública, he desplegado más política, más ardid diplomático que en aquella importante ocasión;…"[…] "El armisticio de seis meses que se celebró entonces no fue para mí sino un argumento con qué hacer ver al mundo que ya Colombia trataba como de potencia a potencia con España; un argumento también para el importante tratado de regularización de la guerra, que se armó tal, casi, como lo había redactado yo mismo: tratado santo, humano y político que ponía fin a aquella horrible carnicería de matar a los vencidos, de no hacer prisioneros de guerra, barbarie española que los patriotas se habían visto en el caso de adoptar en represalias; barbarie feroz que hacía retroceder la civilización, que hacía del suelo colombiano un campo de caníbales y lo empapaba en una sangre inocente que hacía estremecer a toda la humanidad. Por otra parte, aquel armisticio era provechoso para la república y fatal para los españoles…" […] "Digan lo que quieran los imbéciles y mis enemigos sobre ese negocio, los resultados están en mi favor. Jamás escena diplomática ha sido mejor desarrollada que la del día y noche del 27 de noviembre del año 20 en el pueblo de Santa Ana: produjo el resultado favorable que había calculado para mí y para Colombia y fue fatal para la España…" (Diario de Bucaramanga de Luis Perú de Lacroix, Bogotá, Ediciones Sol y Luna, 1978).

Es la misma tradición de diálogo, que llevó al Comandante Hugo Chávez Frías, en su regreso triunfante al Palacio de Miraflores, aquella madrugada de abril 2002, a sacar un cristo y convocar al diálogo nacional, incluyendo los golpistas de entonces, a quienes días después les otorgaría una amnistía. Meses después, en su mensaje ante la Comisión Presidencial para el Diálogo Nacional, en agosto de ese año, el Comandante Chávez, ratificaba a los sectores políticos de oposición, que: "Nada ni nadie podrá imponernos el camino de la violencia, nuestros caminos son los de la paz, los del diálogo, los del consenso, los de la construcción, los del futuro, los de la democracia verdadera. Esos son nuestros caminos". El Diálogo, como lo demuestra nuestra historia republicana, es consustancial al bolivarianismo y su ejercicio democrático de la política. No por mera casualidad, el Ministro, Jorge Rodríguez, señala en más de 600, las oportunidades en que ha convocado a dialogar, a la oposición política, el Presidente Constitucional, Nicolás Maduro. Sin dudas, el Presidente del Diálogo. Proclamaba, Lincoln, a "La democracia, como gobierno del pueblo y para el pueblo". Pues bien, es, en la Venezuela Bolivariana de nuestros tiempos, donde se le ha dado contenido y ejercicio real de gobierno, a las aspiraciones de Lincoln. No por casualidad, el escritor colombiano, William Ospina, afirmaba con certeza que, Hugo Chávez, "…bien podría haber hecho algo mucho más profundo y perdurable que inventar el socialismo del siglo XXI: es posible que haya inventado la democracia del siglo XXI."


 

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