Patria

Lunes, 06/07/2020 07:49 AM

Buenos días Patria. Mil bendiciones y bonanzas te deseo con todo mi corazón que te ama infinitamente. Tomemos un café, ese ósculo mañanero que es el verdadero despertador del espíritu nacional. Inhalemos hondo su aroma de semillas aéreas tostadas al sol con leñas del tiempo. Definitivamente somos una familia madrugadora. Nos gusta ver el amanecer con su música andariega de oficios y escuelas. El mundo sabe que a esa hora temprana se amasan en Venezuela las arepas del maíz del que nos hizo la Madre Tierra. Es que nos alimentamos de la propia energía que nos dio a luz. Feliz día Matria. Exitosa jornada tenga tu gente labradora y jornalera, el pueblo pescador, el campesinado que nos alimenta con sus sudores, el magisterio que orienta nuestra infancia y juventud; la sabiduría colme nuestras reflexiones y guíe las decisiones que debemos asumir.

Te formaron de un mosaico tan especial que no quedó paisaje sin entrar en la antología de bellezas con que te dotó la naturaleza. Un ropaje de hermosuras guarda tu más grande tesoro: tu historia. Mucha sangre regando cada empeño por doblegarnos, cada victoria de nuestra dignidad sobre los empellones. Éramos un ecosistema de naciones originarias andando por sabanas, navegando ríos, abriendo rutas en el mar, caminando montañas empinadas. Derrotaron a nuestras ancestralidades los imperios extraños que impusieron modos y creencias. Nos quitaron el nos. Se enseñorearon de lo común, y lo trocaron suyo, matando toda hermandad. Se amalgamaron nuevas estirpes siempre subyugadas por la rancia catadura de los dogmas opresores. Esclavizaron al otro, negaron al resto, con cruces y coronas quisieron eternizar el falso privilegio del poder divino.

Entre los riachuelos chispeantes, en los asolados cañaverales, en las estancias pastoriles, entre los talleres artesanales, con libros clandestinos, con sueños irredentos, con visiones progresivas, con ansias de redención, con rabia al señorío, con fastidio de cadenas, sin miedos a mitos caducos, sin reverencias absurdas, sin aprehensiones al albedrío, sin el peso de la sumisión en el alma: así nacimos para la libertad.

II

Patria amada:

Yo te llamo Patria como a todo lo que amo: con una bandera de sol te calmo el frío y te beso; con una bandera de mar te abrazo y te protejo en mi vientre; con una bandera de sangre me entrego sin restricciones.

Yo te llamo Patria y escondo tu nombre para que no te vean los peligros. Y expongo mi pecho y carnes ante el dolor que te apunta y te adoro con mi amor perseguido, en la irregularidad de las estrellas del océano, en la tempestad que ardiendo deja plumas, hojas y arena regadas por toda la intimidad de tu cuerpo hambriento. Como la soledad que duele dentro de la soledad. Te llamo Patria para dejar constancia sembrada de mi muerte cuando me alejo.

III

Quienes te engendraron del abismo infinito, del vacío y la nada, quienes desde el río anónimo y la infinitud del agua pródiga, del camino de arenas innombrables, del silencio inasible y la perturbadora desmemoria que nos carcomía las raíces…nos legaron una bandera para alzarla hacia los cielos, un himno que cantamos como coros huracanados, una primavera que perfuma los aires con cacaos irrepetibles y frutales multicolores.

Esta Patria de selvas es un manantial de lumbreras de la palabra. La poesía brota espontánea como el mene que fluye de tus entrañas sagradas. La canción va a los balcones por amor y al campo de batalla por amor también. Nuestros héroes fueron poetas con armas amantes de justicia. Su inspiración contagió de libertad a media humanidad. Llegó la pluma enamorada de Bolívar al vértice del infinito, delirando de gloria frente al macizo de los Incas, cuando la espada de Sucre emergió filosa desde el Caribe mar entonando galerones por el nacimiento de un mundo emancipado.

El mundo que soñaron entre valses del Orinoco y que a paso de joropo fueron tejiendo pueblo a pueblo hasta el Potosí. Esa Venezuela fue liberando patrias tres siglos secuestradas, con tropas de alpargatas, que volvieron pobres a sus conucos a criar más sueños.

IV

Patria Mía: desde que supe del duelo prematuro de tu aliento no he hecho otra cosa que cavar con mis dedos la honda historia de los gusanos, dar muerte con mis labios a la conquista, matar a fuerza de arrullos las torturas, destruir con mi entrega las murallas, las sórdidas paredes que limitan mi llegada a tu sonrisa.

V

Llueven por mi país cielos de historia. Mi país es un manantial de gestas que cantan los caídos. Todas las aves insurgentes hacen la luz de fuegos ancestrales. Un corazón azul es el sol entre las mieles. Derramándose generosa la tinaja del alba nos hidrata. Llegó un tiempo para los caminos que nacieron del paso de Bolívar. Por eso mi país es ahora más ancho que el océano.

Llueven por mi país chispazos de alegría. La humilde mujer que lavaba ropa ajena se ha operado de la vista en quirófano de lujo. Cuando le quitaron la venda de los ojos se alfabetizó y se hizo socialista. Esa lluvia no ha parado de cantar redenciones. Ni la espada de Bolívar se cansa de germinar. Llueven por mi país celos de historia. Mi país es un ojo de agua inmenso con alas que iluminan. Hay centauros y sirenas cantando en los caminos. Maíz jugoso de justicia que vive en la utopía. Y la hermandad brotando en flores de mi pecho.

VI

Te acechan los engendros del pasado que ya derrotamos cientos de veces. Viejos imperios piráticos pretenden arrancarnos la paz a dentelladas. Ambicionan nuestra fiesta de abrazos. Envidian nuestras alegrías. Saqueadores de siempre se ensañan contra nuestras esperanzas. La traición nos persigue sin piedad. No demos tregua al que se humilla ante el invasor. No descuidemos ni la sombra de los andantes. Ningún maleficio rozará tu piel acorazada de besos juveniles. Ninguna maledicencia silenciará la ópera de gaitas y sones que ensaya sin cesar el ejército que con cuatros y maracas vence las bestias.

VII

Patria

Es un sentir profundo que conmueve intuiciones y recuerdos, cimientos inmensurables de nuestro ser. Se vive íntimamente, en la médula y el alma, aunque refleja nuestra pertenencia a un colectivo sin el que no nos explicamos la existencia. El sentimiento puede parecer difuso, pero adquiere nitidez en simbologías que retratan nuestra vida en un segundo. La Patria es un acumulado de amor en un espacio-tiempo. Es la quintaescencia sentipensante del alma que se desborda de emoción en nuestra finita existencia, en la certidumbre de que en esa galaxia afectiva viviremos eternamente.

VIII

Buenas noches Patria adorada. Estaré en vigilia por tu salud y libertad. Al amanecer te daré de nuevo mi amor y mis buenos augurios por los siglos de grandeza que te esperan.

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