—"Un mundo de turbulencia sin firmeza, un mundo de tinieblas sin luz, un mundo de muerte sin vida eterna, un mundo donde las cosas buenas perecen y donde los proyectos desembocan en la nada". Las historias de atormentados personajes menores, devorados por el absurdo y el sentimiento de la nada; salvo algunas personalidades recias que ofrecieron un regreso al espíritu y lúcida aceptación de "ser humano".
—Porque es vida la muerte cuando se la encuentra en el camino del deber, mientras es muerte la vida cuando, para proseguir sobre la faz semi-histórica de los pueblos esclavizados, se ha renunciado el derecho a la integridad personal.
Miremos hacia la tierra ancha y desolada, de donde nos puede llegar, si lo buscamos, el recado de boca que conjure la amenaza cierta del hambre por venir. Probemos, que hay en realidad una sinonimia moral entre el oficio de agricultor y el arte de la ciudadanía. Junto al aprontamiento de voluntades para engrosar los cuerpos armados que reclame la defensa de la Patria, alistemos un ejército, donde tienen sitio hasta los lisiados, para luchar contra la tierra bravía y reseca, clamorosa de riego de humano sudor para vestirse de opulentas cosechas.
Cuando oiga que me llaman idealista y constructor de castillos de humo. No imagina cuánto las amo y cómo me defiendo en ellos del peligro del imperialismo. No intento hacerme una apología que justifique mi manera de pensar, pero de esas historias. Tengo más de un cuento. Más de mil y una vez he oído que se me moteja de excesivo idealismo y de una lerda afición a decir verdades que otros, teniéndolas por bien sabidas, las silencian en obsequio a la prudencia. Y las medias palabras sólo sirven para expresar pensamientos sin forma ni sentido, pensamientos falsos, máscaras de verdades que quedan en el fondo del espíritu avinagrando los ánimos sociales.
Necesitamos una cruzada contra el silencio. Se ha alabado, y con justicia, la virtud profunda de la meditación. Pero se trata en este caso de un silencio activo, lleno de imágenes que no hacen ruido, de un silencio alargado por la gravidez que le transmiten las ideas forcejeantes en las palabras intactas. Más, cuando existe el deber de hablar, cuando el orden político no tiene para la expresión del pensamiento la amenaza de las catástrofes aniquiladoras, es más que delito ese empeño de achicar las palabras, ese propósito malévolo de destruirles su sustancia expresiva. No tendrán República que ejercitan las palabras fingidas. Ella pide un hablar cortado y diestro, que huya el disimulo propio de las épocas de peligro, cuando la voz de los amos acalla las voces del pueblo que los sufren.
Mejor haría en pedir que se imitara el talento de aquellos que, no desdeñando lucrar con el hambre del pueblo y con el frío de los niños sin abrigo y con la angustia de las mujeres miserables, amasan fortunas que les permitirán holgar en medio del hambre y la escasez que amenaza a nuestra Patria. Así lo piensan acaso muchos que, por irreflexiva indiferencia, se hacen cómplices de los especuladores y traficantes.
—Lirismos, manía de hacer historias, despropósitos de iluso, son palabras que han debido sonar en sus oídos. Son tantos los que menosprecian los castillos de humo, sin advertir que sólo por medio de una profunda saturación de idealidad podrá llegar a una efectiva transformación de nuestro pasado ambiente social. A nuestra realidad la hace intransformable el mezquino practicismo de una densa mayoría que huye esos castillos de humo. Situaciones que se avienen más con el idealista que con el hombre práctico y calculador, incapaz de renunciar a nada.
¡La Lucha sigue!