Cuento o razón

Cuando la tormenta es esperanza

Miércoles, 29/07/2020 11:51 AM

El jardín era un canto de alegría y ovación por las caricias del chubasco. Las ixoras se apuraban por aplaudir con sus manos rojas a la llegada de la llovizna. Mientras tanto un colibrí se emocionaba con la aplauso de las flores.

El periodista Juancho Marcano, observaba el espectáculo y pensó en las palabras de su amigo Evaristo que dijo que la tormenta Gonzalo representaba una esperanza, pues con ella venían las lluvias y le íbamos a pedir que se quedara para alegría de los agricultores y por ende de las plantas.

El perro Pipo, trataba de jugar con los gatos (Rocky y Rockyta), pero ellos no estaban dispuestos a seguirlo en sus jugarretas, por tanto viendo la alegría de Juancho por el milagro del aguacero caído últimamente en la Tacarigua de Margarita, optó por hablar con su amigo.

- Juancho tanto el jardín como el conuco, se ven contentos, por los besos que les dejó la lluvia. ¿Qué tú opinas?

- Es así, Pipo, ojalá siguieran anunciando tormentas, que al final se convierten en ondas tropicales por la mano de la Virgen del Valle, para que siga lloviendo, pues si con alguna cosa está escrita la historia de este pueblo, en con agua de lluvia. Aquí, en tiempos pasados, la gran mayoría de los hombres vivían de sus conucos y los chubascos eran motivo de alegría y celebración. Por eso cuando la regadera del cielo no hacía su entrada, la historia era otra y había hombres que abandonaban el conuco y se iban a otros lugares remotos para encontrar el pan de su familia, dejando la casa a cargo de la mujer, que hacía milagros para mantener a la prole.

Pipo escuchó y observó al periodista que cambió su cara de alegría por la historia que contaba, y por eso le dijo:

- Si, esos tiempos pasados fueron duros amigo Juancho, hay que conocerlos para seguir viviendo el presente y pensar que el mundo va a salir a flote y vamos todos a vivir en un planeta mejor, en donde el hombre viva en armonía con su medio ambiente.

El Periodista, abrazó a su perro, le dio la razón y siguió observando la alegría de aquel colibrí que se embriagaba con la miel que despedían las ixoras.

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