A: RSJ
DE: Fredy Gutiérrez Trejo
(Quien esto lee, puede ponerle rostro a las siglas del destinatario. Se advierte que RSJ puede ser uno o unos cuantos)
"Y se lavó las manos como Pilatos
las bolas de él, ¡Qué Bolas!"
(Expresión usada en el campo andino)
Nuestra sociedad está desde hace rato secuestrada por la política frívola, el tráfico de cuanto Dios creó, el testaferrato, el "cuánto hay pa’eso" y la ignorancia supina. Lo que no pasaría de ser un fácil juego de palabras se ha convertido en una lastimosa realidad. Así, el viejo lema "El honor es la Divisa" fue cambiado por este otro: "El honor ahora es las divisas". El quebrantamiento de las reglas del buen hablante y del buen oyente, el ascenso de malvivientes a cualquier puesto de la administración del estado, la presencia en las pantallas de politicastros, bribones y falsificadores; la ausencia absoluta de reglas de juego en la sociedad, todo eso (y más) ha convertido casi totalmente a nuestro país en una republiqueta de tierra sin acotar, con un montón de gente encima.
Eso sí, no faltan los actos solemnes de pedorros trajeados a su gusto, que perjuran que sus pronunciamientos son impecables y que la "profundidad" de sus opiniones hacen a éstas irrebatibles. Su fanfarronería dominante se muestra en hazañas que no han vivido pero sí inventado con avilantez. Ostentan un lenguaje altisonante que resalta a la "patria" y a la "nación" y presumen prestar "servicios" para "engrandecer" su existencia. Con su discurso barato y procaz creen haber convencido a su auditorio, cuando en realidad los únicos vencidos son los que exhiben sin pudor su acentuada degradación.
Alguno de los ventosos crónicos pretende que su estupidez sea vista como habilidad política, y tal vez confía en que la imbecilidad se contagie como un virus indetenible que termine por sumar congéneres a su "causa". En su hoja de recientes y vertiginosos "sacrificios" exhibe inexplicables aceptaciones de cargos seguidas de renuncias intempestivas, así como juramentos de que siempre estará listo para aceptar con abnegación nuevas "empresas". Y todo, por troquelar con sus posaderas los mejores (o peores) sillones.
Pobres hombres que no despiertan reales odios ni amores verdaderos; no son santos ni gozan de beatitud, pero son reconocidos como paganos y cobardes. Viéndolos actuar, uno piensa que la insensatez de las personas moralmente débiles, y que han perdido todo escrúpulo, ocupa ahora una palestra que antaño albergó la inolvidable dignidad de algunos hombres ilustres. Oyendo su palabrería pestilente se constata aquello que expresó Confucio: "lo primero que se corrompe es el verbo". Su palabra mendaz y contrahecha invoca tácticas, estrategias, marchas dialécticas y "verdades históricas irrefutables". Por cierto, suelen dárselas de "historiadores". No se sabe a ciencia cierta si van o vienen. No se aceptan gordos ni flacos, ni grandes ni pequeños, ni de oposición ni de gobierno, pero se les nota flojo de cascos, como ocurre con algunas yeguas, devenidas en casquivanas.
Todo esto provoca el recuerdo de las sagradas escrituras. Apocalipsis 3:15-19: "Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca".