En tres palabras

Hace veinte años

Martes, 18/08/2020 08:08 AM

"Hermoso eso de recuperar el tiempo. ¿Pero que puede la escritura? No veo sino un tiempo constante. Ese discurrir de afuera, la lluvia y la espuma de la muerte" (1)

Blas Perozo Naveda.

"VEINTE AÑOS NO ES NADA"

Hace nada partiste, amado padre, a otros insondables mundos. 20 años, exactamente, han pasado desde entonces. Hoy, de madrugada, tu rostro vino a mí mente. Nuevamente. Para recordarme de tantas cosas vividas. Ya no podemos regresar. Salvo en nuestra memoria.

Como no recordarte ¡Padre! si a pesar de tu pobreza material fuiste millonario en atenciones y en entrega desinteresada. Multimillonario en espíritu. Rico de cuna. Pues, recibiste la fragancia del amor humilde de Rita Elena. La misma que ofrendó sus servicios y su sazón, humeante de sabrosuras, allá en Miraflores. En la casa Presidencial. En Caracas. Al primo del dictador Juan Vicente Gómez. Don Eustoquio. Por eso, tal vez, naciste en la Capital de la República. Mientras ella cocinaba su rica e inimitable comida. Nunca nos contaste esa historia y no sé por qué nunca la curioseamos. Seguramente, porque fue muy poco el tiempo, cuando joven y como adulto, que estuvimos juntos para conversar. Apenas recuerdo aquel día en el que me intentaste dar una clase de educación sexual y me preguntaste si algún día me había masturbado y si sabía: ¿Qué era la masturbación? Yo apenado y sorprendido por la pregunta inesperada, me cuajé de la risa y apenado, comencé a brincar en la cama y a eludir tu pregunta y tú, tal vez, avergonzado no me volviste a preguntar y mucho menos a contar nada más. Nunca más intimamos desde ese día. Hoy, sólo puedo ofrecerte disculpas. Por no haberte permitido enseñarme y aprender de tu experiencia. Tú lo intentaste. No comprendí. Así he educado a mis hij@s. A la distancia. Sólo ahora, con algun@s de ell@s intimamos. Espero que ell@s no cometan esos errores con sus hij@s.

En este instante, padre, mientras escribo, recuerdo tu imagen inolvidable. En tu boca la armónica y en rededor el sonido mágico de la inolvidable música que brotaba de la misma. Recuerdo tus canciones preferidas. Como aquella que cantaba Carlos Gardel y hoy, 20 años después, viene a nuestra memoria para regalártela donde quiera que estés:

"Sentir que es un soplo la vida.
Que veinte años no es nada.
Que febril la mirada, errante en las sombras.
Te busca y te nombra.
Vivir… con el alma aferrada
A un dulce recuerdo
Que lloro otra vez"

HE CUMPLIDO, COMO HE PODIDO, TU MANDATO: VE AL TÁCHIRA Y AYUDA A RONALD Y A CHÁVEZ

Lo he mencionado en otras ocasiones. Justo, un día como hoy, me preparaba para venir al Táchira para concursar como posible Director de Planificación, Proyectos y Presupuesto de la Gobernación del estado Táchira. El día anterior, el 15 de agosto de 2000, fui a despedirme de ti.

Lo he dicho antes. Me exigiste, con palabras de compromiso: "Hijo, ve al Táchira y ayuda a Ronald Blanco La Cruz y al Presidente Hugo Chávez Frías". Y te cumplí. Es más. Creo que aún sigo en eso. Aunque ambos ya no están. Uno partió y el otro anda de perfil bajo. Pero, por lo que ellos lucharon, eso sigue vigente.

Al preguntarte ese día de nuestra despedida: ¿Qué quieres que te regale? Pensando en la celebración de los 50 años de casados con tu compañera de vida, Irma Nazaria Moller Agostini. Es decir: nuestra madre Mismas que, por cierto, se cumplirían 9 días después. Coincidiendo con el último día de tu novenario ¡Qué casualidad! Ya he contado en el artículo "Herencia" esta, no sé si llamarla infeliz coincidencia, en el que nuestra madre sorprendida, al oír la marcha nupcial, justo el día en el culminábamos tu novenario en la Basílica de la Chiquinquirá, exclamó con profundo dolor: ¡Hugo! Y lo más arrecho, quien se casaba ese día se llamaba: Hugo Enrique. Quedamos loc@s. Aún me pregunto: ¿Cuál era tu mensaje?

Al responderme esa pregunta, sólo atinaste a condecorarme con un gesto humilde y agradecido que era habitual en ti: "Hijo ¿Qué podemos pedirte de regalo si tú has sido todo para nosotros?". Insistí. Entonces: Te entregué el dinero que tenía a mano para que tú decidieras. Luego: No pudiste llevártelo contigo y menos disfrutarlo.

AL OTRO DÍA ME CONFIÉ Y NO TE ACOMPAÑÉ

Apenas pude, ese 16 de agosto de 2000, llamarte por teléfono mientras te trasladabas con nuestra madre. Ese fue, en realidad, nuestro último contacto. Te pregunté: ¿Cómo te sientes padre? Estoy bien. Fue tu respuesta. Lo hice mientras ibas con mi madre al Instituto de Investigaciones de Hipertensión Arterial, al que recurriste por sugerencia mía pensando que te vería el Dr. Tulio Sulbarán. Uno de los mejores cardiólogos del Zulia. A él lo había ayudado a crear y concretar el "Programa de Hipertensión Arterial" a través de las Actividades de Autodesarrollo en LUZ. Proyecto que le abrió el camino para hacer realidad el Instituto. A 20 años, ahora lo digo: fui co-creador, en parte e indirectamente, del mismo.

Con el Dr. Tulio Sulbarán - quien equivocadamente se dejó dominar por su ego y colocó su nombre al Instituto – yo tenía una relación respetuosa y agradecida. Fuimos buenos amigos. Tengo muchísimo tiempo que no sé de él. Ese día pensé ingenuamente o me confié, que mi padre sería atendido por él o con lo mejor que había en esa institución. No fue así. Lamentablemente, fueron unos jóvenes médicos, probablemente, inexpertos que no supieron responder adecuadamente a alguna inesperada situación que se les presentó. Fue la percepción que tuve ese día cuando entré al lugar donde yacía su cuerpo inerme. Lo que sí estoy seguro es que lo hicieron con la mejor buena voluntad ¿Acaso algun@ de ell@s deseaba matar a mi padre? Lo dificulto. A la vez, pudieron haberlo hecho. Por error. Sin saberlo. Es lamentable que muchas veces entremos vivos en un centro asistencial y cosa curiosa, luego salimos aún peor. Lo supuse cuando uno de ellos nervioso debió informarme que el espíritu y el alma de mi padre habían partido dejando su cuerpo respirando con un aparato de esos que, tal vez, hoy utilizan quienes padecen del Covid-19.

Ese día, aún dudando, sólo atiné a decirle al joven médico que se esmeraba en darme un reporte técnico pormenorizado de lo que aconteció y del tratamiento que le aplicaron: "Hijo, tranquilo. Sé que hicieron lo que pudieron para mantener vivo a mi padre y se lo agradecemos. En nombre de nuestra familia: Muchas Gracias. Vos sabéis que ya no podemos revivirlo o resucitarlo. Ustedes hicieron lo que podían y se lo agradecemos. Muchas Gracias. Dios te bendiga"

Unos cinco jóvenes, probablemente estudiantes o recién egresados de médic@s, estaban cabizbajos como sintiéndose derrotados. Sólo atiné a acercarme a mi padre, con mi hermana menor, para tocarlo por última vez y aproveché para agradecerle todo lo que nos dio en vida a pesar de sus limitaciones. Sobre todo, agradecí, la herencia que nos dejó. Su ejemplo de buen hombre: hogareño, sencillo, humilde, honrado, amoroso, solidario, desprendido… No dejó, prácticamente, nada material. Nos evito esa pelea y discordia entre herman@s.

Quizás, l@s medic@s esperaban que yo protestara, les exigiera una explicación, los criticara o qué se yo. Me limité a hacer lo que un día me había enseñado un colega profesor, el Dr. Osiris Castejón, cuando murió su esposa. Les di las gracias por sus servicios y por el esfuerzo que hicieron para salvarlo y para mantenerlo vivo. Hicieron lo que pudieron. Estoy seguro. 20 años después. Se lo seguimos agradeciendo. Y si cometieron algún error, se lo perdonamos. Aunque hubiéramos preferido, mil veces, padre, que continuaras vivo a nuestro lado. No tienes idea:

¡Cuánto te hemos extrañado!

TU INESPERADA PARTIDA NOS DEJÓ SORPRENDIDOS

En fin: No tomé la precaución de llamar antes al Dr. Tulio Sulbarán. Apenas le indiqué a nuestra madre que preguntara por él. Y…No sucedió así. Todo pasó mientras yo buscaba los soportes de mi hoja de vida profesional o mi currículo y me preparaba para salir, ese mismo día, para San Cristóbal a fin de concursar al cargo que me daría la oportunidad de cumplir con nuestro juramento de amor.

Ese mismo día, nuestra madre y herman@s se devolvieron luego de dejar hospitalizado a mi padre dizque porque tenía o le había dado, el día anterior, un pequeño infarto. Él, la verdad, sólo había ido para chequearse. No imaginamos que había sufrido un infarto. La noche anterior el personal médico de AME Zulia, le había visitado – luego de haber pasado un susto, al que no le dimos importancia – le tomaron la tensión y le hicieron un electrocardiograma y todo había salido bien. Según ellos. Yo, insistí. Aunque no estuve en el lugar, que debía irse a chequear con el Dr. Tulio Sulbarán. Quien, lamentablemente, no lo diagnosticó ese día. Tulio me salvó meses antes de que me pusieran un marcapaso. Hasta me hospitalizaron en cuidados intensivos (UCI) y tenían todo preparado para "echarme cuchillo". Llamé a Tulio. Me visitó en una Clínica en el Zulia. Y me salvó de un equívoco del Dr. que me atendía. Era su alumno. Y, tengo la impresión, que no sólo le dijo que estaba equivocado sino que lo debe haber regañado fuerte. Me salvé de un marcapaso. Eso hace unos 30 años o más. Mi padre no corrió con la misma suerte y le tocó ese día. Por eso "lo mejor es lo que pasa", a la vez, "no siempre lo que pasa es lo mejor". Estoy seguro que Tulio lo hubiera salvado.

Sorprendidos. Quedamos expectantes. Al mediodía, mientras almorzábamos, al recibir la llamada de nuestra hermana, Mary Carmen, quien se había quedado, para cualquier eventualidad, en el Instituto, partimos hacia allá para asumir con pesar y, a la vez, con tranquilidad, la inesperada noticia. Aún tengo viva en mi mente la imagen del rostro de nuestra madre cuando me tocó decirle que las debilidades de tu cuerpo, padre, habían derrotado tu voluntad. Pues, como tú solías decirnos:

"Mientras el cuerpo aguante, la voluntad no falla"

Te falló la voluntad, padre. Tal vez, ya era la hora de partir y de descansar, después de tantas penurias y sinsabores. Mis hij@s y, seguramente, mis niet@s, no tienen idea de las cosas por las que nuestros padres y nosotr@s mism@s hemos pasado. Son ell@s un@s privilegiad@s y aún, algun@s de ell@s, se quejan ¡Así es la vida!

Mi madre sorprendida reventó en llanto. Y yo, con una serenidad y una paz interior inalterable, asumí las diligencias pertinentes con inusitada tranquilidad y equilibrio. Llegó al sitio un gran amigo y le pedí me acompañara a hacer las diligencias. Fui, primero que todo, a informar personalmente a mi hija mayor Ingrid Margarita y a su hermano Christopher. E inicié las gestiones que corresponde en estos casos. Con total serenidad. Asumiendo la responsabilidad que me correspondía y siendo coherente con lo que sentenció mi padre la última vez que hablé con él personalmente:

"Hugo Enrique, tú has sido todo para nosotros".

En realidad, no lo fui todo; a la vez, siempre traté de serlo.

NUESTRO APELLIDO NO ES MOLLER NI MOYER: ES OSORIO O DEBERÍA HABER SIDO PERO NO FUE.

Nuestro padre, querid@s herman@s y amad@s niet@s, fue presentado legalmente en algún lugar de Caracas, donde verdaderamente nació, con el nombre de Hugo Antonio Moller. ¡Sí, con "ll"! No, con "y". La y, de algun@s de nosotr@s fue un error de transcripción cuando nos presentaron. Un descuido que fue quedando en nuestras partidas de nacimiento como cualquier detalle insignificante. Pudiéramos decir que a eso obedece que de los seis herman@s, tres llevan "ll" de Moller (Raiza, William y Gerardo) y otr@s tres llevamos la "y" de Moyer (Hugo, Gustavo (†) y Mary Carmen). Aunque luego tome consciencia en un entrenamiento de Constelaciones Familiares que había otra energía (probablemente femenina) que no había podido manifestarse (aborto de mi madre) Esa es la verdad, en medio de tantos "secretos familiares". Mismos que, al no ser develados y tomados en cuenta en los "movimientos del alma o del espíritu" familiar, nos traen problemas de distinto orden.

De modo que, cuando nos preguntan: ¿De dónde viene ese apellido? Deberíamos responder: Es inventado. Es un error de transcripción o, sencillamente, como me reconociera, alguna vez, mi tío abuelo, Alberto Moller, cuando lo interrogaba sobre nuestro apellido me respondía: "Huguito, nuestro apellido realmente es Molleja, pero como era muy feo y nos hacían burla, aquí en Maracaibo, decidimos cambiarlo por Moller". ¿Quién sabe si esa era verdad? ¿Quién sabe si realmente el apellido era Molleda que es un apellido más conocido? No lo sé. Nunca me he puesto - con honestidad - a indagar. Mi curiosidad no ha dado para tanto. Me he contentado con saber que dimos inicio en Maracaibo a un apellido que nos hace decir con orgullo: Somos los ¡Moller! Y, en nuestro caso, mis hij@s dicen con orgullo y supongo que así se los transmitirán a mis niet@s: ¡Somos Moyer! Y de allí surgen comentarios como: "Es igualit@ a los Moyer". Vainas nuestras.

Por cierto: Tal vez, en principio, el apellido era Möller. Incluso, en Maracaibo existió una compañía creada en Maracaibo, en 1865, denominada la Breuer Moller & Cia. Aunque mi abuela paterna era de pelo "chamuscado" y probablemente de origen negroide y, según parece, venía de Falcón. En verdad, nunca me preocupé ni me he preocupado en investigar de donde viene el apellido Moller. El Moyer fue, ya lo dijimos, tan sólo un error.

Lo que si estoy seguro es que si el padre consanguíneo de mi padre, es decir, mi abuelo paterno, quien era de apellido Osorio, lo hubiera presentado legalmente, como correspondía, llevaríamos ese apellido.

Por eso al hacer el árbol genealógico, el análisis del linaje y si siguiéramos la cadena ancestral o como la llamemos, no hay dudas: esta está medio distorsionada. Llevamos un apellido legal que no nos corresponde, probablemente, por la vía de una "casualidad" inesperada o un error de analfabetas y por no haber cumplido nuestro abuelo paterno, a quien nunca conocimos, con su responsabilidad. Mi padre no tuvo la culpa. La tuvo el tan mencionado Osorio, nuestro abuelo y el error de algún transcriptor que sólo preguntaba y no leía. Que el apellido no era Moyer sino Moller. En fin: Sea con y o con ll: ¡Somos l@s mism@s!

VEINTE AÑOS DESPÚES VOLVEMOS A RECORDARTE

Mi padre: Hugo Antonio Moller, sin más. Con un solo apellido. El de mi abuela paterna: Rita Elena Moller. Nació en la capital de la República. Aunque vivió toda su vida en Maracaibo. No conozco su historia de vida. Como la mayoría de mis hij@s no conocen la mía. Por eso, pensando en ell@s y más que todo en mis niet@s escribo, como escribo, en los últimos tiempos. En mi caso: Nunca pregunté a mis padres su historia de vida ¡Yo que soy tan preguntón! Como nos lo recomendaba el maestro del Libertador: ¡Simón Rodríguez! Tampoco he indagado. Yo que soy tan averiguador aunque nos digan en la academia: investigadores. No supe, ni sé, si mi abuela paterna lo concibió en Maracaibo y luego se fue a Caracas o, al contrario lo concibió y nació en Caracas y luego regresó a Maracaibo. Incluso, no sé si ella venía de otra parte (Falcón, por ejemplo) y se fue a Caracas y luego se instaló en Maracaibo. Son de esos "secretos" e información familiar que no se nos cuenta, por alguna razón (justificada o no), y tampoco le ponemos interés hasta que un día cualquiera nos ponemos a reparar sobre nuestra historia personal y familiar. Y descubrimos tantas cosas que no tienen una clara respuesta. Tal vez, por eso, entre otras cosas, no comprendemos tantas situaciones que nos han pasado. Como nos enseñan en "Constelaciones Familiares": Una fuerza o energía, del alma y/o del espíritu, casi ingobernable; así como lo es, la hora y el lugar exacto de nacimiento (según l@s astrólog@s), pareciesen marcar nuestro destino. Son tantas las variables intervinientes, que cuesta creer que tenemos un destino programado, rígido y definitivo. Sin que exista algún grado de libertad o de "libre albedrío" para ser co-creadores con Dios del Universo conocido.

EL LIBRE ALBEDRÍO TIENE SUS FRONTERAS, MI QUERIDA ROCÍO, COMO ANOCHE HABLAMOS

Nuestro "libre albedrío" (2), mi amada Rocío, pereciese que estuviera acotado, limitado o restringido, a esos espacios en los que los astros y la energía del universo, así como los movimientos del alma y/o del espíritu, marcan en nuestras vidas nuestro futuro. Para no hablar del compromiso previo, en otro plano de la realidad, en el cual – según dicen – hemos acordado el propósito de nuestras vidas al reencarnar en este planeta y en la historia acumulada en los archivos o registros akáshicos (3)

MI PADRE EN SÍNTESIS:

Para culminar estas reflexiones públicas que comparto intencionalmente con ustedes, mis apreciados lectores, actuales y futuros, debo decir que mi padre, Hugo Antonio Moller, ayer 16 de agosto, cumplió 20 años de su partida (la energía eléctrica y diversas distracciones me impidieron ayer culminar este artículo) era en síntesis:

Un ser de luz. Un ser superior de esos que pasan por la vida casi desapercibido dejando su huella indeleble. Un trabajador incansable. Trabajó en: R.J. Villamil, Dorsay y Tortolero. Era vendedor en tiendas para caballeros. Llegó a ser Gerente de una tienda por departamentos. Toda su vida la pasó de pié en su trabajo. Siempre firme. Hasta que la herencia de unas varices que le impidieron continuar su profesión le obligaron a pedir su incapacitación a pesar de que no lo deseaba. Fue un caballero. Honesto a carta cabal. Siempre se desvivía por brindar atenciones a su familia y, en especial, a los de su señora esposa, Irma Nazaria. Murió como vino al mundo: sin propiedades ni herencias que disputar. Nunca pudo comprar una casa propia. No tuvo ni un carrito modesto y no sabía manejar. Siempre nos dio ejemplo de rectitud e integridad. Gustaba salir con sus amigos a parrandear y, por lo visto, buena parte de su sueldo lo dedicaba a brindar: picheaba, pues. Desprendido. Sin apego a lo material, luchaba por vivir con dignidad en medio de los grandes apremios de aquella época. Siempre andaba sonriente. Con su bigotico singular. Era un ser de otro mundo que nos vino a enseñar. Tantas cosas bonitas. Que no lo hemos podido, ni podremos nunca, olvidar. Tod@s hablan bien de él. Nunca he oído ni escuché decir algo que contrariara lo que expreso. Mi abuela materna, María Sansón, solía decir: ¡Hugo, es el mejor de mis yernos! Con ella cohabitó en Caracas en un Hotel que regentó, cuando yo estaba pequeño y saboree su olor y sus caricias plenas de afecto. Ni mi madre que lo "aguantó" durante 50 años de casado le escuchamos decir algo que lo descalificara delante de nosotr@s. Tal vez, por eso lo amamos tanto. El próximo 26 de agosto estarían cumpliendo, si estuvieran vivos, 70 años de feliz unión familiar. Quién sabe si seguirán juntos reencontrándose en el camino o ya han regresado, a través de nuestr@s niet@s o de otros seres de luz, a darnos ejemplo de amor fraternal más allá de la eternidad.

Te seguimos amando y admirando padre.

Gracias por todo.

Muchas Gracias.

Orgulloso de ti.

REFERENCIAS:

  1. Blas Perozo Naveda. Poema: "Muerte". Tomado de su libro: "Mala Fama" (pág. 282)

  2. "El libre albedrío es la potestad que el ser humano tiene de obrar según considere y elija. Esto significa que las personas tienen naturalmente libertad para tomar sus propias decisiones, sin estar sujetos a presiones, necesidades o limitaciones, o a una predeterminación divina. El libre albedrío significa, en suma, que el ser humano tiene libertad tanto para hacer el bien como para hacer el mal. Y esto, desde luego, tiene sus implicaciones éticas y morales, pues el individuo que actúa según su libre albedrío es también responsable de sus acciones, tanto si cuentan como aciertos o como sus errores.De allí que el libre albedrío se extienda a otros ámbitos de la vida del ser humano, como la religión, la filosofía o el derecho" https://www.significados.com/libre-albedrio/

  3. "Los registros akáshicos son una memoria universal de la existencia, un espacio multidimensional donde se acumulan todas las experiencias del alma, incluyendo todos los conocimientos y todas las experiencias de las vidas pasadas, la vida presente y las potencialidades de la vida futura´. Este sistema energético contiene todas las potencialidades que el Alma posee para su evolución en esta vida…" https://unionsuperior.wordpress.com/registros-akashicos/

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