La noche se hizo para los pobres, para los vagabundos, solitarios, brujas y perros…

Jueves, 20/08/2020 07:13 AM

1-8-20: Aquí, en este rincón de los Pueblos del Sur amanece nublado. Horacio siembra 39 matas de café guardando la debida distancia entre una y otra siguiendo las recomendaciones de Ángel. Yo siembro la mata de uva que traje de Mérida y que nos regaló María Fuentes. Veo al amigo Nectario que va a su finca con su hijo. Le digo que cuántos kilos de café me da por los cincuenta dólares de Adriana. Se queda pensativo y me dice que lo va a pensar. Filosofa un poco pero no suelta prendas: cincuenta dólares no es cualquier minucia en estos tiempos, pero aflojar café con esta competencia tan fiera que se ha desatado parece un riesgo. Por aquí la gente almacena el café porque es el único medio que se tiene para ir adquiriendo el alimento del día a día. Yo me hago la ilusión de que Nectario por ser un viejo amigo pueda que me deje unos treinta kilos de café en laja por los cincuenta dólares. No sabemos qué va a pasar con el precio del café porque unos dicen que va a bajar y otros que se mantendrá a dos dólares el kilo en laja. Otra insólita insolencia en estos lares, es que el precio del café lo ponen los compradores, pero me cuenta Alesio que los grandes compradores lo han vendido casi todo para llevarlo a Colombia y que eso es a la vez signo de que el café dentro de poco bajará de precio. La posibilidad de que el café no baje de precio se fortalece con el hecho de que este año la cosecha será muy pobre. Según Alesio, las matas de café a veces necesitan descansar, que el año pasado dieron buenas cargas y que viene un período de severa escasez. Me refiere también Alesio que están llegando pestes muy raras tanto al pasto como al mismo café. Añádase a eso que es muy difícil conseguir abono. No se encuentra por ningún lado un comercio que venda abono en Mérida, y un amigo que tuvo la caridad de ofrecerme unos tres kilos del producto Triple Cinco no pudo dámelo porque un hijo suyo se enfermó del coronavirus.

García Márquez y el diccionario: "Yo no sabía leer ni escribir, pero podía imaginarme cuánta razón tenía el coronel si eran casi dos mil páginas grandes, abigarradas y con dibujos preciosos. En la iglesia me había asombrado el tamaño del misal, pero el diccionario era más grueso. Fue como asomarme al mundo entero por primera vez.

"- ¿Cuántas palabras tendrá? -pregunté.

"- Todas – dijo el abuelo.

"La verdad es que yo no necesitaba entonces de la palabra escrita, porque lograba expresar con dibujos todo lo que me impresionaba... Sin embargo, cuando el abuelo me regaló el diccionario me despertó tal curiosidad por las palabras que lo leía como una novela, en orden alfabético y sin entenderlo apenas. Así fue mi primer contacto con el que habría de ser el libro fundamental en mi destino de escritor".

2-8-20: Esplendoroso día, con bastante trabajo por delante. Nos vamos a trabajar a la troja. Me pongo a pilar seis kilos de café en laja que nos entregó la vecina Engracia por el pago de tres pantalones míos que le quedaron perfectos a su marido. Hay una necesidad especiosa e imperiosa de pantalones para hombres en estos campos. La ropa de trabajo se deteriora a velocidad impresionante y por eso vemos por aquí a la gente llevar andrajosos trajes plagados de parches. Ahora he venido a caer en la cuenta de cómo se han ido poniendo raídos mis propios pantalones y franelas, comidos por los cadillos, el sudor, la lluvia y el sol severo del verano. Es de ver cómo las vestimentas en estos labriegos están destrozadas por el sudor y los escozores del polvo y del sol: las franelas y las gorras que el PSUV en otros tiempos repartió en sus campañas electorales parecen erizos de mar.

Hay una fiesta de trabajo en la troja: María Eugenia y Albania seleccionan café, Horacio refacciona los bancos y yo estoy trillando café. Se une a la faena el señor Corsino quien anima el trabajo con su conserva. Nos ponemos a rememorar otras épocas, y se menciona el uso de las píldoras del doctor Ross que servían para todo. El señor Corsino recuerda a un famoso curioso de la zona que "leía las aguas" y cuyas sentencias al ver un paciente eran de vida o muerte. Al que este curioso no le encontraba remedio, los familiares sabían que tenían que ir aprestándose a prepararle el cajón. El señor Corsino tuvo una docena de hijos y a algunos los parteó él mismo. Después que la mujer paría cerraban los cuartos de modo que por ninguna rendijita pudiera colarse un rayo de sol: un requerimiento para que la recién parida no fuese a agravarse.

Refiere Albania, que hubo en Mérida, en los años cincuenta, la famosa curiosa llamada "la Médica Leonor", quien recetaba por la calle Dos Lora. Una de sus prescripciones más famosas era el unto de azahar que se colocaba en la vejiga para que los niños no se orinaran en la cama de noche. Los casos de las llamadas "secas" que salían en la ingle producto de infecciones se curaban orinando sobre un tizón. Otra creencia muy común en estos campos era que los muchachos que miraban por mucho tiempo la candela de los fogones se orinaban de noche en la cama. La viruela, cuando apareció en Canaguá mató a mucha gente. Otra práctica de la época para tratar el sarampión era tomar bosta de vaca. Mucha gente entonces ingería la sangre del rabipelao con vino de consagrar, para contrarrestar el asma. El aceite de Castor se usaba para purgar a la gente. Se conoció el caso de Marcolina a quien le salieron cinco cadillos (mezquinos) en un dedo que ningún tratamiento se los podía quitar, hasta que alguien le dijo que tostara cinco arvejas las envolviera en un pañuelo y cuando saliera al pueblo las botara por el camino. Así lo hizo y uno a uno le fueron desapareciendo los cadillos.

Luego le tocó el turno de referir un caso mucho más misterioso a María Eugenia. Luego de una estancia de varios meses fuera del país, al regresar le salió un espolón en el pie derecho, que le impedía caminar. Se fue a ver con el famoso traumatólogo Pérez Colmenares quien le solicitó se hiciese una radiografía, y luego al verla le certificó que la cosa era seria: tenía un espolón que quién sabe si podía curarse. Le ordenó, se mandara a hacer una plantilla con una abertura en el punto del espolón, sólo para aminorar el dolor cuando tuviera que caminar. La plantilla acabó por ser insoportable. Pasaron los meses, hasta que una amiga le aconsejó que cogiera una hoja de tuna y sobre ella recortara la forma de su pie con el espolón y después la pusiera al sereno. Así lo hizo, y a unas tres semanas, ya sin darse cuenta, se había mejorado y, cuando fue a ver la tuna para recogerla, encontró que en el punto del espolón había retoñado una tunita al tiempo que el mal en su pie desaparecía para siempre.

Le han estado celebrando el cumpleaños a Lucía Valentina. Han llegado unos invitados muy jóvenes, algunos de ellos venidos desde Socopó. A decir de Engracia se encuentran en el pueblo "legales", es decir con los debidos chequeos sanitarios. Entre el grupo destacan unas preciosas niñas, esbeltas, como esas misses que muestran por la tele.

A las seis de la tarde, la Solita en un descuido se escapa y coge hacia los predios del señor Corsino. Esta perra se ha echado unas escabullidas de leyenda hasta en la propia ciudad de Mérida donde no la vimos por tres semanas. Aquí también se ha perdido durante semanas en nuestra ausencia.

Me estoy enterando que por todos los estragos que suele ocasionar la gata Morisca, Engracia está pensando regalarla o dejarla abandonada en algún monte lejano. Morisca es una gata encantadora, dócil y muy cazadora, que ha matado a varias culebras tanto en la casa de Engracia como en la nuestra. No ha dejado de revisar esta hermosa gata cuantos nidos de pájaro existan en cien metros a la redonda de nuestra casa, y es de una voracidad insaciable. Por otra parte, en los tres años que la llevamos conociendo ha tenido como cinco partos, con una grandeza de madre tal, que sale a cazar para llevarle comida a unos hijos bien formados (que por culpa de ella han terminado siendo unos manganzones mantenidos).

La noche se engalana con una esplendorosa luna llena: encandila, deslumbra. El jazmín perfuma todo el frente de la casa; las silenciosas montañas están tan cerca que nos abrazan. Sacamos las sillas frente a nuestro cuarto y nos ponemos a contemplar el cielo. A las nueve aún no aparece la perra. Yo le digo a mi mujer, que si yo fuera Solita, con esta hermosa luna me pasaría toda la noche en plena perdición por prados y corrales. La noche se hizo para los pobres, para los vagabundos, solitarios, para las brujas y los perros.

A las diez, cuando nos vamos a la cama, escuchamos ladrar a la vagabunda: regresa la hija pródiga y pendenciera, y sale la madre María Eugenia a reclamarle su salida y, Solita con vergüenza, entra a la casa con el rabo entre las piernas.

Cada cual coge a su dormitorio. María Eugenia está enamorada de la novela "Eugenia Grandet", Albania lee "La corte de los Borgias" y Horacio se sumerge en "El viaje a las regiones equinocciales del nuevo continente", de Humboldt. Aquí pasamos noches muy frías, con temperaturas por debajo de dieciséis grados centígrados, y también madrugadas tan calurosas como las que pueden darse en El Vigía o Maracaibo. Un clima tan cambiante que en un lapso de dos horas y en plena madrugada puede darse una variación de cuatro o cinco grados centígrados de temperatura.

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