Tras medio siglo de montoneras y despojos a que fue sometido el país, tras la disolución de la Gran Colombia, el nacimiento de las nuevas Repúblicas americanas y con ellas la Guerra Federal, el paisaje que quedó fue desolación. La consecuencia de la guerra fue la destrucción de su infraestructura productiva y su entramado social, dejando como saldo una población hambrienta y analfabeta. (1)
Queda dicho que la salida a la situación vivida por el país a finales del siglo XIX, fue exógena, vino de afuera. La solución no vino de nuestro propio proceso de desarrollo. Nos decía un camarada, con una fuerte dosis de ironía; "Nosotros nos sacamos la lotería; la salvación a nuestros problemas nos lo dio Dios y el Imperialismo. El primero nos dio el petróleo y el segundo la tecnología y el capital trasnacional". Nos incorporaron a la modernidad, al mismo tiempo que nos despojaban de la riqueza del país y hasta del Ser "nosotros mismos.
En nuestro imaginario cultural el petróleo trajo la prosperidad al pueblo venezolano; nos sacó del atraso en que vivíamos. Si bien es cierto cambió la fisonomía del país, la ciudad con sus obras de infraestructura; sin embargo, no se puede decir que tal cambio fue el mismo hecho para la población trabajadora y su familia. La riqueza fue aprovechada por una clase que crecía al amparo de las trasnacionales del petróleo y el Estado. Una burguesía crecía, se convertía en dueña del país y socia del Imperialismo norteamericano.
La manifestación de la contradicción capital/trabajo se hacía evidente. A los trabajadores se les mantenía con el mínimo vital de subsistencia; lo que hoy le podríamos llamar la línea del salario mínimo, si se puede decir así. Este fue el esquema social capitalista implantado para todas las nuevas repúblicas sudamericanas. Los trabajadores, a pesar de construir con su fuerza de trabajo la sociedad, viven al margen de ella, segregados; mientras "la clase criolla" y el capital trasnacional se apropian de los recursos y del producto del trabajo.
Esta es pues, la característica general del período (1908-1935) desde el cual reflexionamos. Se produce una transformación del país, donde los trabajadores, que son la fuerza de trabajo fundamental para esa transformación, son los segregados, los menos beneficiados, son los parias del proceso social que se desarrolla. Estamos pues en plena transformación capitalista de una sociedad con características semi-feudales. Entramos al ciclo de los capitales que orbitan en la esfera del mundo dominado por el mercado y la especulación; por tanto, sus vaivenes ciclos y crisis, repercuten directamente en el país. Evidenciemos algunas de las situaciones que caracterizan al país durante el período:
1- Para 1905 se vive un proceso depresivo que afecta directamente a las actividades, tanto productivas como del comercio. La prensa de la época registra situaciones de hambre entre las población.
2. Para 1914 se entra en un ciclo de deterioro de la vida económica venezolana; la dictadura gomecista registra en agosto una reducción de los egresos del Tesoro Nacional; por tanto, la consecuencia directa va a la reducción de los salarios de empleados públicos. Tiempo más tarde se paralizaran muchas de las obras públicas en desarrollo.
3. De 1920 a 1922 se registró la última de las crisis de la Venezuela agraria. Para la fecha se produce una violenta caída de las exportaciones de productos agrícolas, caída de los precios de café, crisis del sector textil y el comercio. El Estado cerró sus años económicos de manera deficitaria, y las consecuencias las sufre principalmente la población trabajadora y sectores populares.
4. La gran crisis de los EE-UU. que estallará en el año 1929, va a tener repercusiones gravísimas en Venezuela que se sentirán de manera particular a partir de 1930. Su impacto alcanzó la actividad petrolera; así como los nacientes centros industriales. Los empleos se redujeron de 27 mil 221 en 1924 a 8 mil 832 en 1932, lo que significa 44% empleos menos.
El período que llamamos gomecismo viene a ser un período que está determinado por un violento cambio del curso que había tomado la sociedad venezolana hasta el final del siglo XIX y comienzos del XX. El proceso de desarrollo del país estaba vinculado a la agricultura y a una incipiente industria, sustentada con una ideología que no terminaba de romper con el caudillismo y el poder conquistado a través de la montonera. Así pues, en el período del gomecismo se yuxtaponen dos procesos, el de finales del siglo XIX y el que se inicia con el petróleo. La modernidad no será más que una fachada que cubre la explotación y el saqueo imperialista, dado que no produce la ruptura con una situación de pobreza del pueblo venezolano con que se caracterizó su pasado.
Será la clase obrera hacia finales del período, cuando haya alcanzado parte de su desarrollo y estructuración, en tanto que clase, la encargada de dar fisonomía al país. La unidad de clase que trascendió más allá del campo petrolero haciendo surgir un sentido nacional que se manifestó en la huelga petrolera del años 36, que provoca la reacción de un país frente al imperialismo.
Las condiciones de trabajo de la gente revelan un contraste muy grande entre la riqueza producida por la explotación del petróleo y la miseria de la gente. Señalamos algunos rasgos de esta realidad en tres hechos que el profesor Leonardo Rodríguez cita en la revista "Historia del Movimiento Venezolano" (*) donde se nos muestra la realidad vivida por los trabajadores:
Primer hecho. En un Congreso de trabajadores mineros del Callao, un delegado, Jesús Mata Guerra testimonia: "Ocho mil hombres trabajan en la producción de oro y son quizá los obreros venezolanos que viven en las peores condiciones. El salario es de Bs 7 y una familia de cuatro miembros requiere mínimo diario para comer 8Bs. Las viviendas no son casas, son cuevas de madera y zinc… Los escusados de hoyo existen en uno que otro taller y nada más. ¿Baños? ¡Ni pensarlo!
Segundo hecho. En un informe del partido comunista Jesús Correa dice entre otros muchas situaciones que, "los campos petroleros semejan campos de concentración hitleriana, con alambres tendidos a su alrededor, con guachimanes y policías uniformados en las puertas, que exigían permiso de la superintendencia de la compañía para entrar y salir," (…)
Tercero. En cuanto a los trabajadores rurales, el profesor Rodríguez cita un informe de un viajero francés por el río Orinoco y señala condiciones generales de los trabajadores del campo, donde se nos dice que en las poblaciones; "Ninguno de los habitantes sabía leer ni escribir. Visitaba las poblaciones un escriba cada dos o tres meses donde ponía en orden cuentas y documentos de los pobladores, así como elaborar cartas y dar respuesta a las recibidas. Las cuentas las llevaban bajo un sistema de signos que marcaban con carbón en las columnas de la casa y concluye el viajante observador: "Han pasado cinco mil años desde que el sistema de jeroglíficos presto servicio en Egipto y Asiria; hoy, esta forma tan primitiva, un método de símbolos satisface las necesidades de los habitantes de este apartado rincón de Sudamérica".
Tenemos pues, que la modernidad venezolana, esa que como corriente de pensamiento y acción se nos anunció creando expectativas en todo el sur del continente; esa donde los términos positivismo, desarrollo, progreso, modernidad… no fueron más que cantos de sirena, no creo ni desarrolló condiciones para erigir un modelo que superara la pobreza; al contrario genero un modelo de país dependiente. La modernidad venezolana no fue más que el resultado de la acción imperialista sobre los recursos del país para mover la maquinaria capitalista internacional. Una cuestión intrínseca del cambio introducido en esa llamada modernidad fue la contradicción capital/trabajo, con ella emergió el Movimiento Obrero venezolano, en tanto que sujeto histórico, delineando un país.
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Notas.
(1). Para lectores interesados en la temática, pueden consultar el Blog "América en su Historia, su Literatura y su Filosofía". Dirección: americaseryliteratura.blogspot.com.
(2) Historia del Movimiento Obrero venezolano. La Clase Obrera en tiempos de Gómez. Leonardo Rodríguez. Publicaciones El Pueblo. Caracas.