Me pongo mis guantes de boxeo para defender al presidente Maduro

Domingo, 23/08/2020 06:37 AM

Lamentablemente es necesario. Y lo hago con genuina responsabilidad. No entiendo en verdad lo que está aconteciendo. ¿Se pusieron de acuerdo muchos para perder la revolución?

A ver, no observan que, desde hace años, cuando murió el Comandante Chávez, ¿arreciaron los esfuerzos imperiales, con sus payasitos ridículos (y efectivos) en el país, para salir de la revolución? En verdad Chávez fue un gigante y con él lo intentaron fuertemente. Nos dejó, tan claro como la luna llena, a Nicolás Maduro, quien fuerte, digno, noble, y con mucha valentía, asumió la tarea, dispuesto a dar su vida, el todo por el todo.

Y desde entonces lo está haciendo, lo está demostrando, trabajando denodadamente, sin descanso.

Pero ¿hasta cuándo los venezolanos progresistas, pensadores, con la claridad de la inmensa tarea, tendrán la misma entereza de permanecer al frente, a pesar de las borrascas? ¿A pesar de los muchos que trabajaron desde adentro para derrumbar el proceso?  No sé ustedes, pero yo particularmente, no me molesto en abrir ningún artículo de Rafael Ramírez. Hoy se me ocurrió leer, nunca los leo, el que se hace llamar el arado y el mar, y sinceramente, da vergüenza.

¿Cómo se les ocurre, en qué cabeza cabe, que personas que conocieron a Chávez, comulgaron con sus ideas, trabajaron para ello, y ahora, disienten, por ansias de protagonismo, por estrechar pequeñas parcelas de poder, por estar en desacuerdo con algunas políticas, por buscar incluirse y disfrazarse en las masas descontentas?

Señores, ¿dónde está la fortaleza moral? ¿La lealtad a las ideas que nos llevaron a soñar un mundo mejor?

Me recuerdo joven, universitaria, sin entender lo que nadie entendía, al menos en mi nivel. ¿Por qué, siendo Venezuela un país tan rico, lleno de petróleo, hay tanta pobreza?

Y confieso que era solo una lejana preocupación, tal como estaba inmersa en mis asuntos, en mi juventud ligera, en mis estudios en el IVIC.

Y cuando llegó Hugo Chávez empecé a entender, y me pegaba a los aló presidentes todos los domingos (por primera vez podía escuchar atentamente a un dignatario presidencial), disfrutando esas lecciones, esa sabiduría, esa voluntad sublime de querer, a todo costo, llevar la felicidad al país. Una felicidad que debía buscarse, empezando, para los frágiles, los vulnerables, los invisibles de siempre.

Y así, ya adulta y casada, gracias a lo que luego se definió como el socialismo, pude tener una conciencia más presente, más tranquila, porque existía alguien, un Presidente grandioso, que se preocuparía por eso. Los venezolanos frágiles estaban siendo atendidos, ya había quien velase por ellos.

Pero no fue tarea fácil, menos con el tiempo, menos habiendo unos venezolanos indignos que se prestan al juego del imperio, que se toman fotografías con Bush, luego con Obama, ahora con Tremp.

¿Cómo va a ser fácil cuando nos han declarado la guerra abiertamente? ¿Cuándo nos clasifican, desde hace años, como una amenaza inusual y extraordinaria?

Y con todo esto, ustedes, los que andan por ahí histéricos, alejándose de lo que de verdad importa, soñando con brumas de mar, haciendo show frente al TSJ, otra poniéndole la lupa a personas trabajadoras como Dante Rivas, sin entender además que estamos inmersos en una pandemia que se está llevando a nuestros vecinos, que está afectando a nuestros ancianos, a muchos venezolanos.

Por supuesto que hay errores, pero no son sólo del Gobierno.

Yo percibo al Gobierno Bolivariano haciendo todo su mejor esfuerzo para vencer las batallas. Si, en plural. Atacados por todos los flancos, sancionados, robados, quebrados.

Y como bien dice nuestro Presidente Constitucional, Nicolás Maduro, no es hora para recular, con países vecinos amenazando con la guerra, para complacer a Estados Unidos, con una Europa que se llena la boca hablando de Venezuela y no ve sus propios problemas. También es un continente lamentablemente arrodillado a los caprichos del imperio. Por no hablar de los ladrones del Reino Unido, de nuestras tierras, de nuestro oro. Por no hablar de Estados Unidos que concentra todas sus fuerzas, y son muchas, para lograr lo que logró en Chile, para volver a tener su patio trasero, lleno de riquezas.

Estimados señores, a ustedes les escribo. No soy política, no hago activismo, pero les pido, de corazón, un poco de sindéresis. Si no pueden aportar algo constructivo, que ayude al país, dejen entonces que los otros lo intenten. No sigan tirando piedras y tierra.

Con la plena seguridad de que nuestro Presidente lo está haciendo con todo el empuje, la lealtad, y la convicción que le dejó Chávez. Y ustedes responderán que de buenos propósitos está lleno el infierno.

Pero son ustedes, los que están con su actitud generando un mayor infierno para Venezuela. La unidad que pidió Chávez debe mostrarse no sólo cuando el petróleo se vendía a 100 dólares cada barril. Debe mostrarse no sólo cuando muchos disfrutaban de remesas, de dólares baratos para viajar por cadivi, de billetes verdes baratitos, para traer contenedores y más contenedores, muchas veces vacíos, con basura.

Y no sólo la unidad. Para ello se debe tener entereza, evaluar el otro lado de la moneda, los peligros ya anunciados, los probables que llegarán.

Y es ahí donde los llamo a la reflexión, seria, sensata, como venezolanos que buscamos el bien del país, de todos los venezolanos. Estoy segura de que así es.

Apoyar al Gobierno Bolivariano, al Presidente Nicolás Maduro, es hoy, más que antes, más que nunca, nuestra obligación.

Tiene mucha razón Pascualita Curco cuando nos señala, ahora, en este momento, quién es el verdadero enemigo. Y, sin embargo, la propuesta es tergiversada, no comprendida.

Les pido que nuestras plumas, el movimiento de nuestros dedos sobre el teclado, refleje el mejor lado del ser humano, nuestro compromiso cabal, nuestra necesidad de apoyar para defender a Venezuela, para que seamos un mejor país, soberano, independiente, feliz. Y nuestros intereses particulares dejarlos para otro momento, abordarlos, tal vez, de otra forma. Hoy hay que luchar, unidos más que nunca.  Les ruego de corazón, hagamos este esfuerzo.


 

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