"Los pueblos que se quedan a la zaga culturalmente (de acuerdo con los patrones de la cultura vigente, que es la que importa, por rica que sea su cultura histórica) se expresan en una un error pensar que puede bastar el remedio de tomar prestados los vocablos nuevos y adaptarlos a la morfología de nuestra lengua. Solamente desde dentro del desarrollo puede pensarse y hablarse de verdad la lengua de la época. Porque la lengua es la forma del espíritu, la expresión de la mentalidad".
El conocimiento desinteresado de su historia da a un pueblo valor, conocimiento de sí mismo, para despojarse de los detritos de desasimilación que embarazan su vida.
Cada vez son más numerosos los venezolanos afectados directamente por los cambios históricos, y arrancados de su ancestral inmovilismo, de sus formas de vida estática y permanente, de su quietud secular, como de fondo del mar. Precisamente en esto consiste la "revolución social" que, por debajo de la rígida costra política, está aconteciendo hoy en el campo venezolano —precisamente en el campo—. El pueblo sale de la intrahistoria, empiezan a entrar en la historia y, pronto serán ellos mismos quienes la hagan. La patria no es sólo la "oficial" ni la nación se confunde con el "nacionalismo estrecho de la burguesía, explotadora del llamado suelo patrio, para mantener el monopolio del cual se han llevado a cabo las más sangrientas guerras y se han teñido de sangre de hermanos todos".
A partir de comunidad de intereses y de presión de mil agentes exteriores a ellas y que las unen, caminan las voluntades humanas, unidas en pueblo, al contrato social inmanente, pacto libre, aceptado con la libertad, la que nace de la comprensión viva, con la libertad que da el hacer de las leyes de las cosas leyes de nuestra mente, con la que nos acerca a una como omnipotencia humana. Porque si en fuerza de compenetración con la realidad llegáramos a querer siempre lo que fuera, sería siempre lo que quisiéramos. He aquí la raíz de la resignación viva, no de la muerte, de la que lleva a la acción fecunda de trabajar en la adaptación mutua de nosotros y el mundo, a conocerlo para hacerlo nuestro haciéndonos suyo, a que podamos cuanto queramos que podamos llevar a cabo.
Lo mismo que tantos pueblos han proyectado en sus orígenes, "su ideal social", "Rousseau proyectó en los orígenes del género humano el término ideal de la sociedad de los hombres: el contrato. Porque hay en formación, tal vez inacabable, un pacto inmanente, un verdadero contrato social intra-histórico, no formulado, que es la efectiva constitución interna de cada pueblo. Este contrato libre, será la base de las patrias chicas cuando éstas, individualizándose al máximo por su subordinación a la patria humana universal, sean otra cosa que limitaciones del espacio y del tiempo, del suelo y de la Historia".
—Hasta llegar a este término de libertad, del que aún, no vales ilusiones, estamos lejos, la Historia va haciendo a los pueblos. Les hace un ideal dominando diferencias, y ese ideal se refleja con la literatura que engendra.
¡La Lucha sigue!