Crónica de la Caracas burdelera

Martes, 22/09/2020 07:40 AM

Tour burdelero

En las proximidades de las batallas electorales venezolanas hay que tener mucho cuidado con los sitios que se visitan, sobre todo si usted es un aspirante a un cargo de elección popular o si lo ejerce en las instituciones burocráticas del gobierno de turno. En estos tiempos de redes sociales y de teléfonos inteligentes cualquiera puede tomarle una foto y convertirlo a usted en tendencia nacional incluso a pesar de su desconocimiento , con lo que su aspiración se vería seriamente comprometida, por aquello de guardar las apariencias que la doble moral aconseja.

A pesar de toda la historia que tenemos en cuanto al ejercicio legítimo de la prostitución y de la protección legal que brinda el Estado tanto a quienes la practican como a quienes la usufructuan, continúa siendo un tema tabú la presencia de personas de distintas indoles en los llamados prostíbulos o burdeles, como si aquello se tratara de un delito de lesa patria.

En lo particular no tengo un juicio denigrante de aquellas personas que, de alguna manera, simpatizan con los burdeles o con aquellas, con razón llamadas, zonas de tolerancia, por lo mismo que no lo utilizaría contra un adversario del tipo que sea, para denostar de su debilidad o afición por el llamado oficio más viejo del mundo.

Recuerdo que cuando llegué a Caracas, por allá por 1968, había burdeles por todas partes, incluso muchas pensiones, no lo eran tales, si no burdeles. Todo el centro de la ciudad y hasta el Nuevo Circo estaba plagado de burdeles. Había tantos burdeles en todo lo que era el sector de El Silencio que aquellas casas que no lo eran se veían obligadas por la necesidad, a identificar sus casas con un cartelito que se ponía enfrente que decía casa de familia.

Es que eran muchas las equivocaciones que se producían, en especial los fines de semana, cuando los comensales se alborotaban, producto de los tragos querían hacer de cualquier hueco una trinchera. Según las fuentes consultadas, a finales de los años 50s las estadísticas eran de un burdel por cada 8 casas. Y de cuyas 7 casas, presuntamente, de familias, habían casas de vecindad, bares, expendios de licores y otros.

Para bajar la tensión de los más moralistas, déjenme decirles que la prostitución siempre ha sido en Venezuela una práctica legal, reglamentada y controlada por el Estado a través de, entre otras instituciones, los ministerios de la Salud de distintas épocas. De hecho por allá por la época del 30 del siglo pasado, se instituyó el Día de las Enfermedades Venéreas.

En una biografía de Daniel Santos se dice que El Inquieto Anacobero, cuando venía a Caracas , prefería hospedarse en un burdel que en un hotel, de hecho tenía un burdel que era su favorito, que quedaba en el sector de Catia. En su biografía oral le confesaría a Héctor Mujica:

"La Casa de la Gata me servía a mi de residencia en Caracas durante mis giras artísticas....era un refugio de los hombres de entonces, que por alguna causa no tenían acceso al amor de una mujer y alli llegaban en busca de un amor y un momento de placer".

Los muchachitos de la época, los teenagers pues, nos organizábamos y un día al mes hacíamos un Tour Burdelero y desde mi casa, a una cuadra del Panteón Nacional, salíamos hacia el centro, metiendonos de burdel en burdel, sólo con la intención de ver a las mujeres que trabajaban allí, las que fuera de eufemismos se hacían llamar putas. En realidad se necesitaban varios días para visitarlos todos, con decirles que cerca del Nuevo Circo de Caracas había un edificio de 3 pisos repletos de putas. Se necesitaba de al menos una noche para conocerlo en su totalidad.

En una noche de Tour, una puta veterana le ofreció al canario Javier desayuno, almuerzo y cena por sólo 30 bolívares. El canario quien, al igual que todos los andábamos juntos, no cargaba dinero, regateó el precio. Entonces la señora se lo dejó en 20 bolívares, pero sólo desayuno y almuerzo . Ante una nueva regateada del compañero de tour, la dama en cuestión hizo su última oferta (aunque aquí no se sabía quién ofrecía y quién demandaba): 15 bolívares pero sólo el desayuno. En un último regateo Javier ofreció 10 bolívares (nadie sabía de dónde los iba a sacar in case of ...). La señora finalmente le diría al canario, dirigiéndose a todos, "no joda, pavos, ustedes lo que son es una cuerda de limpios". En el grupo bautizamos aquella fecha como el día en que el canario Javier salvó su virginidad.

Por cierto, en el Edificio donde yo vivía, luego de un tiempo, supimos que en el pent house había un burdel. Ese se llamaba el 8. Quedaba en el 8vo piso y las citas se hacían escogiendo a la elegida de un album de fotos provocadoras que se hacían tomar las chicas... bueno, es lo que contaban los muchachos en edad burdelera.
Se cuenta que un conocido economista y profesor universitario que posteriormente se encumbró hasta la Presidencia del Banco Central de Venezuela, era un asiduo visitante del 8. Una vez coincidimos en el ascensor del edificio y al identificarlo una dama de la familia cometió la indiscreción de darle las buenas noches, profesor . El señor se bajó el sombrero, enterró la cabeza en el piso y desde allá abajo balbuceó un buenas noches totalmente gutural. Luego comentarían las muchachas del edificio, irónicamente, que a este profesor se le justificaba su afición a los burdeles porque era tan feo que de otra manera se le haría muy difícil aparearse.

Quien piense que eso era antes posiblemente no sabe que contemporaneamente existen grandes zonas en las que se toleran legalmente este tipo de prácticas. Es más, tienen patente municipal, pagan derecho de frente, impuestos municipales, seguro social, impuesto sobre la renta, etc como cualquier hijo de vecina con personalidad jurídica.

Si usted le pregunta a un caraqueño dónde queda la Avenida Las Acacias posiblemente lo agarre fuera de base. Pero si le pregunta por la calle de los hoteles tenga la seguridad que lo va a llevar con los ojos vendados a la mayor zona de tolerancia que se conoce en Venezuela, zona en la que las acacias han sido sustituidas por hoteles, hotelitos y hoteluchos destinados al ejercicio de la prostitución sin restricciones. El caraqueño, tan bien conocido por su creatividad a la hora de improvisar salidas ingeniosas, ha dado una nueva nomenclatura al espacio ocupado por la calle de los hoteles al identificarla también como avenida vía láctea o calle parmalat por razones más que obvias y que este cronista no las desentrañará para no terminar un tema tan solemne en el terreno de la trivialidad.

Finalmente, a escasas cuadras de la calle de los hoteles, hoy avenida de los cuatro nombres, se encuentra un sitio que fue la frustración de un trashumante amigo, quien, en un arranque por reverdecer las hojas de su árbol ya marchitas, quiso conocer un sitio muy famoso en los alrededores de Plaza Venezuela, en Los Caobos. Al llegar a la planta baja del sitio que funge como hotel, se encontraban congregadas no menos de una centena de trabajadoras sexuales. Al apenas entrar nuestro lujurioso turista entró en una especie de fatiga por lo que rogó ser sacado de inmediato del recinto. Ya afuera y al recuperar el aliento expresaría que se sintió intimidado "porque... es que yo nunca había visto tantas putas juntas".

Lo que todo esto demuestra es que el ejercicio de la prostitución en Venezuela nunca ha sido un misterio; al contrario, es amparada por las instituciones del Estado, quien protege y regula la vida de quienes la ejercen y de los locales en que se practica. De modo que usar este tema como que si fuera el coco a estas alturas del juego, indica el desconocimiento de la historia de la capital, o tal vez el ejercicio de un puritanismo ramplón producto de creencias desfasadas o la intención aviesa de infligir algún daño.

No merece un tema tan vivificante como éste morir en la opacidad de la lúgubre diatriba política.

Por García Márquez, por Héctor Mujica y por Daniel Santos, quienes las honraron en sus obras .... saquen a las putas del debate político!

elecoeco@gmail.com
eleco27@yahoo.es

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