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Viernes, 02/10/2020 08:26 AM

Fernando Séptimo tenía 24 años cuando su padre Carlos IV abdica a su favor en un intento desesperado por evitar que la burguesía española siguiera el ejemplo que la francesa dio, y les cortara la cabeza a todos los nobles, por haberse convertido en los falderos de Napoleón. El asunto es muy complejo, tanto que para comprender la trama hay que releer la historia varias veces y de varias fuentes.

Fernando VII era el noveno hijo de 14, sus ocho hermanos mayores habían muerto y en consecuencia era el Príncipe de Asturias y sucesor en el trono. Quedó viudo de su primera esposa en 1806, una noble napolitana muy odiada por la suegra, razón por la cual andaba buscando nueva esposa entre la familia del Emperador Napoleón Bonaparte, y en un enfrentamiento político en contra del Primer Ministro Manuel Godoy, protegido y favorito de los reyes de España, terminó enredado en una conspiración contra sus padres (1806). Al ser descubierto salvó su pellejo delatando a sus cómplices.

El descontento, y campaña, contra Godoy continuó, y el 17 de marzo de 1808 una poblada asaltó el palacio del Primer Ministro Godoy para lincharlo, entre otras cosas por su fama de maltratador de su esposa, sobrina del rey, y serle infiel con una mujer que según cuentan por allí fue la modelo de la "maja desnuda" de Goya. Bueno, el asunto es que Fernando VII asume el control de la revuelta y evita que Godoy sea linchado.

Ese año de 1808 el control político de la situación pasa a manos de Fernando y su grupo, una situación de Golpe de Estado liderada por el príncipe heredero contra un primer ministro, situación en la que el Rey y la Reina prefieren al ministro que al hijo. Es entonces cuando la negociación de la crisis obliga a Carlos IV a abdicar a favor de Fernando VII y huye de Madrid, al no poder emprender viaje hacia América, termina refugiado y protegido por Bonaparte en Bayona, un pueblo fronterizo con Francia. Soberano rollo familiar, hasta se dice que la Reina pidió a Napoleón que fusilara a Fernando...

Napoleón Bonaparte tenía muchos pactos con Carlos IV para enfrentar a los británicos, y había convertido a España en base de operaciones militares francesas, cosa que sumada a los problemas económicos y la presión política de quienes se oponían al gobierno de Godoy, transfiguró en una extraña situación en la que los franceses pasaron de protectores contra los británicos a invasores de los españoles.

El primer reinado de Fernando VII inicia muy mal, púes el lugarteniente de Napoleón no lo reconoce como rey, alegando que fue una abdicación por coacción, y sus padres, ya en Bayona eran agasajados y reconocidos como reyes por Napoleón.

Godoy es llevado por los franceses a Bayona y Fernando VII es aconsejado a que fuese hasta allá para pactar con Napoleón, y es así como en ese pueblo vuelven a verse las caras reyes, príncipes y ministros sin reino ni gobierno.

Fernando acepta devolverle la corona a su padre, pero ya Carlos había pactado con Napoleón para nombrar a su hermano, José Bonaparte, como Rey de España

Carlos IV y Fernando VII pactaron su bienestar con Napoleón. Carlos fue enviado a Italia y Fernando al norte de Francia, ambos pensionados y mantenidos por Napoleón, hasta que, por esas cosas de la guerra, Napoleón es demolido por los rusos en 1812 y comienza el final del imperio napoleónico.

José Bonaparte fue Rey de España entre 1808 y 1814, aunque nunca tuvo el reconocimiento de los españoles. En ese lapso el pueblo, los nobles y los burgueses españoles organizaron ejércitos y un gobierno de resistencia y liberación, al cual llamaron Junta Suprema. Fue una guerra muy sangrienta, conocida como "guerra de independencia de España", siendo Fernando VII el emblema de la monarquía, pues había que luchar por algún rey ya que el concepto de patria o república era demasiado revolucionario y francés para la época. La guerra finalizó en 1814 y Fernando VII es restituido en el trono.

Esta es la razón por la cual quienes dieron el Golpe de Estado al Capitán General de Venezuela en 1810, Vicente Empraran, se constituyeron en una "Junta Defensora de los Derechos de Fernando VII", pues de origen español, los caraqueños no estaban dispuestos a pasar al dominio francés. La discusión entre abril de 1810 y junio de 1811 debió ser esa, y no otra.

Bolívar, el impetuoso joven rico y conocedor de Europa, Luis López Méndez, alcalde de Caracas y abogado graduado, y Andrés Bello, un brillante joven que dominaba el latín, inglés y francés, al punto de haber sido el transductor y anfitrión de Alejandro de Humboldt a su paso por Caracas, parten a Londres en busca de apoyo. No porque los ingleses eran buena gente, sino porque eran los enemigos de Napoleón, ahora invasor y usurpador del reino de España.

Para mí, la idea de la República de Venezuela nace en Londres, cuando esta delegación se reúne con Miranda y, después de reuniones y desplantes se dan cuenta que los británicos no van a enfrentarse ni a Napoleón ni a los españoles. Así que Bolívar regresa a Caracas junto con Miranda, mientras que López Méndez y Bello se quedan para mover la opinión pública. A la larga, López Méndez se convierte en el buscador de recursos al desatarse la guerra en Venezuela, metiéndose en muchos líos, pues hasta preso estuvo por deudas; y Bello tuvo que resolver su situación económica al no poder regresar a Venezuela, así que se dedicó a trabajar para sobrevivir.

¿Que nos importa que España venda a Napoleón sus esclavos o que los conserve?...Una pregunta retadora del joven Simón Bolívar en medio de un discurso escrito, pues de seguro hubo muchos pronunciados. Esa pregunta tiene por contexto la toma de una decisión ante la incertidumbre del destino de España. Era la gran oportunidad de una transición pacífica de colonia a república.

En Venezuela se proclama la independencia en 1811, pero no todos estaban a favor, en Los Teques y Valencia se sublevan contra la independencia, y fueron reducidos con desmedida fiereza por los primeros patriotas, causando un terrible malestar entre los indios, pardos y negros. Este episodio se conoce como la "rebelión de Valencia", y entre muchas muertes atroces destaca la de Trinidad Bolívar, una mulata que era mujer de un comerciante español de Calabozo y de nombre José Tomas Boves.

Domingo Monteverde, un militar español que había participado en la alianza de los ejércitos de Francia y España contra los británicos antes de 1808 y luego contra los franceses hasta 1811, arriba a Coro en marzo de 1812 con doscientos soldados veteranos de guerra, y con esa minúscula fuerza y las ordenes de las Juntas Supremas de Indias (gobierno provisional de la resistencia española para sus colonias), junta voluntarios, entre ellos muchos campesinos e indios, y emprende una despiadada campaña militar, que junto con un terremoto, dio al traste con la República, restituyendo la Capitanía General de Venezuela en junio de 1812. Todos los independentistas son capturados o perseguidos, y Miranda fue entregado a Monteverde como Cristo a Anás.

Un año después, Bolívar desde Cartagena hasta Cúcuta y desde Cúcuta hasta Caracas recupera la idea de la república, mientras que Santiago Mariño con 50 hombres desembarca en Güiria, y al juntarse con Bermúdez, Piar y Arismendi se convierten en los irreductibles patriotas de oriente.

Monteverde debe hacer frente a dos ejércitos hasta que, en Trincheras, cerca de Puerto Cabello, es herido en combate, pierde parte de la mandíbula y es relevado del mando por Juan Manuel Cajigal, regresando a Puerto Rico, y luego a España.

El caso José Tomas Boves es un accidente terrible para la naciente república. Una pesadilla entre 1813 y 1814.

Boves no era un militar, como lo fue Monteverde, Murillo o De la Torre. Boves era un marinero mercante que por delitos de contrabando en España fue sentenciado a 8 años de cárcel en el castillo de Puerto Cabello, así que llegó a Venezuela antes de 1810 como un reo, y una vez aquí, algún amigo logró que el influyente Juan German Rocio abogará por él, conmutándose la pena por un traslado al pueblo de Calabozo, allí se convirtió en comerciante, se enamoró de una mulata de nombre Trinidad Bolívar y se adaptó al entornó, al punto de ser apodado "el taita" por indios y negros cimarrones.

Boves pudo haber sido un patriota, pues era un expresidiario que había hecho camino y fortuna en Venezuela, además casado o arrejuntado con una mulata. Boves no tenía ninguna oportunidad entre duques, marqueses, condes y dones españoles, pero la arremetida de los noveles patriotas contra los sublevados en el centro del país, provocaron que los desmanes de Valencia llegasen hasta Calabozo, destruyendo su negocio y encarcelándolo en San Carlos por ser un español. Cuando las tropas de Monteverde retoman San Carlos, liberan al asturiano, y como era de esperarse se convirtió en un seguidor de la causa realista.

Boves, que había convivido con los llaneros sabia como sumarlos a su causa, algo que no era muy difícil, pues jamás debemos olvidar que la independencia de Venezuela nace en el seno de una sociedad burguesa, a la que llamamos "mantuana". Por lo tanto, los "patriotas blancos mantuanos" eran dueños de esclavos y exterminadores de indios, con todas las crueldades clásicas de tal condición.

Boves en 1813, se convirtió en cuestión de meses en el líder de un ejército de guerrillas que se adueñó del centro del país, y ante su inminente entrada a Caracas solo le quedó por opción a Bolívar y a gran parte de la población caraqueña huir hacia el oriente, episodio que conocemos como la pérdida de la Segunda República y la huida a oriente, pues Francisco Morales, un español que estaba a las órdenes de Boves se erige como Capitán General de Venezuela.

Bolívar y todos los lideres patriotas siguen luchando contra Boves y Morales, en una verdadera y literal guerra a muerte. Es el año de 1814 el más sangriento, pues mientras los patriotas proclamaban la "guerra a muerte", los españoles de Boves y Morales estaban al mando de la "legión infernal".

Boves muere en la batalla de Urica en diciembre de 1814, y hay muchas especulaciones sobre el origen de la lanza que lo hirió de muerte, pues la realidad es que Boves no era el líder de tropas españolas sino de un ejército personal, razón suficiente para suponer que, luego del arribo de Pablo Murillo en abril de 1814, con un ejército de 14 mil soldados profesionales, barcos, cañones y municiones, Boves no era útil a la causa realista.

El Teniente General Pablo Morillo no era cualquier militar, era uno de los más importantes héroes de la independencia de España contra Napoleón. Ya a mediados de 1813 era inminente la salida de los franceses de España y el retorno de Fernando VII, hecho que se consolido en diciembre de 1813.

La campaña de Morillo en Nueva Granada y Venezuela fue agotadora. La ferocidad de los combates y las retaliaciones, las distancias sin caminos, un clima perpetuamente caluroso para un europeo y 6 años plagados de reveses en una guerra infernal contra un enemigo sin cuartel ni mando único, debió causar en un militar que venía de librar batallas planificadas junto a un estado mayor una profunda frustración. De seguro Morillo terminó dándose cuenta que ahora era un invasor, después de haber sido un héroe que luchó para librar a su patria de un invasor.

Entre 1814 y 1820, Morillo estuvo al mando de un ejército alistado y apertrechado en España, y aquí vio gestarse, organizarse y crecer a un ejército enemigo, liderado por alguien al que apodaban "Libertador". Morales se enfrentó a un pueblo capaz de resistir un asedio hasta morir de hambre, a un enemigo que no se amilanaba ante el escarmiento más sanguinario; hombres y mujeres muy jóvenes, capaces de surcar mares tempestuosos en botes podridos; un ejército de milicianos que luego de cruzar descalzos llanuras inundadas, selvas frondosas y montañas de 4000 metros de altitud tenia fuerzas para enfrentarse en batalla contra las tropas profesionales al mando de un Virrey, empuñando una lanza como única arma. No le quedó más remedio a Morillo que buscar en la diplomacia lo que luego de 6 años le era imposible conseguir con la guerra a muerte, la victoria.

Así llegó el 27 de noviembre de 1820. Morillo y Bolívar se reúnen en Santa Ana de Trujillo como dos caballeros, cada uno con sus respectivos edecanes, y acuerdan un armisticio. Dos líderes militares de alto rango, dos ejércitos regulares, dos naciones buscando un acuerdo político para una sangrienta guerra de 8 años.

No fue la guerra de independencia de Venezuela, ni de ninguna otra colonia española en América, una guerra civil. Y si algún historiador o pensador quiere darle esa connotación para desmeritar la génesis de nuestras repúblicas lo hace muy mal, pues las guerras civiles son peores que las guerras entre naciones, pues la guerra civil es entre hermanos, entre padres e hijos.

Hubo errores, muchos errores por parte de los líderes de la gesta de independencia. Tantos, que una guerra que podría haber sido evitada, se extendió a más de 14 años, contando las gestas de Perú y Bolivia. Las razones fueron muchas, por lo que me inclino a resumir que nadie reunía por si solo el conocimiento, la autoridad y los medios suficientes para hacer entender e integrar el deseo de independencia mantuano con la justicia social del común y construir, sin mácula ni defecto, una "republica" con preceptos que tampoco pudieron asumir sus preceptores, que de revolucionarios defensores de los derechos del hombre y del ciudadano transmutaron a emperadores, enemigos e invasores de la "madre patria".

Alcanzar la independencia tuvo un costo ayer, y seguir siendo independiente tiene un costo diario hoy. Ayer se pagó con sangre, hoy se paga con votos, pues cuando se niega o se coarta la libertad de votar se le da beligerancia a quienes no tienen ningún derecho a opinar sobre el destino o estilo de sociedad que pretendemos o intentamos construir, con o sin errores.

Hoy somos políticamente independientes, y me atrevo a decir que producto de las acciones chantajistas de los EEUU y su patota, también somos económicamente independientes, pues sin dinero para importar, nos alimentamos con lo que se produce en el país. Esta independencia, aunque dolorosa e incómoda, es ahora integral, y no se perderá, pues todavía se aprecia claramente la actitud miliciana del venezolano, su aguante y reacomodo ante las adversidades. Nuestra historia desde 1810 hasta 2020 así lo demuestra.

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