El periodista Juancho Marcano había recorrido el jardín para observar las bellezas de las flores. A veces hacía eso antes del desayuno para admirar la obra de la natura, plasmada en los pétalos que le ofrecían al paisaje las diferentes plantas que tenía al frente y alrededor de la vivienda.
Su amigo Evaristo había pasado por ahí y lo saludó y hablaron poco tiempo sobre la situación que atraviesa el mundo entero por la pandemia y la crisis que le ha tirado una soga al cuello, lo cual hace que los habitantes se preocupen y se angustien y sientan temor por un futuro inmediato.
El perro Pipo, que, observaba a los gatos Rockyto y Rockyta, que dormían plácidamente y sin angustia, escuchó la conversa entre los dos amigos y por tanto, le formuló a Juancho una pregunta:
- ¿Cuál es la preocupación que tienen los humanos en estos momentos?
El periodista observó calladamente un momento a su perro, y luego señaló: "Si tú pudieras entenderme sobre los aspectos políticos, sociales y económicos que vive el mundo actualmente, Pipo, yo te explicara y así pudieras entender la lanza de la angustia que día a día se nos clava en el pensamiento. Pero, pensándolo bien, es mejor que no lo entiendas y mucho menos nuestra amiga la mata de mango, pues vivirían un mundo que lo llevaría al pantano de la preocupación y eso no sería bueno para ustedes ni para nadie, pero los hombres se han empeñado en hacer la vida difícil en vez de facilitarla y por eso unos que supuestamente llevan las riendas de la sociedad, hacen que los otros sufran y hasta mueran de pena y dolor".
Pipo escuchó las palabras de Juancho Marcano, las cuales no entendió mucho, pero con el énfasis y la seguridad que las dijo, pensó que encerraban una gran verdad, como siempre las dice el periodista, a quien siempre ha admirado porque entiende que su proceder es sincero, honesto y responsable.
Por tanto el perro no quiso seguir su interrogatorio, sino que para sacar a Juancho de todos esos pensamientos angustiantes, lo invitó a comerse unos anones, que le había mandado su suegro, con su esposa María. A Juancho le pareció la idea genial, pues comer esa fruta era saborear la miel blanquecina de un fruto que pocos conocen en Venezuela.