El Himno del Cocotero

Martes, 20/10/2020 08:11 AM

Gracias a Lila Morillo entendí por fín el sonido del colonialismo. Fue una sensación encontrada eso de querer vacilarme el corto ensamble coral, al mismo tiempo de querer huir de aquel enjambre cacofónico que se ofrecía en youtube. Yo no culpo a Lila ni a sus hijas por el inefable sonido que salía de la pantalla; justamente porque esas cosas horrorosas que se pegan en las pieles del arte, provienen del largo trajín de buscar una identidad que alguien cree perdida. Es como recordar a la Jeanine Añez de hace un año, cuando adivinaba el camino que daban sus pasos bajo el agobiante peso de la Biblia que buscaba retornar a los altares de la política; o a Carolina Herrera vendiendo trapos costosísimos mientras afirma que la elegancia es una cuestión de actitud, y uno no comprende si se refiere a la actitud de la personalidad o la del bolsillo.

Como voz de ultratumba, el himno venezolano parecía resonar, muerto y sin vida, como un conjunto de notas estertóreas que afeaban su propia gloria, bajo el oprobio de un coro de voces que se alternaban con inaguantables risas de burla. Habría sido más bonito un "Himno al Cocotero", en el cual se mezclaran las gloriosas notas de La bandera estrellada, terminando en un alegre "tero... tero...". Cocos, barrigas y papadas, se movían emocionadas en aquel escenario de rendición; faltaba la Biblia portada con ojos llorosos por las antiguas wuayuu que ahí dirigían, cantaban y desafinaban.

El cocotero tiene la ventaja de cambiar de lugar sin necesidad de trasmutación: de Maracaibo a Miami es el mismo. En cualquier caso, como se impone la intención pura, lo únicamente necesario es el idioma: de cocotero a coconut tree; y eso en inglés, caminando rapidito, no se nota. El mismo Bad Bunny habría acompañado gustoso la iniciativa, modulando con sus labios flojos una desafinada melodía con su acostumbrada voz de flauta rota. Lo de la letra de ambos himnos, uno subyugado al otro, habría sido premiado por la Academia de Vaqueros Escritores de Doral, siempre y cuando Bad Bunny hubiera hecho algún aporte de gotas de saliva a las partituras mientras cantaba con sus labios flojos sobre el escenario angélico de tan cristianas criaturas.

Las Morillo, de varias generaciones y fieles exponentes del género Socialité Escandalosis Evangelicus, interpretaban felices su idea de la virtud política utilizando para ello un tumulto de palabras sonorisadas que bien pudiera denominarse Gloria al Bravo Pueblo de la Bandera Estrellada. Terminó la presentación de los artistas presentes, con una cálida felicitación entre ellos, esperando ser llamados a la sede del Comando Sur para cantar allí tan audaz mezcolanza y pedir la invasión humanitaria ahora, ya, de inmediato, "en el nombre de Jesús" (Lila dixit). Tal vez añoraron las gotas de saliva saliendo de los labios flojos de Bad Bunny, cayendo sobre las partituras del Cocotero lleno de estrellas. Poético...

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