Desde el sur soplan vientos de libertad. Bolivia retomó el camino; Argentina va lento pero seguro; en Chile re-emprenden el despeje de las grandes alameda por donde marcharan los hombres libres; Cuba, Venezuela y Nicaragua resisten y avanzan, mientras las tropas de Paz se alinean en Brasil, Ecuador y la Colombia de la Minga.
Está triunfando el reimpulso de la democracia participativa y protagónica, una nueva oportunidad histórica para el poder popular organizado que no está dispuesto dar cuartel a los depredadores de sueños, y tiene las riendas de su futuro en este presente de victorias.
La mayor venganza, contra el asesino o el hegemónico socio cultural y sus derruidas caravanas de muerte, que es lo mismo, es la felicidad que se expresa en el rostro de cada mujer y hombre valiente, de cada mártir caído en el combate y de cada joven mutilado por la barbarie neoliberal y tropas del averno.
No hay dudas, que la revolución emerge desde todos los rincones, exorcizando a demonios con ropaje de bondad, develando profetas de esa religiosidad bizarra que reza por la muerte y el exterminio de quien se le oponga y se cree predestina para gobernar por siempre acallando las voces del pueblo; llano y simple, genérico y plural, combativo y paciente, pero aguerrido y tajante a la hora de actuar.
Este siglo XXI, es el tiempo exacto de lucha por la libertad, hoy los pueblos despiertan y se van abriendo paso entre las hiedras venenosas del hegemónico y sus dogmáticas praxis violentas.
Está muriendo el pensamiento único del neoliberalismo y sus exquisiteces solo para los más aptos. Pero no hay que descuidarse, pues la infesta presencia del capitalismo y sus encantos, mutan con rapidez y siguen infestando por donde pisan, sobre todo, cuando pisan a los ególatras de siempre y sus intrincadas críticas inversas que le justifican su andar.
Es innegable que estamos felices por los triunfos, estamos seguro que no podrán con la férrea voluntad de un pueblo decidido a vencer, pero también estamos alerta ante el monstruo que con su parasitaria presencia, toma por asalto cualquier descuido, se cuela por las fisuras de las incomprensiones y juega a la desunión.
Los revolucionarios tenemos mucho que celebra, pero con cada triunfo tenemos más que cuidar. Cada palmo de tierra rescatado para el pueblo, cada espacio de poder tomado por las mayorías, debe blindarse contra el egoísmo, la desunión y el individualismo que de ordinario se expresa en los relatos babosos de medios de comunicación regentados por los mismos que odian a todo cuanto no le de beneficios exclusivos.
Ayer ganamos en Bolivia, hoy triunfamos en Chile, también probamos nuestra fuerza en Venezuela y demostramos que tan grande somos los que apostamos a la lealtad con la Revolución Bolivariana y con nuestra praxis mostramos la confianza plena en el Comando Cívico Militar que dirige el Presidente Nicolás Maduro, que nadie se equivoque, Chávez vive y la patria sigue.
En fin, celebremos con alegría nuestros triunfos, pero no perdamos nunca más el horizonte compañeros. ¡Que vengan los hombres y las mujeres libres con su morral de sueños a esta lucha por un mundo mejor, que la tarea apenas comienza! Reconozcámonos distintos pero no distantes, que de eso se trata la dialéctica.
Viva la patria grande y viva un mundo sin fronteras; hermanado por la vida; solidario y complementario.