La batalla por la vida: héroes y villanos

Lunes, 26/10/2020 08:13 AM

Marx, encabeza el Manifiesto Comunista con una tesis tajante: «Toda la historia de las sociedades humanas hasta nuestros días es una historia de lucha de clases… en una lucha que conduce en cada etapa a la transformación revolucionaria de todo el régimen social o al exterminio de ambas clases beligerantes». Algunos sectores, desde la izquierda han interpretado la tesis marxista de la lucha de clases como «motor de la historia» dogmáticamente, encallejonando al marxismo al desarrollo económico. Un economicismo, que nada tiene que ver con marxismo, que coloca a la lucha de clases por encima del desarrollo de las fuerzas productivas como verdadero motor de la historia, valga decir, el antimarxismo. Mao Tse Tung, supera ese «determinismo» con una clara posición materialista y revolucionaria: «La práctica social del hombre no se reduce a su actividad en la producción, sino que tiene muchas otras formas: la lucha de clases, la vida política, las actividades científicas y artísticas; en resumen, el hombre, como ser social, participa en todos los dominios de la vida práctica de la sociedad.» (Sobre la práctica, Mao Tse Tung). Para el profesor emérito de la Universidad de Yale, Frank Snowden, hay que mirar más allá, hacia el pasado y hacia el futuro, y son: «Las epidemias [las que] permiten entender la humanidad y la historia.». En otras palabras, las epidemias, serían el motor de la historia. Kyle Harper, historiador y rector del Classics and Letters Department de la Universidad de Oklahoma, lo resume en esta premisa: «La historia del ser humano está estrechamente vinculada a las pandemias» y en su magistral obra: «El fatal destino de Roma», explica las claves del proceso histórico que condujeron al descalabro del imperio romano, resumido en dos elementos que, poco o nada, tenían que ver con procesos de luchas de clases, léase: los avatares del clima, que mermaron –periódicamente- la producción de alimentos, y la irrupción de nuevas enfermedades infecciosas, que diezmaron la población de Roma, en pandemias sucesivas. Una, ocurrida en el siglo II d.C., conocida como la plaga Antonina, que, al extenderse por todo el imperio, adquirió connotaciones de pandemia, muriendo por la enfermedad un estimado de entre siete u ocho millones de seres humanos, hecho que afectó –negativamente- la economía y la vida de las personas que vivían y convivían en un imperio que estaba en pleno apogeo. Harper, pone en evidencia los riesgos inherentes a las economías globalizadas que, como el imperio romano, comenzaban a mostrar sus riesgos para la convivencia de los seres humanos, su relación con los ecosistemas ambientales que, al verse afectados, alteran los equilibrios biológicos. Refiere Harper: «La plaga destruyó a más de un tercio de la población en algunas áreas y diezmó al ejército Romano, reclamando la vida del mismo Marco Aurelio. El impacto de la plaga en el imperio Romano fue severo, debilitando la supremacía militar y económica… La plaga Antonina puede haber creado las condiciones para la declinación del Imperio Romano Occidental, que cayó 500 años d.c.». Antonina, fue la primera peste, que afectó –globalmente- al mundo occidental. Perturbó, todas las dimensiones de vida del género humano en el Imperio Romano: la economía, la política, la religión y la cultura. «La urbe romana era una maravilla de la ingeniería civil y, sin duda, los baños, las alcantarillas y los sistemas de agua corriente aliviaban los efectos más temidos de la eliminación de residuos (...) la ciudad estaba infestada de ratas y moscas, y pequeños animales graznaban en callejones y patios. No existía una teoría sobre los gérmenes, la gente casi nunca se lavaba las manos y no podía impedirse la contaminación de los alimentos. La ciudad antigua era un hogar insalubre. Las pequeñas enfermedades provocadas por la ruta fecal-oral, que inducían diarreas mortales, probablemente fueron la principal causa de muerte en el Imperio romano» (El fatal destino de Roma, Kyle Harper). Galeno, el médico de Pérgamo, abanderado del razonamiento científico, le llamó: «la gran plaga». La bonanza del siglo II, la cortó de tajo esa primera pandemia, que afectó al Imperio romano. El siglo III, no fue mejor. Roma, con su población diezmada, derivó hacia un estado fallido, y fue vapuleada por varias pandemias sucesivas, cada una de las cuales se sumarían a las múltiples crisis que desencadenaron en el fin del Imperio.

En esta segunda década del siglo XXI, somos testigos de la primera pandemia por coronavirus, SARS-CoV21,2 o Covi-19. Dice, Kyle Harper: «Cada época tiene la pandemia que se merece». Y, por supuesto, cada pandemia saca a relucir lo mejor y lo peor del género humano. Héroes y vilanos, han surgido a todo lo largo del planeta como símbolos de la resistencia de la humanidad a las desgracias. Los pueblos, piden se otorgue el premio Nobel de la Paz a las brigadas médicas cubanas que se han esparcido por todos los continentes, llevando no solo hermandad entre los pueblos, sino un valor que ha adquirido gran notoriedad en tiempos de pandemia: Salud Gratuita. China, debido a su altísima capacidad de desarrollo económico y densidad poblacional, ha tenido que dar respuestas a la alta demanda de proteína animal para su población, incluyendo el consumo de los llamados animales exóticos: culebras, civetas, pangolines y murciélagos. Las deficientes medidas de bioseguridad en sus mercados de alimentos, la convierten en una fuente perenne de adquisición de enfermedades transmitidas por esos animales, en epicentro de enfermedades desconocidas para la humanidad. No por casualidad, se afirma que el origen del Covid-19, fue un mercado de alimentos ubicado en la provincia de Hubei en Wuhan, República Popular de China, ya que los primeros casos registrados se reportaron entre el 18-29 diciembre de 2019, en dicha entidad territorial. No obstante, el agente infeccioso aún hoy, no está definido claramente. Lo cual, ha dejado espacio para todo tipo de especulación sobre el origen del virus. Las autoridades chinas, lo ubican en los juegos mundiales militares de octubre 2019, en que se detectaron algunos participantes con síntomas similares a los de la pandemia. Fue, un periodista estadounidense, George Webb, quien afirmó que el atleta militar estadounidense, Maatje Benassi, podría ser el paciente cero de Covid-19. Desde entonces, China, ha solicitado a las autoridades estadounidenses examinar a Benassi y ello, no ha sido posible. Recuérdese, que para entonces, China y EEUU, estaban confrontados en una intensa guerra comercial, en la que, para Donald Trump, todo vale para derrotar al Gigante Asiático. Fue, el propio periodista estadounidense, quien sugirió al laboratorio Fort Detrick, centro de programas de armas biológicas del Comando Médico del Ejército de EEUU, en Maryland, como el epicentro de la producción del Covid-19. Y, aunque EEUU, lo niega, su poca colaboración para aclarar esa situación, no ha hecho más que reafirmar lo dicho por el periodista estadounidense. En lo concreto, lo que sí podemos afirmar es que el imperio de los EEUU, se ha visto –resquebrajado- en su poderío, producto de los efectos de la pandemia por este nuevo coronavirus en su economía, sistema sanitario y en lo político.

Hoy, EEUU, es líder por número de enfermos por Covid-19, en todo el planeta. Más de 8.407.702; más de 223.032 fallecidos y una tasa de recuperación de apenas el 34 por ciento, de las más bajas del planeta; lo cual, dice mucho del deficiente sistema sanitario con que cuenta el imperio de EEUU. Donald Trump, se ha convertido en el villano de esta epopeya histórica que ha venido librando la humanidad contra este enemigo silencioso. Nada comparable, con los más de 88.416 enfermos que hoy presenta la República Bolivariana de Venezuela, sus 759 fallecidos, y sus 82.284 pacientes recuperados, la más alta tasa de recuperación en todo el planeta: 93 por ciento. Pero, hay otras cifras que hablan muy bien del sistema de salud bolivariano: 2 fallecidos por cada 100 mil habitantes. 17 casos activos por cada 100 mil habitantes. 282 enfermos por cada 100 mil habitantes. Ni siquiera un Estado de EEUU, como Hawái, su colonia de Puerto Rico o Colombia, pudieran compararse con la realidad que vive Venezuela y su tratamiento a la pandemia por coronavirus, Covid-19. Contrario a lo que acostumbra decir de Venezuela, Donald Trump, bien pudiéramos responderle que Nicolás Maduro, ha sido un héroe que ha vencido no solo los efectos letales de la pandemia, sino los efectos aún más perversos, que ha representado el bloqueo financiero-comercial, instrumentado por la Administración Trump en contra de Venezuela. Muy en especial, cuando los agentes de Trump en Venezuela señalaban que la llegada del coronavirus representaría el final de la población venezolana. ¿Qué no dijeron y difundieron de Venezuela, su sistema de salud que según la mediática Occidental estaba en bancarrota, literalmente en el suelo? Una mortandad anunciaron para Venezuela, solo que, fue tan mala su puntería que la misma ocurrió en sus propios países: Brasil más de 155,900 fallecidos; Colombia: más de 30 mil fallecidos; Perú: más de 34 mil fallecidos o Chile: más de 14 mil fallecidos. Pueblos abandonados a la voluntad de Dios, sin sistemas de salud gratuitos y sin suficientes pruebas de detección del virus, pueblos cundidos en la miseria de los modelos económicos neoliberales.

Obviamente, esta pandemia por coronavirus se ha convertido en un agente dinamizador del cambio de paradigmas sociales, políticos y económicos. Los pueblos, comienzan a ver con simpatías modelos como el chino, ruso, venezolano, cubano o nicaragüense, sustentados, en mucho, en la filosofía del colectivismo y un fundamentado hincapié en lo social. En contraposición, al mundo occidental, que mantiene un fundamentado desprecio por lo social, que lo aprecian como un gasto y sustentado en la primacía de lo individual por sobre lo colectivo. La solidaridad, el cuidarnos unos con otros, ha sido y es, la enseñanza más emblemática de lo que representa enfrentar la pandemia por coronavirus y ser exitosos, valga decir, sobrevivirla. Donald Trump, como presidente de los EEUU, es el villano de este episodio en la historia de la humanidad. ¡No sobrevivirá la pandemia por Covid-19! Así lo indican, todos los estudios de opinión realizados con vistas al venidero 03 de noviembre. Allan Lichtman, profesor de la American University, una leyenda de los pronósticos electorales que ha acertado el ganador de las elecciones de EEUU, en los últimos 36 años, dice: «Las claves predicen que Trump perderá la Casa Blanca». La organización de pronósticos económicos y financieros, Global Insight, predice que: «Según los estándares psefológicos, este es un cambio tectónico», añadiendo que, por ejemplo en Florida, donde viven muchos jubilados y es la residencia principal de Trump, «muestra a Biden con una ventaja promedio de cuatro puntos. Lo mismo para Arizona. Biden tiene claras pistas en Míchigan y Pensilvania y escasas en Wisconsin, los tres estados que inclinaron la balanza en 2016. Si tales números se mantuvieran en noviembre, Trump perdería por un deslizamiento de tierra». El presidente estadounidense, Donald Trump, sufrirá una «derrota histórica» en las elecciones presidenciales de noviembre por la crisis que generó el coronavirus, advierte un modelo desarrollado por Oxford Economics, que le otorga a Trump apenas el 35 por ciento de los votos. ¡No solo Roma, se desmoronará por causa de las pandemias!

El dios Zeus, ideó una estrategia para ayudar a los troyanos: enviar un falso sueño de victoria al caudillo griego Agamenón, que además acababa de tener un enfrentamiento con el héroe Aquiles. «Pensó que aquel mismo día iba a apoderarse de la ciudad de Príamo, / nada sabía el muy necio todo lo que Zeus tenía previsto hacer», escribe Homero. No hay nada tan destructivo, tan letal, como la confianza ciega en su propio triunfo, la creencia absoluta en la victoria. A Donald Trump, le hicieron creer que la pandemia por coronavirus sería el detonante final de la implosión social que derrumbaría a la Revolución Bolivariana y, en base a esa creencia, afincó su política criminal de bloqueo financiero-comercial contra el pueblo y la nación venezolana, incluso, llegó al extremo de agredirla militarmente mediante una invasión marítima con mercenarios privados, que emergieron desde territorio colombiano, derrotada –fulminantemente- con las armas de la República.

La sociedad venezolana, engendró un héroe a su imagen y semejanza, ese ha sido Nicolás Maduro. Quien, al frente de un ejército de sanitaristas, epidemiólogos, virólogos, enfermeras y enfermeros, médicos comunitarios y sociedad médica en general, han logrado no solo derrotar a Covid-19, sino a los imperialistas de EEUU y Europa, que se ufanaron en hacer sucumbir la Revolución Bolivariana. No pudo, Donald Trump, con la resistencia del bravo pueblo bolivariano, heredero de las glorias del Padre Libertador, Simón Bolívar, y ahora le toca pagar con su propia vida-política, esta derrota histórica, desaparecer de la historia de la humanidad, tal como llegó algún día, que pronto será solo recuerdo de un mal momento, un virus malo…

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