Para los gringos y opositores, aunque le cause escozor Chávez muerto, aún vive
Por: Luís Roa
Domingo, 22/11/2020 04:53 PM
Chávez llegó para quedarse en el corazón de los pueblos del mundo; pero así como existe un pueblo que lo idolatra; también están sus detractores; que aprovechan cualquier rendija para enfilar baterías contra él; así como las acusaciones inverosímiles sacadas a flote por los abogados de Donald Trump al señalar que la tecnología utilizada que había puesto a ganar a su oponente Joe Biden estaba la influencia de Chávez; algo tan descabellado que para decirlo tiene que tener un sesgo de locura o España cuando pretende ocultar su ineficiencia, mete a Chávez como un comodín lanzándole todas sus culpas.
La Asamblea Constituyente que fue una de los inmensos legados que nos dejó Chávez; hoy es recogida como un caballito de batalla por muchos países, como mecanismo para crear una nueva Carta Magna, refundar sus países y arrancarlos de la modorra que han quedado atrapados en el pasado. Hoy claman por una Constituyente. Recordemos que uno de los países que primero se lanzó a la arena con esa consigna fue Honduras, siendo su presidente Manuel Zelaya; que inmediatamente fue objeto de un golpe de Estado por parte de los militares y bajo la anuencia de los EEUU. Hoy Chile, Ecuador, Perú, Colombia, Brasil y hasta Guatemala que se ha visto sacudida por las manifestaciones, una de sus consignas que las multitudes sacan a relucir es una Asamblea Nacional Constituyente. Hoy ese grito para los pueblos de América emerge como un salvavidas para los pueblos; una refundación a sus repúblicas.
La influencia de Chávez ha sido tan contundente, que llegó para quedarse, a pesar de la intromisión de las grandes corporaciones mediáticas. Existen muchas especulaciones que señalan que Chávez fue asesinado a través de un cáncer inoculado; buscando que al eliminarlo desapareciera. Lo mismo hicieron con Juan Hus hace 505 años en Praga, sus detractores lo llevaron a la hoguera, recogieron sus cenizas, las mezclaron con tierra donde yacían y las arrojaron al Rin, que las llevó hasta el océano. Sus perseguidores pensaron que habían arrancado de raíz las verdades que predicaba. No soñaron que las cenizas que echaban al mar eran como semilla esparcida en todos los países del mundo y que en tierras aún desconocidas darían mucho fruto.
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