Las colas para surtir gasolina en Venezuela: lo mas degradante para el ser humano

Miércoles, 09/12/2020 04:52 PM


Hoy estoy más convencido que nunca que la gasolina está siendo utilizada como arma de guerra no convencional contra el pueblo humilde, para procurar su desgaste físico y moral, sector éste que no tiene ninguna posibilidad de adquirirla a precio internacional. Obvio, si nuestros ingresos apenas alcanzan para comprar trastes de res y de cerdo porque otros productos cárnicos se volvieron inalcanzables, pasaron de ser alimentos de primera necesidad a artículos de lujo.

Acudí a votar en las recientes elecciones parlamentarias por una alternativa popular distinta a los dos grandes bloques tradicionales, tratando de lograr un equilibrio urgente y necesario entre el gobierno y la oposición, también porque consideré que en sus listas estaban aspirando cuadros políticos de comprobada honestidad, con dilatada trayectoria de luchas.

Desde el movimiento nacional de defensores de los derechos humanos y los grupos de excombatientes revolucionarios vimos en la iniciativa del negro Rafael Uzcátegui una válvula de escape a partir de la cual comenzaría a reconstruirse el país con ética y transparencia. Lamentablemente no fué logrado el objetivo, la desmotivacion y la restricción de la venta de gasolina, y por ende la falta de transporte provocó inevitablemente la desmovilización de amplios sectores de la sociedad que bien pudieron marcar la diferencia.

Soy asiduo integrante de las enormes colas (de hasta 600 carros) que se forman en Anaco a diario con la esperanza de lograr surtir los miserables 20 litros de combustible, que con mucha suerte es lo máximo que despachan por vehículo. En esas colas denigrantes he sido testigo durante más de un año como se veja al pueblo humilde, como son pateados los usuarios por efectivos la Guardia Nacional, hombres y mujeres cuyo único delito es la pura necesidad de abastecerse para movilizarse. Es ya casi común ver a doñitas de la tercera edad empujando cuesta arriba sus propios vehículos hasta lograr llegar al surtidor. Se ha vuelto cotidiano ver a mujeres amamantar a sus bebés en plena vía pública y hasta hacer sus necesidades fisiológicas tras las puertas abiertas de sus vehículos, e improvisar un fogón en alguna acera o bajo la sombra de un árbol cualquiera y preparar una comida, y en estos menesteres pueden fácilmente transcurrir hasta 4 días con sus noches a merced de la delincuencia desbordada que aprovecha nuestra indefensión y la oscuridad para cometer sus fechorías. La falta de sensibilidad ha llegado a extremos tales que algunos propietarios de inmuebles descaradamente "alquilan" los frentes de sus casas hasta por 5 dólares, pasándo por la infaltable guerra de mensajes cruzados, falsos y tendenciosos en su mayoría, desinformando sobre el posible destino de la gandola. Pero lo peor de la pesadilla es cuando llega la cisterna a la estación de servicio seleccionada quien sabe por quien y como por arte de magia aparecen los motorizados de la Guardia Nacional, atropellando, insultando, amenazando. A partir de allí la moral desciende a su más mínima expresión. Luego de varias noches de desvelo en plena vía pública, reducido por el cansancio, pasas a ser un semoviente, un ente degradado al que solo le importa llenar su cuarto de tanque para lograr subsistir los siguientes 5 días.

Como cosa curiosa en las referidas colas no se consigue un dirigente político ni para remedio, solo se sabe de ellos cuando pasan por las vías las lujosas camionetas 4X4 y los niguaneados de siempre comentan: "Esa es la camioneta del diputado tal" , o del jefe del partido cual.

Sinceramente tenía cifradas mis esperanzas que con la jornada electoral del 6 de diciembre podría cambiar el escenario político y social, pero no se pudo, tal vez habrá que resignarse a sufrir otro quinquenio de tormentos y humillaciones. Por lo pronto nos tocará recibir la navidad y año nuevo en cualquier esquina de cualquier avenida esperando la gandola y los atropellos. A menos que nos organicemos y hagamos valer los derechos que consagra nuestra constitución, y mediante el legítimo ejercicio del derecho humano alternativo de la agitación y la protesta le torzamos el pescuezo al opreso

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